Salvando todas las distancias, Jorge Lanata podría ser la síntesis de César Hildebrandt + Michael Moore + Tom Wolfe + Robert R. Murrow + Osvaldo Soriano + Orson Welles + Regis Debray + Julio Villanueva Chang + J.J. Abrahms.
Lanata debe ser el periodista freelance mejor pagado y más brillante de esta parte del mundo.
Conózcalo.
Oscar Contreras Morales.-
Cuando usted lea esta nota, Jorge Lanata estará en pleno vuelo rumbo a Venezuela. O tal vez ya esté alojado en algún hotel disfrutando de sus últimas horas de tranquilidad en Caracas antes de que mañana sea el único orador invitado por sus colegas a disertar por el Día del Periodista en ese país. Promete hacer ruido como para que Hugo Chávez lo oiga, incluso, desde La Habana donde, en su larga internación, se repone de una operación, acompañado por sus buenos amigos, los hermanos Castro.
Como un ministro sin cartera o un obispo sin iglesia, Lanata anda de aquí para allá enfrentando cámaras y micrófonos sin tener programa propio. Se diría que es un multimedio humano que se porta a sí mismo. Como el caracol, que lleva su casa encima a todas partes, Lanata escribe una afilada columna de lunes a viernes en el diario popular Libre; publica semana por medio alguna investigación propia en el periódico Perfil, habla por la cadena Ser cada siete días y salta de una pantalla a la otra a medida que se multiplican los llamados de productores entusiasmados por la buena performance que suelen tener sus apariciones y, ni qué hablar, la avidez que producen sus cargadas declaraciones en los sitios de Internet. Está preocupado por la relación del Gobierno con el periodismo y ha tomado como una cruzada personal salir a rebatir esa ofensiva en todos los espacios que le sea posible, a pesar de que ya hace rato cayó en desgracia para el "progresismo K".
Descalzo, en camisa con tiradores, visitado de tanto en tanto por los cuatro gatos que conviven con él, Lanata se pasa horas y horas en su revuelto escritorio del distinguido caserón en el que vive, a metros del Palacio San Martín, pergeñando artículos, contestando mails y armando nuevos proyectos, siempre con un pucho encendido cerca, que vuelve más inflamable su cóctel de apnea, diabetes y sobrepeso.
Hay dos preguntas clave que al fundador de Página/12, Veintitrés y Críticano le incomodan ni gambetea. La primera es si lo llamaron para trabajar en algunos de los tantos medios del Grupo Clarín. La respuesta inmediata es no. La segunda es, si de suceder eso, aceptaría. La respuesta es apenas más larga y en medio de una carcajada con humor: "¡Sí!, ¿por qué no?, ¿acaso fue declarado ilegal?"
De tan desafiante y políticamente incorrecto, de tanto poner el dedo en el enchufe, Lanata terminó siendo la gran paradoja de la TV argentina, quizá su más extraña sinfonía inconclusa. Aunque sus recordados programas Día D , Detrás de las noticias , La Luna y ¿Por qué? (éste producido por Luis Majul, con el que se odia y se ama intermitentemente) tenían buen rating, una estimable cartera de anunciantes y una generosa cosecha de 11 Martín Fierro, hace rato que la TV por aire lo abandonó y no le hace la más mísera propuesta.
Probablemente atemorizaron sus peleas a viva voz en su momento con Eduardo Eurnekian o el escándalo que se armó cuando Telefónica vetó su publicitado y frustrado paso a Telefé o, peor, cuando Carlos Avila lo mandó a parlamentar con el mismísimo presidente Néstor Kirchner para chequear si había algún problema con que él siguiera en el aire. En la Casa Rosada le dijeron que estaba todo bien, pero al día siguiente, de todos modos y sin mediar explicación, su programa desapareció de la pantalla de América. Alberto Fernández, entonces jefe de Gabinete, lo invitó a trabajar en Canal 7 y Lanata le repitió lo que suele decir en estos casos: "Nunca trabajaré para el Estado? ¿para qué? Si yo puedo generar la plata".
Fue tal el síndrome de abstinencia que le provocó la ausencia de la TV que, rápido de reflejos, se adelantó Lino Patalano y le ofreció en 2008 un llamativo premio consuelo: ser figura de un teatro de revistas. ¡Y aceptó!
Cuando Lanata, cansado de esperar que lo convocasen de alguna emisora de aire, terminó refugiándose dos temporadas en el Canal 26 del cable. Allí hizo Después de todo ( DDT ), que le dio al dueño de la señal, Alberto Pierri, tan buen encendido como algunos tironcitos de oreja que se bancó como un caballero.
Si uno de los mayores cráneos instintivos de la TV argentina, Alejandro Romay, lo convocó, allá lejos y hace tiempo, durante varios meses para tomarle pruebas de cámara, haciendo el propio zar de personal trainer de lujo, aunque entonces todo quedó en la nada, es que Lanata y la TV estaban predestinados el uno para el otro. Pero no: fue una pasión desbordada y, como tal, fugaz que terminó en un amor no correspondido.
Ahora la tele hace un razonamiento más cínico: resulta mucho más cómodo (y seguro) tener a Lanata (gratis) de invitado para hablar sobre temas puntuales que darle un programa donde, tarde o temprano, terminaría diciendo alguna inconveniencia y embistiendo contra los intereses de sus ocasionales patrones.
Podría terminar acá esta historia del talentoso inconstante e indomable que todos desearían tener en su grilla si fuese tan sólo un poco más dócil. Pero no: la historia sigue porque la vida siempre da buenas sorpresas en el momento menos pensado y por el lado más inesperado.
Fue el momento en el que la televisión internacional llamó a la puerta del desahuciado divo en ciernes de la TV argentina. ¿Para qué? Para trabajar en miniseries documentales, viajar por distintos países y entrevistar a figuras de primera línea internacional, con calidad de producción primermundista. Así hizo BRIC (sobre el vigoroso ascenso económico de países como Brasil, Rusia, India y China) para Infinito (señal de la Turner Broadcasting System) y por eso fue aplaudido en Nueva York cuando lo distinguieron con el premio de la Asociación de Cronistas del Espectáculo (ACE).
Y si su previsible desacato verbal no llega a mayores como para que la democracia chavista de Venezuela no lo ponga entre rejas, de Caracas volará a Madrid para entrevistar a Mario Vargas Llosa, después seguirá a Londres para ver al creador de Wikipedia y así hasta entrevistar a "26", tal el título de la nueva miniserie en la que ya está trabajando rodeado de diez personas (su equipo de producción) con los que surca los cielos de ambos hemisferios, y que además de ganar las pantallas del mercado hispano, se convertirá en libro de la editorial Sudamericana el año próximo. Es una televisión-boutique más prestigiosa, mejor paga (gana lo mismo que cuando trabajaba todos los días en el cable) y con mayor presupuesto (dos millones de dólares). No tiene miedo que lo comparen por contextura y actitudes con Michael Moore, al que considera muy yanqui.
Esta manera más descansada y agradecida de hacer TV -"Siempre será mejor entrevistar a Martin Amis que a Aníbal Fernández", se autoconvence- lo está seduciendo, pero como quien se entretiene con una amante ocasional mientras espera que alguna vez se dé el ansiado reencuentro con su gran amor: la embarrada y más tosca TV argentina, a la que añora, a veces, aunque cada vez menos, con volver de manera diaria, en vivo y como conductor omnipotente. A Lanata le gusta el vínculo cotidiano con la gente y, de alguna manera, el muy lúdico tabloide Libre le cubre por ahora satisfactoriamente esa necesidad.
Otra pregunta clave para terminar: ¿dirigiría un nuevo diario? La respuesta sólo tiene dos letras: no. ¿Y volver al programa de TV diario de batalla?: "Podría? pero no lo estoy buscando".
Por Pablo Sirvén
Fuente: La Nación
Más información: http://www.lanación.com.ar/
No hay comentarios:
Publicar un comentario