Tantas adjetivaciones dentro de una misma infografía alrededor del peregrinaje, los intereses y las posibilidades de los nuevos cineastas peruanos en su intento por dirigir o producir una película. A la manera de un instructivo o esclarecimiento. Como si un profesional en ciernes necesitara una cartografía para conducirse por la vida. Como si debiera advertírsele sobre los riesgos, peligros, injusticias, mieles, sabores, sinsabores, transas y consensos a los que deberá enfrentarse inexorablemente.
Rousseau decía que la peor manera de hacerle perder el miedo a los niños era asustándolos. Y creo que Homero no visualizó La Ilíada o La Odisea -o la moral de sus personajes- a partir de un cuadro sinóptico reduccionista. De cualquier forma el documento salpica un sinnúmero de clichés, a saber:
“Cine festivalero” (ojo, el cine de Joe Werasethakul es festivalero); “pedigrí nacional e internacional” (el del perro cine peruano); “moral punk” (pregunto ¿por qué no moral hippie, moral mod, moral heavy, moral rasta, moral grunge, moral hip hopera, moral cumbiambera, moral salsera o moral mulizera?); “obra maestra comercial” (¿por qué no obra maestra a secas? o ¿hay un problema con ganar plata y filmar una película lograda?); “mamarracho mercantilista” (por oposición, “mamarracho socialista”); “… ese subgénero del cine peruano de calatas y lisuras…” (ya, las de Leonidas Zegarra ¿y cuáles más?); “la pornomiseria” (¿?); “… filme digno que recibe premios o que, lamentablemente, pasa sin pena ni gloria por el público y los festivales…” –y cita el autor- “LA TETA ASUSTADA, PARAÍSO, CUATRO y TARATA”. Conviene recordar que TARATA es una cinta negada en todos sus extremos; y LA TETA ASUSTADA pasó por varios festivales internacionales y ganó otros tantos. Y si bien no fue un fenómeno de recaudación y asistencia es más que “una película digna” (Oso de Oro de Berlín y candidata al Óscar a Película No Hablada en Inglés, nada más y nada menos).
Sigue diciendo el autor de la nota:
“… la libertad del amateurismo virtuoso…” (digo que Steven Spielberg, P.T. Anderson, Johnnie To y los Hermanos Dardenne son virtuosos, son libres y no necesitan desenvolverse como “cineastas amateurs”; por el contrario, son directores curtidos, que han consolidado su estilo a partir de la experiencia: y siguen experimentando); “… el circuito agotador y controlador de los fondos estatales y europeos…” (el mismo circuito de fondos estatales y europeos que financian las películas de Lisandro Alonso, Bruno Dummont y Abbas Kiarostami, conspicuos exponentes del “otro cine”).
Finalmente el autor pondera la mística del “cine de guerrilla” (¿?) y le da la bienvenida a aquellos realizadores que opten por esta ruta. No se asusten, no es un cine apologista de Sendero Luminoso, no. Es un cine que toma por asalto el sistema de realización y producción de películas hasta ahora conocido (con sus virtudes, vicios, ventajas y vilezas); lo destruye para negarlo; y funda un nuevo orden: el de la ética y estética “honesta” pero hermética, centavera y solipsista (“… tu presupuesto puede ir de 50 a 10,000 dólares…”). El problema del “cine guerrilla” es que sólo puede ser visto por los allegados del director. Es absolutamente minoritario y transita por la delgada línea del fracaso, lo insubstancial, lo ridículo y/o la genialidad.
El gran problema del “independentismo” creativo es que todos quieren ser Godard. Hasta los analistas que lanzan panegíricos y quieren tener el orgullo de descubrir (por fin) al poeta maldito del cine; que acabe de una vez con un estado de cosas tan mediocre como el que nos ha tocado vivir. “Los independientes” quieren vivir los sesenta, el Mayo del 68’ y demás hierbas. Y no se dan cuenta que el tiempo pasó. No hay más mayo parisien, ni maoísmo, ni plastiqueurs. Hay crisis financiera mundial, recesión, inflación, globalización, negocios mundiales, movilidad social, emergencia económica en países como el Perú, conflictividad social, infraestructura deficitaria, degradación ambiental, etc. El mundo necesita cine, refugios, puertas a través del arte, inspiración, substancialidad.
Está claro que el derecho del autor del artículo es expresar su gusto y se respeta. Pero el esquema o infografía que propone no arroja luces sobre la conclusión final; sobre la legitimidad del “cine guerrilla”; por tanto es una arbitrariedad.
“¿Qué hay que hacer para filmar una película en el Perú?” Desde mi humilde lugar: vivir, leer, filmar, equivocarse, acertar, ganar y perder. Y no tomar tan en serio el artículo CINEMA ODISEA.
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