UN MUNDO PERFECTO
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sábado, 18 de junio de 2022
sábado, 5 de septiembre de 2015
HIJA DE LA LAGUNA (Perú - 2015) de Ernesto Cabellos Damián
Escribe Oscar Contreras
HIJA DE LA LAGUNA (Perú, 2015) de Ernesto Cabellos Damián es un documental que toma partido por la antiminería.
Su núcleo dramático -y objeto de interés- son los temores y dudas de Nélida Ayay, una campesina cajamarquina, natural de Porcón (a 30 Km. de la ciudad de Cajamarca) preocupada por la ejecución del proyecto minero Conga a cargo del consorcio Newmont-Buenaventura y su impacto en las lagunas y espejos de agua en la provincia de Celendín.
A partir del recurso de la voz en off comprendemos que Nélida sostiene una relación idílica con la naturaleza (a la que llama Mamapacha = Madre tierra y Yakumama = Madre agua). El amor por el terruño la lleva a estudiar Derecho en la ciudad de Cajamarca y a relacionarse con otras personas, entre ellas líderes políticos como el ex sacerdote Marco Arana, a efectos de defender mejor los intereses comunales.
HIJA DE LA LAGUNA alterna la historia de Nélida con la de las mujeres de San José de Oruro (Bolivia), territorio expoliado por la minería a lo largo de tres siglos donde ya no existen reservas de agua; y con la historia de Bibi, una diseñadora de joyas en Holanda quien luego de viajar al Perú (al departamento de Madre Dios) para conocer las condiciones y efectos de la minería ilegal termina adhiriéndose la cadena comercial "oro sostenible". Las tres son historias desiguales en interés, duración, abordaje informativo y resolución dramática .
Las protagonistas del documental son mujeres que toman decisiones riesgosas, mujeres abnegadas versus una actividad productiva que desarraiga, especula, contamina, envilece, degrada, etc.. Buenos y malos, una vez más.
El hecho de que el documental tome partido nos parece legítimo; aunque, al abordar un conflicto nacional, que enfrenta a conservacionistas con promineros, a neoliberales con marxistas, hubiera sido deseable escuchar todas las versiones, todos los testimonios, todas las contradicciones. Lamentablemente el director elige la zona de confort que le ofrece "la corrección política".
Pero ya lo dijo Godard, una película debe ser analizada por lo que es y no por lo que hubiera sido deseable que fuera. E HIJA DE LA LAGUNA conduce la mirada del espectador hacia una parte de la realidad (la que estima correcta) apelando al maniqueismo y a la media verdad.
Porque Cabellos Damián manipula temas, manipula imágenes. Pone en el mismo saco a la minería ilegal (la de Madre de Dios) y a la gran minería (Conga); no se da cuenta que la cadena de "oro sostenible" la aseguran inversiones como las de Newmont-Buenaventura donde se aplican estándares internacionales de producción sostenible; que América Latina (desde Chile a Bolivia, de Perú a Argentina) está llena de pasivos ambientales (como los de San José) porque la minería a lo largo de cinco siglos se desarrolló sin medida ni gestión ambiental y, por eso, resulta urgente la intervención del Estado y de las empresas para resolverlos sin que esto implique prejuiciar la minería como una actividad demoníaca, insostenible, enemiga del pueblo. Por el contrario, existen numerosas experiencias en el mundo donde se alterna la minería con la actividad agraria, por ejemplo.
Pero estamos entrando a los temas de fondo, al contenido, y sobre eso me ocuparé en su momento, cuando opine como abogado especializado en temas de gestión ambiental. Ahora, sobre el filme y no sobre su mensaje o tesis, corresponde celebrar el trabajo de edición que le da ritmo a la alternancia de grandes planos generales así como a las voces y miradas que van creando una relación de proximidad con el personaje principal. La tensa secuencia en las lagunas, cuando se enfrentan con las miradas los pobladores y la policía, es uno de los buenos momentos del filme.
Finalmente, quiero aclarar un punto. En ninguna momento he señalado que premiar pecuniariamente HIJA DE LA LAGUNA, a través de los concursos organizados por el Ministerio de Cultura, haya estado mal o haya sido un despropósito estatal. Los términos de referencia, las bases de los concursos, están a disposición de todos los proyectistas. De todos. De los consagrados y de los nuevos. Todos están llamados a participar. Quién desarrolla un filme antiminero, un filme sobre el MOVADEF, quien apologa el Nazismo o a Tradición, Familia y Propiedad. El sistema de concursos -de acuerdo a norma- garantiza la independencia de las decisiones de los jurados. Y el Ministerio de Cultura -lo digo por experiencia- se esmera porque el proceso goce de todas las garantías y condiciones. Los jurados emiten votos de conciencia, con absoluta independencia y sin presiones. De manera que una vez votado el premio, el Estado no puede negarse a entregarlo.
Pero, un documental como HIJA DE LA LAGUNA que toma partido, que rehuye a la objetividad, que polariza a partir de argumentos rebatibles -en términos técnicos y legales-, que manipula imágenes como las lagunas y las explosiones propias de la actividad minera que ocurren lado a lado en el filme, cuando se sabe que el proyecto Conga ni siquiera se ha iniciado; o la manipulación de referencias como la desacertada cuña "Cajamarca, Los Andes, Perú" sin distinguir la Ciudad de Cajamarca, de la localidad de Porcón, de la provincia de Yanacocha, de la provincia de Celendín donde están las lagunas, etc., separadas todas por varios kilómetros.
Entonces un documental como éste, que aspira a un premio pecuniario, necesita ser evaluado exhaustivamente por quienes ejercen la función de jurados. Ya nacional, ya extranjero, un jurado se desenvuelve en un fuero colegiado y, sobre todo, en un fuero interno. Y, en todos esos casos, puede votar en minoría y/o plantear sus observaciones y sugerencias. O excusarse por una cuestión de cortesía si no nació en el Perú. Las imprecisiones de HIJA DE LA LAGUNA son razones poderosas para un voto en contra en minoría, unánime o para dejar constancia en el acta, luego de una deliberación personal.
Pero, un documental como HIJA DE LA LAGUNA que toma partido, que rehuye a la objetividad, que polariza a partir de argumentos rebatibles -en términos técnicos y legales-, que manipula imágenes como las lagunas y las explosiones propias de la actividad minera que ocurren lado a lado en el filme, cuando se sabe que el proyecto Conga ni siquiera se ha iniciado; o la manipulación de referencias como la desacertada cuña "Cajamarca, Los Andes, Perú" sin distinguir la Ciudad de Cajamarca, de la localidad de Porcón, de la provincia de Yanacocha, de la provincia de Celendín donde están las lagunas, etc., separadas todas por varios kilómetros.
Entonces un documental como éste, que aspira a un premio pecuniario, necesita ser evaluado exhaustivamente por quienes ejercen la función de jurados. Ya nacional, ya extranjero, un jurado se desenvuelve en un fuero colegiado y, sobre todo, en un fuero interno. Y, en todos esos casos, puede votar en minoría y/o plantear sus observaciones y sugerencias. O excusarse por una cuestión de cortesía si no nació en el Perú. Las imprecisiones de HIJA DE LA LAGUNA son razones poderosas para un voto en contra en minoría, unánime o para dejar constancia en el acta, luego de una deliberación personal.
lunes, 31 de agosto de 2015
MAGALLANES (Perú, 2015) de Salvador Del Solar
Raoul Walsh, el excepcional director norteamericano de la época de oro de Hollywood, decía: "Si no tienes una Historia no tienes nada".
Ricardo Bedoya, en una entrevista concedida al portal Cinencuentro, a propósito de la publicación de su libro EL CINE PERUANO EN TIEMPOS DIGITALES (Fondo de Desarrollo Editorial de la Universidad de Lima, 2015), señala que el cine es impuro y que puede ser muchas cosas: narración, ensayo, registro documental, diario o todo a la vez.
Para 1895, cuando todo comenzó, el cine era la síntesis de las artes finiseculares: la fotografía, el teatro, la ópera, la novela decimonónica, el folletín, la pintura, etc. Y, desde temprano, los productores y realizadores cayeron en la cuenta que las películas ajustadas a los términos narrativos tradicionales, terminaban siendo más coherentes, articuladas, potables, populares, exitosas y reconocidas. El cine narrativo se mundializó a la vez que se consolidaba el lenguaje audiovisual y el cine se despegaba de la representación teatral y/ode la transposición literaria.
Cuando se tiene a la vista una película como MAGALLANES (Perú, 2015) de Salvador Del Solar, se valora el poder de la narrativa audiovisual; el poder de la edición que fluidifica el relato; la posibilidad de construir atmósferas transponiendo en imágenes los sentimientos de los personajes; la oportunidad de penetrar en la verdad a través de la dirección de actores (porque la actuación es el lugar al que pertenece Del Solar) y, sobre todo, instrumentalizando el poder de una buena historia.
A partir del relato LA PASAJERA del escritor Alonso Cueto, Del Solar desarrolla una cinta clásica, de trazado recto, donde se alterna el suspenso, la memoria, el desarraigo, la necesidad de saldar cuentas, de ajusticiar, de purgar culpas. MAGALLANES es un filme de postguerra (como DÍAS DE SANTIAGO, como PARAÍSO, como los 10 primeros minutos de PALOMA DE PAPEL, etc.), sobre ex miltares y sobre víctimas de la guerra antisubversiva, en Ayacucho, en los años 80; que terminaron desplazados a la Lima actual, próspera e industriosa, escondiendo su derrota, su dolor, su mediocridad; embalsando la ira y la miseria.
MAGALLANES tiene una secuencia disparadora esencial: una víctima inocente de aquellos años aborda un taxi (uno de esos cientos de miles de taxis que circulan por Lima) y es reconocida silenciosamente por el conductor. Un perdedor que comienza el camino hacia la redención mientras se activa el recuerdo intenso y doloroso de la víctima. En tanto se escucha en boca de varios de los personajes una frase antitética y sintomática: "Por favor, es mejor olvidar....olvídelo".
Salvador del Solar ha logrado una ópera prima solvente. El relato de suspenso sobre unos personajes que recuerdan intensamente no ha implicado un filme llorón ni una película política adocenada, que restriega una y otra vez la herida hasta hacerla sangrar. No. Del Solar planifica, innova, asume riesgos, convoca a actores amigos como Damián Alcazar (que está notable), y Federico Luppi, y Magaly Solier y Bruno Odar (en un rol secundario contundente) y consigue un relato urbano convincente sobre personajes reconocibles.
(Oscar Contreras Morales)
sábado, 9 de agosto de 2014
LIKE FATHER, LIKE SON de Hirokazu Kore-eda (Japón, 2013)
Por Oscar Contreras.-
De tal padre, tal hijo, es la traducción
del título original. Y la película pudo llamarse “padre no es el que engendra
sino el que cría”. Porque el director Hirokazu Kore-eda (Tokio, 1962) aborda desde las
primeras imágenes las paradojas y los dilemas de la paternidad en tanto un nuevo dato informativo -en la historia y guión- la vuelve autoconsciente, generando una sensación de inseguridad y pérdida. Vistas así las relaciones paterno-filiales, terminan consolidándose como procesos mentales y bioneurológicos antes que como experiencias genéticas o civiles. Por eso el realizador elige la comedia agridulce, juega todo a la sensibilidad y a la observación plena de comportamientos, para narrar la crisis que sobreviene a una pareja de jóvenes esposos cuando se les anuncia que su pequeño primogénito no es su hijo porque fue cambiado al nacer. La película pudo devenir en el melodrama y/o en el desborde de baja estofa, pero no. Kore-eda laz hace suya rápidamente.
Kore-eda no es
nuevo en el vecindario. Es un cineasta consolidado con más de 15 películas en
su haber (entre ficción y documental), forjadas en la cultura cinematográfica, varias premiadas y reseñadas por prestigiosos críticos. En ese sentido, LIKE FATHER, LIKE SON,
Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2013, confirma su proximidad al cine de Yasujiro Ozu, el gran maestro del cine japonés clásico. Porque replica su
mirada límpida, a la altura del ojo humano, siempre equilibrada, incluso frente
a los desencuentros generacionales, frente a la nostalgia y la incertidumbre
del porvenir. LIKE FATHER, LIKE SON es un estudio sobre el amor
condicional que termina siendo una prolongación del amor condicional que nos
proveyeron de niños. Y que acaso nos es devuelto con la misma firmeza e inocencia a la vez.
Siendo la primera película vista
en el festival, debo decir que es notable y que deben procurar verla.
viernes, 18 de abril de 2014
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ ENTREVISTA A AKIRA KUROSAWA (Por Gabriel García Márquez)
"Esto no es una entrevista. Es parte
de dos conversaciones que sostuve en Tokio con el director de cine japonés
Akira Kurosawa en octubre de 1990. Se habló de muy diversos temas en algo más
de seis horas, y la conversación fue grabada por un amigo de ambos, por pura
curiosidad, pues ninguno de nosotros pensó que fuera publicable. Uno de los
temas fue la película que Kurosawa filmaba en ese momento, Rapsodia en agosto,
presentada en el Festival de Cannes, con un gran éxito de público y de crítica,
y con el disgusto de algunos periodistas de Estados Unidos que la consideraron
agresiva contra su país. El fragmento que se publica aquí es el que corresponde
a esa parte de la conversación."
Gabriel García Márquez.-
-
Gabriel García Márquez: Usted
está rodando su película número 28. ¿En qué punto se encuentra?
Akira Kurosawa: Sólo
nos falta filmar un tifón que está anunciado desde ayer y todavía no llega. La
semana pasada anunciaron otro, lo esperamos durante tres días, pero no llegó.
- Ese puede
ser un buen título: "Esperando el tifón"
No;
el título será Rapsodia en agosto. En todo caso, si este tifón tampoco llega, tendremos
que filmar una tormenta simulada con grandes ventiladores y otros dispositivos
truculentos.
- Tal vez
así será más real. Cuando vi Rashomon por primera vez, hace unos cuarenta años,
me impresionó tanto la lluvia de la primera escena, que me dije: "Con este
aguacero la película tiene que ser muy buena". ¿Era una lluvia real?
No.
Era artificial
- Me lo
imaginé hace pocos días, cuando vi su última película, Sueños, porque allí hay otro
aguacero que también me impresionó, pero esta vez por el sonido. Cuando vi Rashomon
no me di cuenta de que estaba dejándome seducir por la banda sonora.
El
sonido de la lluvia es un elemento dramático importante.
- No quiero
que esta conversación de amigos parezca una entrevista de prensa, pero es que
tengo una gran curiosidad de saber muchas cosas más de usted y su obra.
No se preocupe.
Tengo suficiente tiempo mientras llega el tifón.
- Me interesa saber ante todo cómo escribe sus guiones. Primero, porque yo mismo soy
guionista. Y segundo, porque usted ha hecho estupendas adaptaciones de grandes obras
literarias, y tengo muchas dudas sobre las adaptaciones que se han hecho o pueden
hacerse de las mías.
Cuando
me surge alguna idea original que deseo convertir en guión, me encierro en un hotel
con papel y lápiz. Entonces tengo en la mente el argumento general, y sé más o
menos cómo va a concluir. Cuando no sé con qué escena empezar, sigo el curso de
las ideas que me surgen de manera natural.
- ¿Lo
primero que le viene a la mente es una idea o es una imagen?
No
puedo explicarme bien, pero creo que todo empieza por varias imágenes dispersas.
En cambio, sé que los guionistas aquí en Japón crean primero una visión global
del guión, ordenándolo por escenas y luego de sistematizar el argumento empiezan
a escribirlo. Pero yo creo que esa no es la forma correcta de hacerlo, pues no
somos Dios.
- ¿El
método ha sido tan intuitivo también cuando ha adaptado a Shakespeare o a Gorki
o a Dostoievsky?
Los
directores que hacen las películas a medias tal vez no se dan cuenta de que es muy
difícil transmitir al público imágenes literarias a través de imágenes de cine.
Por ejemplo, adaptando una novela policiaca en la cual se encontraba un cadáver
junto a la vía férrea, un director joven aseguró que cierto lugar coincidía
plenamente con el del libro. "Estás equivocado", le dije. "Lo
que pasa en que tú ya leíste la novela y sabes que junto a los rieles se
encontró un cadáver. Pero para las personas que no la han leído es un lugar sin
nada especial". Ese director joven estaba cautivado por el poder mágico de
la literatura, sin darse cuenta de que las imágenes del cine hay que expresarlas
de otro modo.
- ¿Recuerda
usted alguna imagen de la realidad que le parezca imposible de expresar en
cine?
Sí.
La de un pueblo minero que se llama Ilidachi, donde yo fui asistente de
dirección cuando era muy joven. El director aseguró al primer golpe de vista
que el ambiente era magnífico y extraño, y por eso lo filmamos. Pero las
imágenes sólo mostraron un pueblo común y corriente, pues les faltaba algo que
nosotros sabíamos: que las condiciones del trabajo en Ilidachi son muy
peligrosas, y que las mujeres y los hijos de los mineros viven en el terror
eterno de que les suceda algo. Cuando uno ve el paisaje del pueblo lo confunde
con ese sentimiento, y le parece más extraño de lo que es. Pero la cámara no lo
ve con los mismos ojos.
- La verdad
es que conozco muy pocos novelistas que hayan quedado satisfechos con la
adaptación de sus libros al cine. ¿Qué experiencia ha tenido usted con sus adaptados?
Permítame
antes una pregunta: ¿Vio usted mi película Barba Roja?
- La he
visto seis veces en veinte años, y le hablé de ella a mis hijos casi todos los días
hasta que pudieron verla. Así que no sólo es la película suya que más nos gusta
a mí y a la familia, sino una de mis favoritas en toda la historia del cine.
Barba
Roja constituye un punto de referencia en mi evolución. Todas mis películas anteriores
a ella son distintas de las posteriores. Fue el fin de una etapa y el principio
de una nueva.
- Eso se
nota. Más aún: dentro de la misma película hay dos escenas extremas en relación
con la totalidad de su obra, y ambas son inolvidables: una es el hermoso episodio
de la Mantis Religiosa y la otra es el pleito a golpes de karate en el patio
del hospital.
Sí.
Pero lo que quería contarle es que el autor de la novela, Shuguro Yamamoto, se opuso
siempre a que sus novelas se hicieran en cine. Hizo una excepción con Barba Roja
porque yo me empeñé con una terquedad encarnizada hasta que lo logré. Sin embargo,
cuando acabó de ver la película se volvió a mirarme, y me dijo: "Pues es más
interesante que mi novela".
- ¿Por qué
le gustaría tanto?
Porque
tenía una conciencia clara de las características propias del cine. Lo único
que me solicitó fue tener mucho cuidado con la protagonista, una mujer
totalmente fracasada, según él. Pero lo curioso es que la idea de mujer
fracasada no estaba explícita en su novela.
- Tal vez
él creía que sí lo estaba. Es algo que nos suele ocurrir a los novelistas.
Así
es. Inclusive, viendo las películas basadas en su libros, algunos escritores
dicen: "Está bien reflejada esta parte de mi novela". Pero en
realidad se refieren a algo que el director agregó. Yo entiendo que lo dicen
porque tal vez ven bien expresado en la pantalla, por pura intuición del
director, algo que ellos quisieron escribir y no supieron cómo.
- Ya se
sabe: "Los poetas son mezcladores de venenos". Pero volviendo a su
película actual: ¿lo más difícil de filmar será el tifón?
No.
Lo más difícil ya fue trabajar con los animales. Serpientes nadadoras, hormigas
que comían rosas. Las víboras domesticadas están muy acostumbradas a la gente,
no huyen por instinto, y se comportan como anguilas. La solución fue capturar
una gran víbora silvestre, que trataba de huir con todas sus fuerzas y de veras
causaba pavor. De modo que hizo muy bien su papel. En cuanto a las hormigas, se
trataba de que subieran en fila india por un rosal hasta alcanzar una rosa. Se
resistieron largo rato, hasta que pusimos una senda de miel en la rama, y las
hormigas subieron. En realidad tuvimos muchas dificultades, pero valió la pena,
porque aprendí mucho sobre ellas.
-
Sí; ya me
di cuenta. ¿Pero qué clase de película es ésta que lo mismo tiene problemas de
hormigas que de tifones? ¿Cuál es el argumento?
Es
muy difícil resumirlo en unas cuantas palabras.
- ¿Alguien
mata a alguien?
No.
Se trata simplemente de una anciana de Nagasaki, que sobrevivió a la bomba atómica,
y cuyos nietos fueron a visitarla en el verano pasado. No he filmado escenas tremendistas
que resultarían insoportables y que, sin embargo, no explicarían por sí mismas
el horror del drama. Lo que quisiera transmitir es el tipo de heridas que dejó
la bomba atómica en el corazón de nuestra gente, y cómo se fueron cicatrizando.
Yo recuerdo bien el día de la explosión, y todavía hoy no puedo creer que
aquello haya ocurrido en la realidad de este mundo. Pero lo más terrible es que
los japoneses ya lo echaron al olvido.
- Para el
futuro del Japón, para la identidad de los japoneses, ¿qué significa esa amnesia
histórica?
Los
japoneses no lo hablan en forma explícita. En especial nuestros políticos
callan por temor a los Estados Unidos. Tal vez se conformen con la explicación
de Truman de que apeló a la bomba atómica sólo por apresurar el fin de la
guerra mundial. Sin embargo, para nosotros la guerra continúa. Oficialmente se
publicó que el número total de muertos en Hiroshima y Nagasaki fue de 230,000.
Pero en realidad hubo más de medio millón. Y todavía en este momento hay 2,700
personas en el Hospital de la Bomba Atómica, esperando morir por las secuelas
de la radiación después de cuarenta y cinco años de agonía. Es decir: la bomba
atómica sigue matando japoneses.
- La
explicación que parece más racional es que los Estados Unidos apresuraron el final
con la bomba por el temor de que los soviéticos se tomaran al Japón primero que
ellos.
Sí.
Pero ¿por qué lo hicieron en una ciudad donde sólo había civiles que no tenían nada
que ver con la guerra? Había concentraciones militares que realmente la estaban
haciendo.
- Tampoco
la tiraron en el Palacio Imperial, que debía ser un espacio muy vulnerable en
el corazón de Tokio. Y me parece que todo eso se explica porque querían dejar intactos
al poder político y al poder militar para hacer una negociación rápida sin
tener que repartir el botín con sus aliados. Es una experiencia que ningún otro
país tuvo en toda la historia de la humanidad. Ahora bien: si Japón se hubiera
rendido sin la bomba atómica, ¿sería hoy el mismo Japón que es?
Es
difícil saberlo. Las personas que sobrevivieron en Nagasaki no quieren recordar
su experiencia porque la mayoría de ellas, para sobrevivir, tuvieron que
abandonar a sus padres, a sus hijos, a sus hermanos. Todavía no pueden dejar de
sentirse culpables. Luego, las fuerzas estadounidenses que ocuparon el país
durante seis años influyeron por muchos medios para acelerar el olvido, y el
gobierno japonés colaboró con ellos. Yo estaría dispuesto, inclusive, a
entender todo eso como parte de la inevitable tragedia generada por la guerra.
Pero creo que, por lo menos, el país que tiró la bomba debe presentar disculpas
al pueblo japonés. Mientras eso no suceda, este drama no habrá terminado.
- ¿Hasta
ese punto? ¿No se podría compensar la desgracia con una larga era de felicidad?
La
bomba atómica constituyó el punto de partida de la guerra fría y de la carrera armamentista,
y marcó el principio del proceso de creación y utilización de la energía nuclear.
La felicidad no será nunca posible con ese origen.
- Ya veo:
la energía nuclear nació como una fuerza maldita, y una fuerza que nace maldita
es un tema perfecto para Kurosawa. Pero a mí lo que me preocupa es que usted no
está condenando a la energía nuclear por sí misma, sino por el mal uso que se
le dio desde el principio. La electricidad sigue siendo buena a pesar de la
silla eléctrica.
No
es lo mismo. Yo pienso que la energía nuclear está fuera de las posibilidades
de control que puede establecer el ser humano. En el caso de que se cometiera
un error en el manejo de la energía nuclear, el desastre inmediato sería
inmenso, y la radiactividad permanecería por cientos de generaciones. En
cambio, cuando está hirviendo el agua, basta con dejarla enfriar y ya no será
peligrosa. Dejemos de usar elementos que siguen hirviendo por centenares de
miles de años.
- La fe que
le tengo al ser humano se la debo en gran parte a las películas de Kurosawa.
Pero también comprendo su posición por la terrible injusticia de que hayan usado
la bomba atómica solamente contra los civiles, y porque norteamericanos y japoneses
se hayan confabulado para que el Japón la olvide. Pero me parece igualmente
injusto que la energía nuclear se considere maldita para siempre sin pensar que
puede prestar un gran servicio civil a la humanidad. Hay en eso una confusión
de sentimientos que se debe a la irritación que usted tiene porque sabe que el
Japón ha olvidado, y porque los culpables, que son los Estados Unidos, no han
terminado por reconocer su culpa y por darle al pueblo japonés las excusas
debidas.
El
ser humano será más humano cuando tenga conciencia de que hay aspectos de la realidad
que no puede manejar. Creo que no tenemos derecho de generar niños sin ano ni
caballos con ocho patas, como está ocurriendo en Chernobil. Pero ahora me parece
que esta conversación se ha vuelto demasiado seria, y no era ésa mi intención.
- Hemos
hecho bien. Cuando los temas son tan serios como éste no hay más remedio que
tratarlos en serio. ¿La película que está terminando arroja luces sobre su pensamiento
en este asunto?
No
en forma directa. Yo era un joven periodista cuando tiraron la bomba, y quería escribir
artículos sobre lo que ocurrió, pero estuvo totalmente prohibido hasta que terminó
la ocupación. Ahora, para hacer esta película, me puse a investigar y estudiar el
tema, y sé mucho más que entonces. Pero si hubiera expresado mi pensamiento directamente
en la película, no habría podido exhibirse en el Japón actual, ni en ninguna
parte.
- ¿Usted
cree que sería posible publicar la transcripción de este diálogo?
No
tengo inconveniente. Al contrario. Es un tema sobre el que muchas personas en el
mundo deben opinar sin restricciones de ninguna clase.
- Muchas
gracias. A fin de cuentas, creo que si yo fuera japonés sería tan intransigente
como usted en este tema. Y de todos modos lo comprendo. Ninguna guerra es buena
para nadie.
Así
es. Pero lo malo es que cuando empiezan los tiros, hasta Cristo y los ángeles
se convierten en jefes del Estado Mayor.
miércoles, 25 de diciembre de 2013
WILLIAM OSPINA HABLA SOBRE "PA QUE SE ACABE LA VAINA" (Diario EL PAÍS, España)
Uno de los momentos decisivos de la historia de Colombia es
‘El Bogotazo’, del 9 de abril de 1948, como se conoce al día que asesinaron al
político liberal Jorge Eliécer Gaitán y que fue el detonante de “La Violencia”
entre liberales y conservadores, que encarnaba como hasta ahora no ha vuelto a
ocurrir, las esperanzas de los más pobres. “La vieja Colombia murió el 9 de
abril de 1948: la nueva no ha nacido todavía”. Con esa frase contundente,
William Ospina regresa a su lado más analítico, crítico y comprometido con su
país a través del libro Pa que se cabe la vaina (Planeta), una crítica fuerte a
la dirigencia colombiana. Justo cuando Colombia está inmersa en un ambiente
electoral, de protestas y en medio de una negociación de paz con la guerrilla
más antigua del continente.
“Gaitán tenía un proyecto de país, que ya en su tiempo era
urgente y en el que se reconoció toda la gente humilde que había sido en
Colombia postergada, excluida, maltratada y malformada por un Estado clerical,
medieval, cerrado a toda modernidad. Si ese proyecto era urgente hace 65 años,
cuánto no lo será hoy, porque lo que ocurrió con la muerte de Gaitán fue la
clausura de ese proyecto de modernización de país y, desde entonces, Colombia
no ha hecho más que girar en la noria de sus violencias, de sus intolerancias,
de sus exclusiones, precisamente porque no ha llegado una propuesta
verdaderamente nueva, original y generosa”, se lamenta Ospina (Padua, Colombia,
1954).
Para Ospina, premio Rómulo Gallegos por su novela El país de
la canela, El Bogotazo cerró una puerta que no se ha vuelto a abrir. Cada
década ha traído nuevos problemas pero nunca grandes soluciones. “…Todos esos
esfuerzos por encontrar un culpable de nuestras pestes evitaba el problema
central: preguntarse quién arrojó a los guerrilleros a la insurgencia, a los
delincuentes al delito, a los pobres a la pobreza, a los mafiosos al tráfico, a
los paramilitares al combate, a los sicarios a su oficio mercenario, si no una
manera de gobernar el país que cierra las puertas a todo lo que no pertenezca
al orden de los escogido”, dice en su nuevo libro.
Inevitable no mencionar el actual proceso de paz que se
adelanta con la guerrilla de las FARC. Esa fue la primera pregunta que surgió
el día del lanzamiento de libro en Bogotá. Ospina es optimista. “Todos estamos
ansiosos y viviendo la urgencia de que esa guerra termine y que el país entre
en otro camino, que tome otro impulso y encuentre toda esa energía
extraordinaria que hay en él. Basta que este país le brinde a su comunidad
oportunidades, basta de que en este país la vida deje de ser tan dramáticamente
difícil y veríamos el gran país que Colombia puede ser. Ese acuerdo (con las
FARC) es urgente y no va a significar inmediatamente la paz, pero va a abrir un
espacio extraordinario para la paz verdadera que tiene que ser hecha por
todos”, dijo ante un auditorio lleno de seguidores.
Hace 17 años, William Ospina intentó interpretar la realidad
colombiana –“por entenderla a la luz de la historia del último siglo”– en un
ensayo que llamó ¿Dónde está la franja amarilla?, un título que hace alusión a
los colores de la bandera de su país. El azul y el rojo han identificado por
siglos los partidos políticos tradicionales, pero faltaba el amarillo, por eso
Ospina se preguntó por esa franja, en una suerte de propuesta para que aquellos
que no se habían manifestado políticamente participaran de la construcción de
una nueva Colombia.
Pero el tiempo ha pasado y los problemas que en ese entonces
el escritor enumeraba más que resolverse se han agudizado. Entonces escribió Pa
que se acabe la vaina, un lúcido ensayo y un llamado, si se quiere, más
enfático, a una ciudadanía más activa y más comprometida con la solución de sus
problemas. “Era necesario no solo desarrollar en profundidad los temas de La
Franja, sino asumirlos de una manera más comprometida, no solamente como la voz
de un individuo sino como la voz de una comunidad indignada, impaciente, que
siente que son urgentes las soluciones y que sabe que esas soluciones ya no hay
que esperarlas de nadie sino que son decisiones que debe tomar la comunidad”,
explica Ospina, uno de los escritores más prestigiosos de Colombia.
“Gabriel García Márquez cuenta en sus memorias que cuando
pasó por la plaza de Ciénaga, rumbo a Aracataca, donde iban a vender la casa de
la infancia, su madre, Luisa Santiaga, se volvió a señalarle la gran plaza
agobiada por el sol y le dijo: 'Mira: ahí fue donde se acabó el mundo'. Esa
típica frase del realismo mágico podría ser algo más, podría ser el símbolo
grabado en lo profundo de la conciencia de los colombianos”. Así describe
Ospina uno de los momentos por los que ha atravesado la historia reciente de
Colombia, pero que a la vez deja ver que su ensayo no se limita a una
enumeración cronológica de hechos históricos, sino que es una reflexión sobre
cada uno de los momentos que le parecen decisivos.
La sociedad entera, asegura Ospina, tiene que presionar y
participar para que los pasos que faltan se den y para que esa paz sea
benéfica, no solo para las partes que están en contienda, sino para los más
excluidos. “Es el comienzo de un proceso arduo, difícil, pero también le
transmitirá a la comunidad una esperanza, algo fundamental para que se ponga a
trabajar en el proceso de construir una sociedad más solidaria, más próspera,
que es el verdadero nombre de la paz”.
Pero Pa que se acabe la vaina, además de criticar a los
políticos es a la vez un esfuerzo por valorar la creatividad de la cultura
popular. El título es de por sí un verso de la canción La Gota fría, una
canción vallenata compuesta por Emiliano Zuleta Baquero en 1938 y que le ha
dado la vuelta al mundo de habla española. “Es un homenaje a la creatividad
popular que de todas maneras, también, lanza un desafío a ese otro país adusto,
rencoroso, violento, que no nos ha permitido ese florecimiento que merece”.
Ospina también aclara que este ensayo es hijo de un diálogo
permanente con amigos, fruto de una conversación comprometida y esperanzada en
que Colombia será capaz de superar “las trabas de una dirigencia mezquina y muy
a menudo ignorante, desconocedora del país al que gobierna pero al que nunca
engrandece”. La clave –dice– es entender que es otra manera de administrar y
orientar el país, lo que puede llevarlo a un horizonte distinto.
El escritor colombiano espera que esta nueva reflexión
muestre el estado de ánimo de los colombianos, ese algo que está en la
atmósfera pero que tal vez pocos pueden expresar en una narración. Y augura que
“tarde o temprano lo que era guerra aprenderá a ser diálogo, lo que era
violencia aprenderá a ser exigencia y reclamo, lo que era silencio podrá
convertirse en relato”.
Fuente y más información: www.elpais.com
ENTREVISTA AL EX DIRECTOR DE CAHIERS DU CINEMA, JEAN LOUIS COMOLLI (Suplemento Ñ, Diario Clarín)
Polémico y contestatario así fue y continúa siendo hoy Jean Louis Comolli. De paso por Argentina, el teórico y cineasta francés acaba de dictar un seminario llamado Cine e historia. Contra la televisión , tres clases magistrales donde actualizó los problemas ya trabajados en su libro Cine contra espectáculo (1972), editado en español por Manantial. Comolli expresa, como pocos, ese perfil de realizador y crítico que se delineó en la célebre Cahiers du cinema, revista de la cual fue un profuso colaborador entre 1962 y 1978 y en la cual, también, se desempeño como editor. En esta revista, entre 1971 y 1972, el realizador francés publicó seis artículos bajo el título Técnica e ideología, hoy de lectura imprescindible para entender la escena francesa de los nuevos cines cuyas formas renovadoras de representar irrumpían en oposición a la tradición comercial norteamericana. Por entonces, junto a Comolli, la nouvelle vague y directores como Jean Rouch, Edgar Morin y Chris Marker, entre otros, asumían la responsabilidad política de resistir al mercado y a las formas parasitarias del imperio norteamericano.
En su carrera como cineasta Comolli filmó más de cuarenta
documentales, entre los que se destacan La Cecile (1975), o No dejar de ver (si
es posible). En Cine contra espectáculo , el último de sus libros publicado en
Argentina, Comolli analiza la década del 60 a la luz del (peligroso) avance de
la televisión. Otros de sus libros publicados en nuestro idioma son Filmar para
ver y Ver y poder.
La alianza entre espectáculo y mercancía de la que había
anunciado Guy Debord en La sociedad espectáculo (1967), era un hecho consumado
cuando Comolli publica Cine contra espectáculo en 1972. Según observaba el
teórico por aquellos años, nunca la omnipresencia visual y sonora del mercado
había “bombardeado” y penetrado a los hombres con tanta magnitud al punto de
convertirse en el nuevo opio de los pueblos. El resultado es el que ya
conocemos, la dominación por el espectáculo, al extremo de “hacernos amar la
alienación misma”. Ahora bien, la pregunta era, ¿cómo hacer un cine contra
espectáculo? Luchando contra su dominación, combatiéndolo a través de las
formas y modelando un espectador crítico. “El lugar del espectador antes del
invento del cine, en el teatro, por ejemplo, estaba sometido a la regla de
diferir el pasaje al acto. Este lugar del espectador, supone que el espectador
no puede hacer algo porque difirió el pasaje al acto, es decir, es realizado
por los actores en el escenario o la pantalla. Yo no puedo andar a caballo
cuando miro un western , pero John Wayne sí. Entonces, clásicamente, todas las
representaciones se definen por una delegación de poder.”
–¿Y cómo puede redefinirse en la actualidad al espectador
crítico?
–A ver…, ese lugar del lugar del espectador que recién le mencioné hace de él
un ser enfermo que tiene que renunciar a ejercer una parte de sus capacidades
para poder proyectar, imaginariamente, lo que no puede hacer sobre los que
pueden hacerlo. Entonces el espectador no es pasivo, sino que es activo
imaginariamente, su cerebro está extremadamente activo. Entonces este lugar del
espectador se puso en crisis, para el espectador mismo hubo y estamos
asistiendo a lo que se llama cambio de paradigma, el espectador desea actuar,
el espectador no está ya satisfecho con estar en la acción mental y desea estar
en la acción física, lo que es imposible en cine…
–¿Y en la televisión?
–Sí, en la televisión es posible. En mi casa yo paso al acto, suena el teléfono
y atiendo. Entonces desde el punto de vista del lugar del espectador se fue
hacia lo que se podría llamar la entrada del espectador en el pasaje al acto.
Lo que no se puede hacer en el cine ni en el teatro se puede hacer en la propia
casa, si tengo ganas de gritar en mi casa mientras hay una película en tv nadie
me lo impide. Entonces, el pasaje al acto se hizo posible desplazando la
máquina de representación de los lugares públicos a los lugares privados. En
los lugares públicos el pasaje al acto está prohibido por los otros, si en un
cine me levanto grito la gente me dirá que me calle, en mi casa no.
–¿Entonces, si este nuevo espectador ahora actúa en el
pasaje al acto, qué sucede con el mercado?
–El mercado es lo que administra el conjunto de nuestro mundo, nuestras
relaciones, entonces desde el lugar del mercado no pasar al acto es grave, es
un pecado porque el mercado desea el pasaje al acto y su modelo es el de
comprar. Del lado del espectador hay un deseo de actuar y del lado del mercado
hay un deseo de hacer actuar y por eso se pasó de la actividad puramente mental
del cine, yo no puedo actuar, puedo imaginar, actuar mientras dura la película,
que es otra cosa…. Mientras que para el mercado no es deseable, lo que es
deseable es reducir al espectador a un sistema de recepción y reacción porque
eso es lo que da el mercado, indicaciones respecto de lo que vos querés.
–En la televisión estamos frente a una recepción
fragmentaria…
–Claro, pero en el cine no es posible, yo digo que la película es más fuerte
que el espectador porque la película no puede ser detenida por el espectador,
para detener la película hace falta ir a la cabina. Con un dvd aprieto un botón
con una compu, una tecla y se para la película, entonces en el cine la película
siempre es más fuerte que el espectador y fuera del cine, en otras pantallas,
con otras máquinas, el espectador es más fuerte que la película. Esto es lo que
cambia el nuevo poder que se le da al espectador, pero este nuevo poder es lo
que el espectador nos deja como ilusión de poder.
–Entonces, ¿cómo sería la relación entre el pasaje a la
acción y la capacidad crítica?
–Por supuesto que la capacidad crítica disminuye . Precisamente porque cuando
uno está tomado en la acción deja de lado la capacidad reflexiva. Diferir el
pasaje al acto como se hace en el cine o en el teatro quiere decir que se
inscribe la posibilidad del apres coup . El apres coup es una concepción
psicoanalítica, quiere decir que las cosas no ocurren en el momento sino
después, en e l apres coup , el trauma se sufre en el momento, pero actúa mucho
más tarde. Y así funciona el cine después, la película trabaja en nuestro
interior y de a poco se fabrican emociones que puedo sentir, pero no en el
momento en que ocurren. Esto supone una relación de duración entre el objeto,
la obra y la mente.
–¿Así como en su momento el cine estuvo amenazado por la
televisión, hoy cuál es la amenaza?
–La televisión ganó, ya no es una amenaza y el cine no es
una amenaza para la televisión. Ahora lo que se opone no es el cine y la
televisión, lo que se opone es el cuadro que tiene en cuenta lo no visible y el
cuadro que finge ser todo lo visible, sin resto. Esa es la lucha. El cine se
define por la articulación de lo visible y lo no visible. Entonces el cine me
dice todo el tiempo que hay un no visible, mientras que tanto en televisión
como en Internet la imagen se presenta siempre como si todo estuviera allí y
uno olvida lo que no está filmado y sólo se piensa en lo que esta filmado.
Pensar sólo en lo que se ve es perder la experiencia de una parte importante
del mundo, es restringir el campo de visión y esa es la guerra…
–¿Cómo ve el futuro del cine?
–El cine será la próxima Guerra Mundial, porque la batalla económica cambió a
batalla de imágenes. El capital ya no está en las fábricas, está en las
unidades de producción de imágenes. Sony, Time Warner, son empresas donde se
concentró el capital. La producción de imágenes es el nuevo frente de batalla y
las imágenes se producen para hacer creer al espectador que la imagen cuenta
todo lo que es visible. Eso es una manipulación política. En cambio, cuando se
fabrican imágenes donde se comprende que lo visible está fragmentado, que hay
huecos, eso es un acto político, opuesto. Por eso la lucha va a ser entre dos
políticas de la imagen.
Fuente y más
información: http://www.revistaenie.clarin.com/
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