“Es triste no haber resuelto ninguno de estos conflictos"
Cómo rescatar a seis estadounidenses ocultos en la embajada canadiense en Irán, luego de que Carter diera asilo a su ex monarca tirano y una horda revolucionaria traspasara las puertas de la propia embajada para tomar posesión de la sede y 52 diplomáticos más? Tan sencillo como creativo: echando correr la historia, con campaña de prensa incluida, de un apócrifa película de ciencia ficción a rodarse en Irán para ingresar "en territorio enemigo" y, en la confusión, traerse a los rehenes.
La historia ocurrió realmente y tuvo como protagonista a Tony Méndez, un agente de la CIA de carne y hueso, quien ideó la operación, la llevó a cabo con éxito y recién pudo compartirla con el mundo 15 años más tarde, cuando la administración Clinton desclasificó esos documentos de la famosa agencia de espionaje. Y dio el puntapié para que Ben Affleck, 15 años después, filmara su propia versión de los hechos en Argo, un película que combina registro de documental con policial de suspenso y chispazos de autoparodia al cinismo hollywoodense.
"La película es bastante fiel a los hechos", aseguró Affleck en las entrevistas previas al estreno, que en la Argentina tendrá lugar este jueves, y que muestra a la ex pareja de Jennifer Lopez en el rol de Tony Méndez (además de director); a John Goodman (Barton Fink, Educando a Arizona) como el experto maquillador John Chambers, y a otros destacados actores como Bryan Cranston (Breaking Bad), Alan Arkin (Pequeña Miss Sunshine), Kyle Chandler (Súper 8) y Victor Garber (Titanic).
"Creo que sería posible que se repitiera el mismo tipo de colaboración que se dio entonces entre la CIA y Hollywood", especuló Affleck, que para este film (el tercero desde que en 2007 decidió dar un vuelco hacia la dirección, con la premiada Gone Baby Gone (Desapareció una noche) se abocó a reconstruir palmo el contexto histórica de aquel conflicto, con la presidencia de James Carter en franca decadencia (acosado por la inflación y la crisis iraní, como se dio a conocer este conflicto) y el universo árabe apareciendo por primera en el horizonte de la opinión pública estadounidense.
"Recuerdo esa época muy bien", cuenta John Goodman, actor fetiche de los hermanos Coen. "De hecho recuerdo aquellos años como muy opresivos, atemorizantes. Nunca sabías qué podía pasar después. Y menos respecto a los rehenes que estaban en Irán, fueron años tristes y desalentadores."
Así, entre citas a Led Zeppelin (héroes del rock setentista) y al vestuario típico de la época (camisas de cuello ancho, pantalones Oxford, anteojos de marco grueso), Argo acierta en reconstruir un espíritu de época algo melancólico y otoñal que todavía sentía lejano el rejuvenecer colorinche de los años ochenta con la llegada de Reagan al poder y el relanzamiento de la industria del entretenimiento bajo consignas exististas y efectivas.
"Estoy seguro que era más fácil filmar en Irán en 1979 que intentarlo ahora", explicó Affleck cuando se le consultó sobre la posibilidad de haber rodado Argo en el propio lugar de los hechos: Teherán. "Ellos ya conocían el truco, así que hubiera muy difícil hacerles pisar el palito dos veces", graficó para la prensa y confirmó que primero habían decidido remplazar Irán por Turquía, lo que confirma la tirante relación que aún mantiene Estados Unidos con el país árabe más estigmatizado por su política exterior. "La historia se está repitiendo de alguna forma, muchas de las grabaciones de hace 30 años que revisé como investigación para este guión parecen exactamente iguales de lo que estoy viendo en televisión actualmente. Esto me hace pensar que es triste que no hayamos resuelto ninguno de estos conflictos", sostuvo.
Goodman, por su lado, en el papel de John Chambers (el legendario maquillador artístico interpretado por Goodman que supo ganarse un Oscar por su trabajo para El planeta de los simios, además de genialidades como las orejas puntiagudas del Señor Spok de Viaje a las estrellas) ofrece una visión cínica y autoparódica de Hoollywood. "John Chambers era realmente así", dice sobre su personaje que irradia humor y acidez cada segundo que aparece en pantalla. "Tuve oportunidad de conocerlo y confirmar mi idea", reveló.
Hay un momento muy gracioso durante la película en la que Chambers dice que hasta un mono podría cumplir su rol en Hollywood, incluso dirigir. La pregunta que surge inmediatamente es si eso se puede aplicar a Ben Affleck.
John Goodman: –No, claro que no. Él es mucho mejor que un mono, te puedo asegurar.
Bryan Cranston: – Mirá. Yo pienso que es cierto que una parte importante de lo que es dirigir una película corresponde a una correcta aproximación a lo que es actuar y el rol que deben tener los actores. Y eso está predeterminado en el guión. De hecho, los trabajos más fáciles que generalmente nos toca hacer tienen que ver con guiones perfectamente escritos. Por el contrario, cuando la historia es deficiente, vos tenés que salir a cubrirlo con tu actuación. Nada que ver con lo que nos pasó con Argo, donde cada momento dramática estaba muy bien marcado. Y donde simplemente tenías que encajar tu parte como si fuera un scrabble.
John Goodman: –Concuerdo. Ben establece un tono en el set que es muy relajado y confortable. Y que permite a todo el equipo dar lo mejor de sí y hasta arriesgar algunos pasos, sin temor a que luego te recriminen o se burlen de tu audacia.
Alan Arkin: –Como director, es muy meticuloso. Eso es algo que comprobé ahora, pero que ya me había dado cuenta viendo sus dos anteriores films. Su opera prima parecía hecha por un tipo con 15 rodajes encima. Y no, era Affleck en su primera experiencia ahí.
Entre los productores de Argo brilla el nombre de George Clooney, que también luego de sus muy buenas experiencias como director (Confesiones de una mente peligrosa, de 2002), le empezó a tomar el gustito a participar por fuera de la actuación. "Lo lindo de trabajar con George como productor es que ya sabe lo que es filmar una película, conoce por todo lo que tenés que pasar para sacar adelante un rodaje", elogió Affleck. "Viene oficiando de productor hace bastante y realmente me apoyó durante todo el proceso", completó.
Argo, recién estrenada en Estados Unidos con muy buenas críticas (obtuvo un muy buen promedio de 86 puntos), tiene ya un efecto inesperado: el interés del guionista original de la falsa película (en la que se basó el engaño) por realmente concretar el film. "Yo no voy a comprar los derechos para hacerla", aclaró Affleck. "Pero no descarto que aparezca algún interesado real." Una situación que, de concretarse, le daría un nueva vuelta de tuerca a esta historia. «
De muñeco ken a un mini clint eastwood
Los elogios de su amigo Matt. Hasta no hace tanto, Ben Affleck era uno de esos tantos actores "carilindos" en desgracia. Sus películas tipo tanques o blockbusters habían empezado a cortar pocas entradas (pecado mortal para un producto armado para la taquilla millonaria) y “Bennifer”, su resonado romance con Jennifer Lopez, era el hazmereír de toda la prensa chimentera de Hollywood. Gigli, la película que habían filmado juntos y estrenaron en 2003 fue un fracaso comercial (y de crítica) y ya nadie apostaba por la recuperación del ex protagonista de Armageddon, Pearl Harbor y La suma de todos los miedos, por nombrar algunos de sus films más famosos y exitosos. Sin embargo, sucedió: Ben Affleck dio un giro de 180 grados a su carrera y en lugar de actuar, pasó a dirigir sus propias películas. Pero con un talento tal, que muchos empezaron a preguntarse: ¿estamos ante un caso de talento tapado?
Veamos: Gone Baby Gone (Desapareció una noche), su debut como director en 2007, lo mostró seguro en su manejo de un policial seco basado en una novela de Dennis Lehane (el mismo de Río místico) y con su hermano Casey en el protagónico.
The Town (Atracción peligrosa), su segundo largo de 2010, abordó el thriller dramático y la acción callejera y obtuvo excelentes críticas: ya no se trataba de mera casualidad.
Y finalmente está el caso de la reciente Argo, sobre la famosa crisis iraní y su curiosa resolución, que confirmó lo visto antes: se estaba en presencia de un muy buen director con un gran futuro por delante.
"Es un tipo de talento monumental", lo elogió hace poco Matt Damon, su compañero y amigo en la ganadora del Oscar Good Will Hunting (En busca del destino). "Para mí es un caso parecido al de Clint Eastwood. Porque Clint hacía películas de tipos duros y la gente no lo tomaba en serio. Y miren lo que pasó después. Se convirtió en un ícono. Realmente siento que ese es el tipo de carrera que Ben va a tener."
Tal vez suenen un poco exageradas las palabras de su colega Damon, pero el antecedente está. Y es de esperar que Ben Affleck continúe entregando estas películas sobrias, humanas y clásicas, que saben obtener el visto bueno del público, pero sin caer en atajos. Se verá.
Críticas en canadá
El mes pasado, cuando el director Ben Affleck preestrenó su largometraje Argo en el Festival de Toronto, se encontró con una crítica inesperada: su film ponía demasiado énfasis en lo hecho por la CIA estadounidense y dejaba muy en segundo plano la acción del embajador canadiense en Irán, Ken Taylor, quien en la realidad histórica fue una pieza fundamental del rescate.
Fue tanto el malestar que Affleck levantó el teléfono y llamó al propio ex embajador (hoy un hombre de 72 años). "Le dije que entendía que era una película de Hollywood y que eran necesarias ciertas dramatizaciones, pero que nuestra participación había quedado un poco disminuida. Y la realidad es que la CIA fue un actor de reparto en todo esto."
Luego de pasar un par de veladas juntos con sus respectivas esposas, Ben Affleck se interiorizó un poco más del punto de vista canadiense del conflicto y finalmente le agregó el siguiente cartel a su film: "El involucramiento de la CIA complementó esfuerzos de la Embajada de Canadá por liberar a los seis rehenes en Teherán. Al día de hoy, la historia se mantiene como un modelo duradero de cooperación internacional entre dos países."
Fuente y Más información: http://tiempo.infonews.com
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Argo (Estados Unidos/2012). Dirección: Ben Affleck. Guión: Chris Terrio. Con Ben Affleck, Bryan Cranston, Alan Arkin y John Goodman. Fotografía: Rodrigo Prieto. Música: Alexandre Desplat. Edición: William Goldenberg. Diseño de producción: Sharon Seymour. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 120 minutos. Fue sólo por casualidad que el mismo día me tocó ver Argo y Casablanca (en ese orden).
Por supuesto, no se necesita volver a Casablanca para reconocer cuándo una película usa los mecanismos del cine clásico para llevarlos hasta su punto de máxima belleza, pero el doble programa fue igualmente revelador: después de todo, se tratan de dos películas que van a compartir la cartelera por la rara circunstancia (que invita a hacerse por lo menos un par de preguntas sobre la necesidad actual de mirar al pasado) de que los reestrenos se pusieron de moda, y de que un puñado mínimo de directores y guionistas como Clint Eastwood, Aaron Sorkin y, en este caso, Ben Affleck no dejan de retomar esa tradición para revitalizar un cine que muchas veces se pierde en la falta de precisión y nitidez.
En realidad, Argo es el nombre de dos películas: la tercera que dirige Ben Affleck, después de convertirse en un director prestigioso con Desapareció una noche (Gone, Baby Gone) y Atracción peligrosa (The Town), y una extravagante producción de ciencia ficción tipo La guerra de las galaxias que debía filmarse en Irán en 1980, y que sirvió como pantalla para que el agente de la CIA Tony Mendez (el propio Affleck) sacara con vida del país a seis rehenes que habían quedado varados y ocultos en la casa del embajador canadiense, después de que una multitud de revolucionarios atacara la embajada de Estados Unidos en Teherán para exigir la restitución del recién derrocado Sha, que había conseguido asilo político en ese país.
La historia está basada en hechos reales y comparte mucho del espíritu de Invictus en el hecho de celebrar y homenajear a la política ejercida por medios pacíficos, en este caso el ingenio y la creatividad en la invención de un plan bastante osado que evitó lo que podía haber intensificado un conflicto internacional ya bastante difícil (los rehenes de la embajada, que eran muchos más que seis, no fueron liberados hasta 1981 y el caso no sólo arruinó las relaciones entre los Estados Unidos y la nueva República de Irán sino que también tuvo su peso en la derrota electoral de Jimmy Carter contra Ronald Reagan).
Como pasaba en Casablanca, a Argo le interesa lo colectivo o al menos la actuación moral de un héroe en medio de un conflicto que lo excede, y por eso las dos películas no presentan a sus protagonistas sino después de varios minutos. Primero se nos pone en contexto con un relato ayudado de mapas, fotos, carteles, etc. -esos intermediarios entre la ficción y la actualidad en la que quiere insertarse- y luego se nos introduce en una acción tensa y algo caótica donde hay vidas en peligro.
Argo está tan bien filmada que es todo lo contrario de esos comienzos difusos en los que uno no sabe bien qué pasa y opta por no tratar de entender a los pocos minutos; al contrario, el mayor placer de la película proviene de su capacidad para anudar situaciones de tensión extrema alrededor de un detalle concreto, como un teléfono que suena en una oficina vacía y del que dependen varias vidas, o la velocidad con que se coordina una serie de acciones para permitir que un avión suizo despegue o no despegue (de nuevo, ahí está presente el final de Casablanca).
Pero Argo, a diferencia de Casablanca, no tiene ni pretende tener a un Rick Blaine de párpados melancólicos que se lleve todas las miradas: el Tony Mendez interpretado por Affleck pasa por un tipo común, a lo sumo un poco más osado y con una idea más amplia de lo posible que sus compañeros de la CIA (se sabe que inteligencia no es lo mismo que creatividad), que tiene como fondo difuso una separación reciente y un hijo que vive con la ex. Realmente no hay nada demasiado notorio en Tony Mendez, un héroe tan anónimo que el gobierno tuvo que premiarlo en secreto (salvo porque Ben Affleck con sus primeras canas y una barba crecida es una belleza de principio a fin, con un toque juvenil en el flequillo que hace juego con su idea de la película sci-fi), pero en lugar de sentirse como una falta eso cobra sentido cuando se piensa a Mendez como el héroe americano promedio que una secuencia de regreso al hogar con bandera de fondo deja más que claro.
Y de hecho los personajes más atractivos de la película son los productores de Hollywood a cargo de Alan Arkin y John Goodman, que le reponen al “basado en hechos reales” esa otra mitad de fantasía en un mundo de cartón con sus propias reglas -primero que nada, saber mentir, vivir actuando- que se parece tanto a la política, sólo que con un tono más lúdico y festivo, y que termina por filtrarse e intervenir sobre la realidad de una manera tan extraña. Acá no hay historia de amor como la de Ben Affleck y Rebecca Hall en Atracción peligrosa (y mucho menos como la de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en Casablanca), pero sí hay un romance con el cine que ocupa ese lugar y pone toda la emoción en un relato que de otra forma podría resultar un poco impersonal o frío. Esa fascinación con el poder de las ficciones no deja de reconocer, sin embargo, en otro personaje secundario bastante desarrollado como es la ama de llaves iraní del embajador canadiense, que la realidad tiene destinos menos gloriosos que el cine: esa subtrama le pone una gota bienvenida de amargura al conjunto y refuerza esta idea, tanto del cine como de la aventura, como máquinas plurales que dependen para funcionar hasta de sus partes más deslucidas, y si Argo es una de las mejores películas del año es porque a esto, que parece tan simple, hay que tomar mucha sopa para saber filmarlo.
Por Marina Yuszczuk
Fuente y Más información: www.escribiendocine.com
Entretenida, con ritmo, a la vieja usanza, también previsible y superficial, 'Argo' sin embargo es una prueba más del talento narrativo de Affleck. Un buen rato de cine, que es mucho, pero tampoco nada más. Saludos!!!!
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