sábado, 22 de enero de 2011
EL MARKETING DE LA NOSTALGIA, por Diego Lerer (www.otroscines.com)
http://www.otroscines.com/columnistas_detalle.php?idnota=5077&idsubseccion=11
Me encanta VOLVER AL FUTURO. Me encanta VOLVER AL FUTURO 2. La 3, no tanto, pero así y todo la considero una gran trilogía, una referencia imprescindible de mi adolescencia, una película (especialmente la primera) que vi incontables veces, que tengo en DVD y que veo -al menos un rato- cada vez que alguien pone el DVD o la pasan por televisión.
Este jueves, VOLVER AL FUTURO se reestrena en los cines a partir del esfuerzo de una persona que tuvo la persistencia de seguir adelante -según dicen- cuando a la distribuidora de la película le pareció, acaso, un mal negocio estrenar la versión en cine (un transfer del digital, aclaremos) en conmemoración del 25º aniversario. Pero la decisión de seguir adelante tuvo sus frutos: hoy la película llega rodeada de un aliento épico y de una oleada de nostalgia que ha dado a largas notas y análisis como las que están en la tapa del suplemento Radar de Página/12 del pasado domingo.
Sinceramente, todo este asunto me supera.
No me malentiendan, me encanta la película, la adoro y se que hay gente -me lo han dicho cuando comenté mis dudas respecto a este reestreno- que nunca la ha visto en pantalla grande. Pero, seamos sinceros, tampoco muchos vieron EL CIUDADANO, APOCALIPSIS NOW o MAS CORAZÓN QUE ODIO en pantalla grande (y no estoy citando rarezas, sino clásicos canónicos), películas que tienen un peso cinematográfico un poco más grande y por las que no muchos parecen rasgarse las vestiduras.
Lo que me molesta no es el estreno en sí y me parece encomiable el esfuerzo. Lo que me irrita es el marketing de la nostalgia, la cultura obsesiva de intentar recuperar la perdida adolescencia (¿inocencia?) cinematográfica como si esa fuera una cualidad de algún modo recuperable. La idea de ir a ver VOLVER AL FUTURO al cine se me hace un gesto y, como gesto en sí, bastante banal.
El asunto no se reduce al cine. A los que pasamos los 30, el mercado de la nostalgia nos espera con los brazos abiertos. Se supone que algunos de nosotros tenemos algo más de dinero disponible que a los 18/25 y se nos intenta volver a vender la experiencia de lo que fuimos. Reestrenos de películas, reversiones y remakes de clásicos, adaptaciones de series y comics de la época en la que éramos niños, discos clásicos reeditados con sobrantes de aquí y allá, giras enormes de bandas enormes con shows enormes haciendo las mismas canciones que hacían hace 25 años. No hay nada de original en nuestro incesante rescate del pasado: estamos siendo llevados de las narices hacia allá y lo hacemos a gusto.
VOLVER AL FUTURO es sólo un ejemplo y, por la forma en la que fue rescatada, acaso no sea el más molesto, si bien lo armó la misma gente que intentó hacer algo parecido a un Festival Retro el año pasado y terminó cancelándolo. ¿Hasta cuando se puede vivir diciendo que STAR WARS fue lo mejor que le pasó al cine en los últimos 35 años? ¿Cuánto tiempo vamos a seguir dando vueltas alrededor de E.T., de los GREMLINS, de El lado oscuro de la luna, de aquella golosina, del Capitán Piluso, de aquella marca de gaseosa, de tal o cual programa de radio o televisión?
No trato aquí de ser desconsiderado ni de faltarle el respeto a la historia del cine, la televisión o la música, pero me irrita seguir masticando eternamente el mismo chicle cuando hay cientos de otros que podríamos estar disfrutando. Y que eso se venda y se considere algo loable y maravilloso. Si el retro fue cool durante algún tiempo ya es hoy un elemento clave de marketing, una posibilidad de poner señaladores en ese libro enorme e inmanejable que es la cultura popular.
Seré más específico: no intento con esto discutir lo clásico (escucho a Bob Dylan casi todos los días) sino la idea de celebrar cada hecho del pasado (mayor o menor, no importa, cada uno tiene su librito) como algo maravilloso. Me parece una cuestión, como dirían por ahí, “para charlarlo en terapia”.
Los que vimos VOLVER AL FUTURO en su estreno andamos por los 35/45, más o menos. Y si bien la temática de la película parece hablar indirectamente de lo que estoy planteando en este post, les puedo asegurar que ir a verla al cine no los volverá más jóvenes, no les hará desaparecer las canas, no necesariamente les producirá epifanías. Tampoco se trata de una película rara, única e irrepetible. Cuando alguien se tomó el trabajo de estrenar LA MADRE Y LA PUTA, de Jean Eustache, más de 30 años después de su estreno original, sí se podía hablar de un hecho de alguna manera histórico. Esto es otra cosa: un producto de consumo revestido de una capa de identificación cultural. Y me llama la atención que no lo vean ni siquiera en Radar, donde hicieron una tapa con este reestreno, dejando para una nota interna la nueva película de Sofía Coppola, por ejemplo.
No me molesta que vean VOLVER AL FUTURO, pero sí me interesa pensar que convivo con una generación que no se quedó repitiendo la formación de San Lorenzo del ’74 o reviviendo los goles de Maradona en el Mundial juvenil del ’79 día tras día. Que no piensa que “ya no se hacen películas como antes”. Que no se subió al tren de “no habrá nada como Led Zeppelin” o que saca entradas cada vez que viene a tocar Air Supply y nada más.
Quisiera convivir con una que se atreva a investigar qué pasa con SOMEWHERE, de Sofia Coppola, y que discuta sobre ella, para bien o para mal. Con una que saque entradas para ver cómo suenan algunas bandas nuevas y que no se sumen solamente al Pack Banco Francés de “Serrat en 3 cuotas”. Con una que se lance a buscar cosas nuevas aún a riesgo de pegarse la cabeza contra la pared y que no funcione con el cine como si fuera la milanesa con papas fritas obligatoria que hay que comer una vez por semana “porque no hay nada más rico en el mundo” que lo que comimos siempre.
Insisto: no estoy en contra de incorporar la nostalgia y lo clásico en la vida, pero cuando esto se manifiesta como una especie de religión del retro, cuando parece una reunión de Egresados ’85, un grupo de Facebook tipo “que vuelvan los Tamagotchi”, me resulta un poco indigesto. Se produce cultura todos los días -original o no tanto, maravillosa o no tanto, diferente o no tanto- y volver a ponerse la misma camisa todos los días porque nos hace sentir “en casa” no sólo me parece perder el tiempo, sino también entrar en un juego comercial de la nostalgia que es mucho más grande de lo que imaginan. Es consumo, no otra cosa.
Si hay un estreno de esta semana, para mí es SOMEWHERE, de Sofía Coppola. De hecho, es una película sobre la necesidad de dejar de dar vueltas en círculos y mirar al futuro y no, necesariamente, “volver” a él.
Este texto se publicó originalmente en el blog Micropsia de OtrosCines.com.
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