jueves, 30 de septiembre de 2010

MURIÓ TONY CURTIS (Diario EL PAÍS de España)


Tony Curtis declaró en varias ocasiones que había crecido en Nueva York, en el Bronx, en el mismo edificio que Marlon Brando; que fueron amigos de jóvenes y que asistieron a la misma Academia de Actuación. E indicaba también que fue muy tonto pues -a diferencia de Brando- eligió los papeles ligeros, banales, de una calidad cómica opinable; sin considerar su talento ni las oportunidades que la vida le negaría después.
Tony Curtis ha muerto hoy y lo lamentamos. Pues a pesar de sus declaraciones, creemos que sí fue un personaje decisivo en el Hollywood de los años 50`y 60`.
Tuvo desempeños estupendos en cintas como Una Eva y Dos Adanes / Some Like It Hot (1959) del grandísimo Billy Wilder; en La mentira maldita / Sweet Smell of Sucess (1957) del inglés Alexander McKendrick, ese maravilloso film noir; en El Estrangulador de Boston, Los Vikingos y El gran impostor todas de Richard Fleischer; y en La gran carrera (1968) de Blake Edwards, donde está notable junto a Jack Lemmon, Natalie Wood y Peter Falk.
Fue uno de nuestros favoritos en la televisión de los años setenta a través de la serie británica The Persuaders / Dos tipos audaces al lado de Roger Moore.
Otro ciclo que se cierra.
Oscar Contreras Morales.-
   
Ha muerto uno de los príncipes del Hollywood dorado. Según ha confirmado el forense del condado de Clark de Las Vegas, el actor nominado al Oscar en una ocasión, casado en seis, protagonista de clásicos de la talla de Una Eva y dos Adanes, Los vikingos o Fugitivos, famoso vividor, temido galán, el actor ha fallecido a los 85 años de edad. Y es difícil evitar pensar en un final sin glamour, swing, cigarrillos, bourbon o mujeres para este Don Juan que surgió de lo más indigno del Bronx. Porque con Tony Curtis también se va un poco de aquel Hollywood que creaba iconos globales, cambiaba vidas y hacía soñar.
Bernard Schwartz nació el 3 de junio de 1925 en el seno de una familia de inmigrantes judíos húngaros. Su padre era sastre y toda su familia vivía en la parte de atrás del negocio en el barrio del Bronx en Nueva York. Su madre, esquizofrénica, golpeaba frecuentemente a sus tres hijos y no es de extrañar que el pequeño Bernard encontrara refugio desde muy joven en el cine, en general, y en las películas de Cary Grant, en particular. Un actor que marcaría su forma de ser, tanto en la apariencia física y como en la forma de entender la masculinidad, pero también en su vida. Una de las razones por las que se alistó a la marina fue precisamente ese actor. Y, en parte, por ese actor, lucharía en la Segunda Guerra Mundial llegando a presenciar la rendición del ejército japonés en la bahía de Tokio en septiembre de 1945. "Fue uno de los grandes momentos de mi vida", llegó a decir a este propósito.
A su llegada a Estados Unidos, y espoleado por su indudable magnetismo físico, ingresa en la escuela de interpretación de la New School en Nueva York donde comparte aula con Walter Matthau o Rod Schneider. En 1948 la Universal le hace un primer contrato y empieza su carrera en Hollywood como galán en ciernes en vehículos para su lucimiento como Criss Cross(1949) o Francis(1950) en compañía del otro galán universal, Rock Hudson. Un año más tarde se casa con Janet Leigh con la que estuvo casado 11 años y con la que tuvo dos hijos. Uno de ellos, Jamie Lee Curtis, también seguiría los pasos del padre. Después de Bernard Schwartz, después de tantear James Curtis, nace el fenómeno: Tony Curtis.
En 1953 llega su primer éxito con la película Houdini sobre el famoso ilusionista homónimo. Aunque mientras empieza a labrarse una carrera como actor de grandes dotes físicas, sus ansias por demostrar que también disponía de sutiles dotes interpretativas le llevan a crear su propia productora con la que en 1958 rodaría una de sus grandes películas: Los vikingos de Richard Fleischer junto a Kirk Douglas. Una pulsión, la de demostrar que además de gran hombre era gran actor, que le marcaría toda su carrera. Ese mismo año llegaría su primera y única nominación a los Oscar de Hollywood por su interpretación en la película Fugitivos del realizador Stanley Kramer .
Pero sería en 1959 cuando Curtis protagonizaría la película por que la que seguramente el gran público le recuerde: Una Eva y dos Adanes de Billy Wilder . La historia de unos músicos que obligados a escapar de la mafia en el Chicago de la ley seca, deciden travestirse e irse de gira a Miami con una orquesta de mujeres un tanto descerebradas. Jack Lemmon y Marylin Monroe acompañaban al actor en esta película que jugaba sardónicamente con la masculinidad vehiculada por la imagen pública del actor permitiéndose licencias como la de parodiar el acento de Gary Grant en la escena de la playa de esta producción mil veces copiada pero nunca superada. Más tarde, Curtis volvería a jugar al despiste sexual en el Espartaco de Stanley Kubrick y a la autoderrisión con su papel de patético galán en La carrera del siglo (1965) de Blake Edwards.
Después de algunos sonados fracasos como El estrangulador de Boston (1968) y cansado de su imagen de sex-symbol, en los años setenta se refugia en la televisión. Protagoniza, entre otras, la serie The persuaders junto a Roger Moore, McCoy (1975-76) o la longeva Las Vegas (1978-1981). Pero a finales de los ochenta el ocaso de la estrella es cada vez más evidente. Tony Curtis empieza a perder toda la elegancia old-school que le hizo famoso y solo es capaz de llamar la atención del gran público con sus sonados y repetidos matrimonios (y divorcios). El último, una entrenadora de caballos con la que montó una ONG para rescatar a dichos mamíferos abandonados, o violentados, por sus propietarios.
El actor deja hoy una filmografía de más de 100 películas. Un trabajo realizado junto los más grandes de la historia de Hollywood con artistas de la talla de Burt Lancaster, Stanley Kubrick o Marylin Monroe. Y cinco hijos con sus distintas mujeres. También, una fundación para la conservación de la herencia cultural judía en Hungría y unas memorias publicadas en 2008 tituladas: Un príncipe americano: memorias. Aunque, también deja una extensa obra pictórica. Poco conocida pero que resultó ser la expresión artística con la que tuvo más respaldo de la difícil, esquiva y, a veces violenta, crítica especializada. "Nadie es perfecto" decía Jack Lemmon en Con faldas y a lo loco. Tony Curtis tampoco. Y bien gracias.


miércoles, 29 de septiembre de 2010

DEJARÁ UN GRAN VACÍO: FALLECIÓ ARTHUR PENN (www.otroscines.com)


Perteneció a la primera y brillante generación de cineastas norteamericanos formados en la televisión (Sam Peckinpah, Sidney Lumet, John Frankenheimer, Robert Altman, Sidney Pollack, Martin Ritt). Hombre de teatro, maestro formador de actores, europeísta con una filmografía luminosa, influyente, sólida.
Arthur Penn ha muerto hoy y nos sentimos desolados. Penn representó en los sesenta el recambio generacional entre los "viejos vinagres" que se resistían a jubilarse a pesar de la caída de los grandes estudios y los hijos del "baby boom" (Peter Bogdanovich, Francis Ford Coppola, Warren Beatty, Dennis Hopper, Bob Rafelson, William Friedkin, Robert Altman, Martin Scorsese, Steven Spielberg, Paul Schrader, Robert Towne, Brian De Palma).
Dicho recambio permitió que consolidados como Kubrick, Siegel, Huston, entre otros, se sintieran en libertad de para alternar con los nuevos. 
Nos gustan muchas de la películas de Arthur Penn. Su ópera prima, El temerario (The Left Handed Gun, 1959) debe ser el western más juvenil e irreverente de la Historia; La maestra milagrosa (The miracle worker, 1962) un hito en la Historia del Cine Norteamericano; La jauría humana (1966) notable dramón sureño con Marlon Brando, Robert Redford, Jane Fonda y un excelente reparto; Bonnie & Clyde (1967) el clásico de la Warner; Déjennos vivir (1969) hermoso manifiesto hippie; Pequeño gran hombre (1970) filme picaresco, irreverente, cargado de humanidad; como el sofisticado policial Secreto Oculto en el mar (1975) con Gene Hackman y Susan Clark; el extrañísimo western Duelo de gigantes (1976) que tiene a los tenebrosos Marlon Brando y Jack Nicholson como protagonistas; y Cuatro amigos (1981), que debe ser su último gran trabajo.
Se va cerrando un capítulo.
Óscar Contreras Morales.-


Arthur Penn, director de películas como Bonnie & Clyde y Pequeño gran hombre / Little Big Man, falleció el martes por la noche, un día después de haber cumplido 88 años, informó hoy el diario The New York Times.
Evan Bell, amigo personal de Penn durante 25 años, dijo que el cineasta había permanecido enfermo durante casi un año, aunque no han trascendido más detalles sobre el fallecimiento, que se produjo en su casa de Manhattan (Nueva York).
Penn fue tres veces candidato al Óscar al mejor director por La maestra milagrosa /The Miracle Worker (1962), Bonnie & Clyde (1967) y Alice's Restaurant.
Tras darse a conocer primero en el medio televisivo y posteriormente en Broadway como director de las obras de teatro The Miracle Worker y All the Way Home, ganadoras del premio Tony, Penn dio el paso al cine en la década de los '60 y sus obras se caracterizaron por los temas sociales y políticos.
En 1962 adaptó The Miracle Worker al cine y el filme le reportó un Óscar a la mejor actriz a Anne Bancroft y otro a la mejor actriz de reparto para Patty Duke.
Otra de sus primeras películas de éxito fue La jauría humana / The Chase (1966), donde dirigió a Marlon Brando, Robert Redford y Jane Fonda, pero sólo un año después filmó la película por la que siempre se le recordará: Bonnie & Clyde, protagonizada por unos criminales inolvidables con los rostros de Warren Beatty y Faye Dunaway. El film, todo un hito en la cultura americana y nominado a 10 Oscar, se hizo con dos Óscar, a la mejor fotografía y a la mejor actriz de reparto, para Estelle Parsons.
"Arthur Penn trajo la sensibilidad de las películas europeas de arte y ensayo de los 60 a las cintas americanas", dijo el director y guionista Paul Schrader, que añadió que "cimentó el camino para una nueva generación de directores que llegaban desde las escuelas".
En declaraciones recogidas por EFE en Barcelona en 1994, Penn dijo que en sus años de juventud existían cineastas que, al haber vivido la Segunda Guerra Mundial, estaban "comprometidos política y socialmente". A su juicio, en los tiempos actuales "no hay ni compromiso político ni social", lo que ha provocado, progresivamente, filmes "asombrosos técnicamente, pero no tan completos".
En su trayectoria como director también destaca Pequeño gran hombre (1970), que narraba la conquista del Oeste desde una óptica diferente a la habitual (los indios eran los buenos), y Night Moves (1975), con Gene Hackman como un incisivo detective privado.
Penn nació el 27 de septiembre de 1922 en Filadelfia. Su hermano mayor era el reconocido director de fotografía Irving Penn, fallecido en octubre de 2009. El director se casó en 1955 con Peggy Maurer y tuvo dos hijos.
La influencia de Arthur Penn resultó decisiva en la siguiente generación, y cineastas como Francis Ford Coppola o Martin Scorsese reconocieron haberse inspirado en sus películas. El reconocimiento a su figura resultó internacional, con abundantes ciclos y homenajes en todo el mundo.


martes, 28 de septiembre de 2010

ELLA de Francisco Lombardi: DE LOS MEJORES ESTRENOS DE 2010


Ella (2010) la nueva película de Francisco Lombardi debe ser su mejor trabajo en 15 años. Su coherencia interna; su lógica narrativa; su estética audiovisual fría y minimalista; las tomas largas y silenciosas; son indicios de adaptabilidad. Revelan la capacidad del director de argumentar en contra de la resistencia a sus películas recientes. 
Está claro que Lombardi desea asordinar su cine, por un momento; limar sus asperezas y enjuagar sus sequedades; y explorar otras posibilidades dramatúrgicas. Que refuncionalicen lo viril, el encierro urbano y la derrota; apelando a un escrutinio distinto al de los auditorios masivos.
Ella es una cinta condenada a no triunfar en taquilla. Que precisa el rescate de la crítica y la cinefilia.
Las decisiones de Pancho Lombardi (en dirección de actores, puesta de cámara, edición, fotografía) han sido consecuentes con las formulaciones del género criminal. En Ella la historia se despliega a partir de la ocurrencia de un accidente; de la existencia de una víctima y de un victimario; de una culpa que conduce a una evasión; y a un descubrimiento doloroso; y, finalmente, a un duelo y redención. Ésta no es una cinta de género, propiamente; sino la representación de una deriva pasional (que es todo patología, todo culpa, todo vouyeurismo). Un martirio de amor triangular entre un pintor (Paul Vega), su mujer y modelo (Patricia Garza) y el amante de ésta (Rómulo Assereto). Buenas caracterizaciones las tres, pero especialmente la de Vega que sostiene el filme.
Como Janet Leigh en Psicosis (1961), el personaje de Cielo (la bella actriz mexicana Patricia Garza) desaparece en el primer tercio.Y entonces la película se refuncionaliza; muda del drama romántico tortuoso a uno de intriga y criminalidad. Y se resuelve con ambigüedad en una clausura muy en la línea de El demonio y la carne, la película de Clarence Brown de 1926. 
Pero existen otros referentes cinéfilos sustantivos. Por ejemplo, Apuntes del natural el episodio de Martin Scorsese para Historias de Nueva York (1989). También Crimen Delicado (2008) del brasileño Beto Brant; La bella mentirosa (1991) del grandísimo Jacques Rivette que es un tratado sobre el erotismo contemplativo, sobre la pintura y sus fantasmas (Emmanuel Beart y Michel Piccoli están notables). Y también La mujer sin cabeza (2009) de Lucrecia Martel o las cintas de Claude Chabrol y Krzysztof Kieslowski. 
Ella merece una análisis contextuado dentro de la Historia del cine peruano; al interior de la filmografía de Lombardi; considerando el momento de esplendor que vive el cine nacional.
Correr a verla.
Óscar Contreras Morales.-

http://elcomercio.pe/noticia/642417/ella-nueva-pelicula-francisco-lombardi-se-estrena-este-jueves

domingo, 26 de septiembre de 2010

THE SOCIAL NETWORK, LO NUEVO DE DAVID FINCHER (Por Manuel Yañez Murillo)


Nueva York 2010: Una apertura extraordinaria con el sello del mejor David Fincher

Crónica del 26/9

Manuel Yáñez Murillo, desde Nueva York

http://www.otroscines.com/festivales_detalle.php?idnota=4694&idsubseccion=91

The Social Network (en la Argentina se estrena el 21/10 como Red Social) es mucho más que "la película sobre Facebook": se trata de un enorme film que sintoniza a la perfección con el estado de las cosas en el universo de la juventud "digital" modelo siglo XXI, un despiadado retrato sobre la soledad, un cuento moral sobre el precio de la avaricia con el director de El club de la pelea y Zodíaco en el pináculo de su carrera y con un majestuoso trabajo de escritura de Aaron Sorkin, creador de un referente de la televisión como The West Wing.
(Atención: Este texto revela ciertos detalles de la trama)


Paradoja Nº 1: The Social Network, la película sobre Facebook -una red social formada por millones de “amigos”-, es una película sobre el final de la amistad.
No resulta fácil esquivar la tentación de calificar The Social Network como “una película de nuestro tiempo”. Como entusiasta miembro de Facebook, no puedo negar que aporté al visionado de la película un grado extra de épica: la emoción de asistir al relato fundacional de uno de los vértices de mi quehacer cotidiano. Sin embargo, pasada la efervescencia inicial post-visionado, la película de David Fincher (director) y Aaron Sorkin (guionista) empezó a desvelar sus raíces, su verdadera cara. Más adelante me centraré en el clasicismo formal de la propuesta, pero de momento me gustaría bucear en sus motivaciones temáticas y su comentario social.

De partida, cabe decir que The Social Network retrata la elegíaca odisea vivida por Mark Zuckerberg: el chico que inventó Facebook y que, por el camino, perdió a su mejor amigo. Zuckerberg, interpretado con eficiencia por Jesse Eisenberg (la marioneta perfecta para los vertiginosos diálogos de Sorkin), se erige en representante de la gran aristocracia huérfana de nuestro tiempo: un genio formado en Harvard, sin raíces rastreables -la película se encarga de no desvelar nada acerca de su pasado-, que termina convertido en el “chico de oro” de una nueva nación, Internet, ansiosa por coronar a su realeza.

Por el camino, este joven aprendiz de Gatsby, o de Charles Foster Kane, deberá hacer frente a los heridos miembros de la vieja nobleza, representada por los hermanos Winklevoss (interpretados, ambos, por Armie Hammer), que denunciarán a Zuckerberg por violación de la propiedad intelectual -de hecho, la película aclara que este nuevo Bill Gates inventó Facebook mediante el “perfeccionamiento” de la idea de los Winklevoss-. A la postre, el triunfo de Zuckerberg (en el fondo, su vendetta personal contra el mundo) confirmará la preeminencia de su imperio nerd: un reinado en el que el talento informático sustituye al prodigio físico, en el que la cotización en bolsa cuenta más que el prestigio académico o institucional, y en el que el número de amigos de Facebook es el verdadero termómetro del éxito social.

De entre todas estas batallas de egos y rencores, la que sirve de hilo conductor y núcleo dramático de la acción es la que conecta a Zuckerberg con su mejor amigo, Eduardo Saverin (interpretado con determinación y emoción por Andrew Garfield, el próximo Hombre Araña). Una amistad corrompida por la envidia y por la no menos relevante presencia del fascinante y mefistofélico personaje de Sean Parker (un magnífico Justin Timberlake, que sabe transmitir su aura de estrella pop a la figura del creador de Napster). Un enfrentamiento a tres bandas perfectamente modulado por el guión de Sorkin, que disección con claridad la trágica condición de estos chicos: jóvenes a los que se les permite jugar con armas de adulto gracias a los millones de dólares amasados en el mundo de las vertiginosas finanzas del e-business. De algún modo, su juventud es su condena, lo que los convierte en figuras todavía más trágicas que las de Kane y Jedediah Leland enEl Ciudadano (1941) o las de Noodles y Max en Erase una vez en América (1984).

Paradoja Nº 2: Siendo una película ambientada en el mundo de la tecnología y rodada en formato digital, The Social Network luce como un film de corte más bien clásico.
Hoy en día, resulta difícil cruzarse con una película de Hollywood que no apele al universo estético implantado por la tecnología digital. De hecho, el hermanamiento de la pantalla cinematográfica con la de los ordenadores se ha convertido en una suerte de lugar común: las películas están llenas de confesiones vía web-cam, e-mails, videos de YouTube... En este contexto, no hubiese sido extraño que David Fincher, el chico prodigio de la era digital, hubiese convertido The Social Network en un terreno para la experimentación multimedia (una posibilidad sí explotada en el arranque del sensacional trailer del film). Nada más lejos de la realidad. Más allá de algunos planos de pantallas en el arranque del film -cuando Zuckerberg despotrica de su novia en su blog y pone en práctica su primer mini-proyecto web- y del uso de la pirotecnia digital para reunir en un mismo plano a los hermanos interpretados por Armie Hammer, una necesidad narrativa, The Social Network parece aposentarse en los métodos y texturas del modelo clásico. En conjunto, parece un objeto casi anacrónico, con la notable excepción de la extraordinaria y magnética partitura electrónica compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross, ambos de Nine Inch Nails.

No deja de sorprender que en la película de Facebook no haya casi ningún plano de los célebres “muros”, “grupos” y convocatorias de “eventos” de la red social. Aunque, en realidad, la elegante austeridad de la apuesta de Fincher, todavía más contenida que la de Zodíaco (2007), forma una alianza perfecta con el majestuoso trabajo de escritura de Aaron Sorkin, creador de un referente de la pequeña pantalla como The West Wing y de la muy reivindicable Studio 60 on the Sunset Strip. Basado en la obra literaria de no-ficción The Accidental Billionaires, de Ben Mezrich, el guión de Sorkin perfila con todo lujo de detalle el background cultural y las aspiraciones sociales de sus personajes, echando mano de sus características baterías de diálogo -a ratos, el film parece una screwball dramedy-.

Mientras, a nivel estructural, la película se construye a partir de flash-backs, tomando como eje del relato las audiencias preliminares de las demandas a las que se enfrenta Zuckerberg (por parte de los Winklevoss y su amigo Eduardo Saverin). Así, la fuerza dramática de la narración, la fluidez de su estructura en varios tiempos, su humor descarado (al borde del cinismo) y el preciso desarrollo psicológico de los personajes hacen pensar tanto en Shakespeare como en Welles o Griffith. Podría aventurarse que The Social Network es un objeto del siglo XXI, forjado con las herramientas cinematográficas del siglo XX y cimentado sobre una herencia literaria anterior -como apunta con acierto Manhola Dargis en su crítica de The New York Times, la sombra de Balzac planea sobre toda la película-.

Finalmente, para dilucidar las claves del prodigioso trabajo de Fincher, cabe atender al modo en que el director consigue trasladar a las imágenes la rítmica emocional del texto de Sorkin. Funcionando como las sensibles agujas de un electrocardiógrafo, el montaje se entrecorta y los planos adquieren una fuerza cinética en los pasajes más excitantes de la acción -el objetivo es certificar la velocidad del éxito de Zuckerberg y, en la secuencia/videoclip de la regata a remos, manifestar la fuerza física de la antigua nobleza-. Mientras, en los momentos cruciales del relato, cuando la confianza y la amistad de los protagonistas se resquebraja, el trabajo de edición y puesta en escena se concentra de forma pausada, generando el espacio y tiempo suficientes para que el drama adquiera su justa resonancia.

En conjunto, la película muestra a un cineasta en la cumbre de su inteligencia formal, algo que puede tener mucho que ver con la familiaridad con la que Fincher maneja el material narrativo. De hecho, como en El club de la pelea (1999) o Zodíaco, y a diferencia de la menor El curioso caso de Benjamin Button (2008), aquí Fincher trabaja en el marco de un universo marcadamente masculino -de hecho, la película pone de manifiesto el machismo imperante entre cierta juventud norteamericana-. Un mundo de hombres (o más bien chicos) adeptos a la rivalidad y abocados al limbo que se abre entre la sed de victoria y un perenne estado de frustración.

Paradoja Nº 3: El marketing de The Social Network bebe (y alimenta) la mitología de Facebook, mientras la película critica de forma indirecta su faceta más alienante.
No es la primera vez que el marketing de una película juega con la ambivalente relación entre el film y el tema que aborda. Sin ir más lejos, la reciente secuela de Wall Street crítica abiertamente el actual sistema financiero al tiempo que se sirve y ensalza la dimensión mítica del personaje de Gordon Gekko, el “villano” del film de 1987, convertido en el ídolo de varias generaciones de brokers. En cuanto a The Social Network, si bien es cierto que durante su tramo inicial la película se apropia de esa euforia juvenil inherente al funcionamiento de Facebook (la alegría de ser “aceptado” por un amigo o un grupo), su desarrollo y conclusión no dejan dudas sobre el posicionamiento crítico que adoptan sus creadores respecto a la célebre red social.

Y es que no hace falta escarbar demasiado para certificar que The Social Network es una película sobre la soledad. La mirada cercana al film nos revela la soledad del triunfador -asistimos a un cuento moral sobre el precio de la avaricia-, mientras la mirada lejana nos revela algo más. De hecho, puede que Sorkin y Fincher hayan dado con el “Rosebud” de nuestro tiempo, aquella palabra que en boca de Charles Foster Kane representaba la humanidad perdida en su senda de poder y triunfo. El “Rosebud” de The Social Network no es una palabra, sino una tecla en la que el drama de Zuckerberg invoca una aflicción casi universal, un desamparo global: la compulsión solitaria del [F5].

UNA MARIPOSA EN LA ESPALDA de Jacques Deray (GRUPO CÍNECOS, MAR DEL PLATA, ARGENTINA)


Título original: "Un Papillon Sur L'épaule"

Dirigida por Jacques Deray; con Lino Ventura, Claudine Auger, Jean Bouise, Nicole Garcia, Paul Crauchet, Xavier Depraz, Roland Bertin. Guión: Jean-Claude Carrière & Tonino Guerra, sobre una novela de John Gearon. (95 min.)

El gran Lino Ventura protagoniza esta olvidada joya del policial más misterioso y laberíntico de la historia del cine francés. Roland, un marino que ha hecho escala en ... Barcelona para reunirse con su mujer, descubre un cadáver en la habitación contigua a la suya del hotel donde se hospeda. Luego de entrar a dicha habitación, recibe un violento golpe que lo deja inconsciente. Al despertar, ve que ha sido trasladado a una clínica psiquiátrica privada, en la cual el doctor a cargo le reclama un misterioso maletín, y el único paciente le habla de una mariposa posada sobre su espalda, la cual tiene la capacidad de hablar.
Una vez fuera, angustiado por las dudas acerca de aquel fatídico acontecimiento, Roland comienza a investigar qué fue lo que ocurrió aquel día en el hotel, sin imaginar que se verá inmerso en algo que difícilmente alcanzará a comprender.
Jacques Deray -considerado por muchos como el “Hitchcock francés”- era un verdadero especialista en thrillers y en historias policiales, los cuales por lo general tenían como protagonistas a héroes bastante complejos que presentaban una relación bastante ambigua con la ley. En el caso del film que hoy nos ocupa, nos encontramos con Roland, una persona común y corriente que se ve inmerso en una intriga policial que va a colocar su mundo totalmente de cabeza. Ya desde el momento en que Roland despierta acostado en la cama de aquella clínica, pareciera que su mundo se ha transformado en una verdadera pesadilla de la cual no logra despertar. Según el doctor que lo atiende, todo el episodio ocurrido con aquel cadáver en la habitación de hotel no es más que obra de su vívida y frondosa imaginación; una consecuencia del severo golpe que ha recibido en la cabeza. Identificar qué es real dentro del mundo en el cual ahora se encuentra inmerso, será la mayor dificultad del protagonista a la largo del film.
La película está basada en la novela "The Velvet Veil", del escritor John Gearon. Sin embargo, esta relación confusa entre sueño y realidad nos recuerda hasta cierto punto a la obra de Franz Kafka, ya que en más de algún momento se puede comparar la situación de Roland con la del protagonista de la novela "El proceso". Como lo diera a entender el escritor con sus obras, nuestro protagonista llega a comprender que sus sueños son la llave que lo ayudaran a revelar la realidad de lo acontecido. Esto podemos apreciarlo en algunas de las escenas oníricas posteriores al golpe en la cabeza, en la cuales Roland sueña con un pasillo oscuro que presenta una serie de puertas cerradas, las cuales él trata de abrir con desesperación. Esto no es más que una especie de metáfora, en la cual el pasillo oscuro representa la mente del protagonista, más específicamente su memoria, y las puertas no son más que los recuerdos del protagonista, los cuales debido al traumatismo se encuentran ocultos en lo profundo de su subconsciente.
En la novela de Kafka, el protagonista es arrestado una mañana por un crimen que desconoce. Desde aquel momento se verá atrapado en una pesadilla en la cual tendrá que defenderse de un crimen que nunca se llega a conocer, lo que finalmente solo servirá para darse cuenta de que existe un clima de inaccesibilidad a la justicia y a la ley que le impide defenderse de manera justa. En el film, Roland empieza a ser acosado por un grupo de gente que desconoce, los cuales en ningún momento se identifican y cuya única misión conocida es la recuperación de un misterioso maletín que, según ellos, Roland tiene en su poder. Para colmo, aunque el protagonista buscará algún tipo de ayuda de parte de las autoridades, éstos lo toman por loco, por lo que queda totalmente indefenso ante la amenaza "invisible" de la que es victima.
Son varios los interrogantes que se plantean durante el transcurso de la película, y la verdad es que una vez finalizada la historia, son pocas las preguntas que terminan siendo completamente contestadas, por lo que probablemente el espectador no pueda evitar sentir una sensación de desconcierto. Y es que estamos ante una historia donde reina la paranoia y el delirio, donde el peligro está presente en todos los rincones, y donde las personas que parecen ser las más inofensivas no lo son tanto. El protagonista se verá cada vez más atrapado en una tela de intrigas y engaños, donde no sólo se debe preocupar de la búsqueda de la verdad, sino que además deberá resguardar su vida y la de su esposa, enfrascándose en una carrera contra el tiempo, cuyo mayor obstáculo es su propia mente. Es por este motivo que no le quedará más remedio que seguir las instrucciones que le son entregadas, pese a no tener certeza de cuáles son los riegos o las consecuencias de los actos que deberá cometer.
Este film en particular podría ser considerado como una de las apuestas más ambiciosas de la carrera de Jacques Deray, ya que además de las características anteriormente mencionadas, presenta una serie de toques surrealistas que convierten a esta obra en algo especial. El director ha sido bastante hábil al momento de otorgarle al film un halo de misterio y una atmósfera opresiva, al mismo tiempo que invita al espectador a ser parte activa de la historia mediante unos interesantes movimientos de cámara. Quienes contribuyen en gran mediada a construir esta atmósfera de misterio, son los directores de fotografía Jean Bofety y Jean Charvein, quienes realizan un estupendo trabajo al momento de seleccionar las locaciones, las cuales en su gran mayoría dan una sensación de inseguridad, la cual acompaña al protagonista durante todo el transcurso del relato.
En el ámbito de las actuaciones, resulta destacable el cometido de Lino Ventura, quien se lleva todo el peso de la historia. El actor interpreta de manera impecable a este hombre confundido y atormentado, cuya vida comienza a desintegrarse ante sus ojos. Ventura logra que el espectador se identifique de manera inmediata con su personaje, lo que ayuda a que este se involucre más en esta compleja historia. “Un papillon sur l'épaule” es una verdadera joya, la cual permanece oculta en lo más profundo de la arqueología cinematográfica, estamos ante una excelente película, que además de ser una interesante historia de espías con tintes kafkianos, logra embárcanos en un intrigante viaje al subconsciente del ser humano.Ver más