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Un municipio provincial de Los Conchucos, en la Región Ancash, recibe anualmente setenta millones de dólares por canon, sin contar el sobrecanon ni el presupuesto de Foncomun. Eso es por la minería. A la vez el área demográfica de la provincia en mención se ubica en el margen de pobreza, en los pueblos no hay servicios, las escuelas son unos huevos de cemento vacíos de inteligencia y motivación, los hospitales y postas a veces atienden, la realidad rural se parece en mucho a la del siglo XVIII. Mientras tanto el canon no gastado se acumula año a año mientras que los fondos de tesoro revierten al Estado.
Ante la presión local y nacional sobre el tema, hace dos años el alcalde provincial creó un programa de empleo temporal. Consistía este en mover piedras de un lado a otro para decorar un parque, limpiar las pésimas pistas con escoba, pulir los vidrios del Palacio Municipal con waype. El jornal: 45 soles por día, en una zona donde el mejor pagador no ofrece más de quince. Como consecuencia de esto la capital provincial aumentó su población en treinta por ciento en menos de un año, las barriadas surgieron como hongos con sus techos de chapa y sus platos para televisión por cable, las chacras se despoblaron en proporciones solo comprensibles ante el deseo de que un acto mágico cambie mi situación de marginación eterna. La cuestión ahora es cómo sostener la economía de esa provincia y sobre todo, cómo mantenerla cuando el canon desaparezca, ¿dentro de quince años? Cuanto más.
En la Región Cusco se dan fenómenos similares, sobre todo por el aporte de Camisea. En Cajamarca, ya lo sabemos según lo reportado a raíz de los recientes conflictos. En Tacna, en Moquegua, en Huancavelica. Ocurre en estos lugares que las cifras frías de riqueza dicen una cosa pero la caliente realidad, otra muy distinta. Bill Gates, que analfabeto no es, ha sabido leer lo que pasa con la economía peruana. Si nos basamos en los números descontextualizados, como lo hace el gobierno cada vez que quiere demostrar la solidez de nuestra economía ante el mundo, no tendríamos por qué recibir ninguna clase de ayuda por cooperación internacional. Las cifras harían inclinar la solidaridad del mundo hacia Bolivia, Paraguay, Colombia, Centroamérica y bien mirado, hasta a Chile.
Bill Gates habló en España de un PBI per cápita en el Perú de diez mil dólares. Los economistas nativos han saltado hasta el techo aduciendo que Gates maneja una cifra incorrecta, pues ese PBI no pasa de 5,400 dólares. Hay que recordar, sin embargo, que Bill Gates sabe por lo menos las cuatro operaciones y que su cálculo de PBI se basa en la paridad del poder adquisitivo, es decir, en el número helado y promediado con el que Perú mueve las caderas en las bolsas más importantes del mundo. Entonces, ¿por qué tantos especialistas, cierta prensa y cantidad de opinólogos han salido a quejarse contra Gates? Tirando las cosas de los cabellos, estas reacciones me han hecho acordar a lo que pasó luego de que Iván Thays opinara sobre el boom de la gastronomía. Los peruanos parece que tenemos arcanos intocables, motivos de unidad y chauvinismo que resultan sagrados. Entre estos, la gastronomía… y nuestra condición de pobres. El pobre es dependiente, necesita subsidios y si alguna expresión adora, esa es cooperación internacional. Si dejas de verme como a pobre, tendré que ir solo, me veré obligado a planificar los recursos, desde el espacio de la familia hasta el de los gobiernos locales y el poder central. Entonces resulta que podemos orgullosamente llenarnos la boca con que nuestra economía es una de las que mejor aguanta la crisis mundial, pero si alguien deriva de eso que ya no debemos ser lactantes de la ayuda extranjera, es como si nos dijeran que el cau cau es una bazofia incomible. (Escribe: Rafo León)
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