sábado, 24 de septiembre de 2011

EL CIERRE DEL CAFÉ RICHMOND, por Francisco Sagasti (www.caretas.com.pe)

 
 
 
Acabo de enterarme de que el emblemático café Richmond, ubicado en la céntrica y peatonal calle Florida de Buenos Aires, cerrará sus puertas luego de un siglo de existencia. Esta noticia me hizo recordar conversaciones con amigos argentinos, Jorge Sábato, Amílcar Herrera y Carlos Martínez Vidal, entre varios otros, con quienes departíamos mientras dábamos cuenta de cafés, tés, panecillos y un ocasional Campari con soda.
La cavernosa sala del Richmond, poblada por displicentes mozos de incierta y avanzada edad, nos recibía cual refugio propicio para confidencias personales, discusiones interminables y sesudas especulaciones. Con Sábato intercambiamos información sobre como recuperarse de operaciones abdominales: —“Los doctores no te dicen las cosas importantes que debes aprender antes de tu operación,”— sentenció mi maestro y amigo en alguna oportunidad, agregando con su inconfundible e irreverente estilo —“Por ejemplo, no te avisan que tienes que aprender a mear echado.” El Richmond fue también testigo de sus contundentes críticas a la dictadura militar en Argentina, que complementaba con certeros y burlones artículos en la revista Humor.
El críptico consejo que recibí de Martínez Vidal —“Quedáte piola en el molde”— (“no te sulfures, mantén la calma”), oído por primera vez en una de las mesas del Richmond, reverbera aún en mi mente cada vez que enfrento situaciones exasperantes. Las largas discusiones que sostuvimos con Herrera sobre los avances y limitaciones de la ciencia, regadas con múltiples tazas de te con limón, mantienen su vigencia a pesar de los años transcurridos.
Algo tenía el Richmond que estimulaba la intimidad intelectual y la disposición a escuchar con atención. Sus anticuadas mesas y sillas invitaban a pensar en quienes nos habían precedido en ellas y en las innumerables discusiones que habrían sostenido, aireando discrepancias, logrando acuerdos o simplemente sentando posiciones. En más de una ocasión mi imaginación transformó el murmullo de las conversaciones que nos rodeaban en débil eco de antiguos debates, haciéndome preguntar que había pasado con las ideas que surgieron de ellos, y si es que alguna vez se pusieron en práctica.
No recuerdo un lugar parecido al Richmond en Lima, pero debemos haber tenido unos cuantos. Quizás el Palais Concert del Jirón de la Unión a principios del siglo pasado, que sólo conocí por fotos, crónicas y relatos, podría haber jugado un papel similar. El café Dominó en las Galerías Boza y el Haití en Miraflores fueron escenario de muchas conversaciones de estudiantes universitarios, pero eran más pequeños, ruidosos y modernos, y la estridente intensidad de los debates entre compañeros distaba mucho de los sosegados intercambios en el Richmond.
Las enseñanzas de mis amigos y maestros argentinos estarán siempre asociadas a la especial atmósfera del Richmond; la próxima vez que camine por la calle Florida en Buenos Aires los recordaré con cariño y nostalgia al pasar por su clausurado local.
www.franciscosagasti.com/home.html

1 comentario:

  1. Este café es mencionado en la película "El secreto de sus ojos" que acabo de verla este fin de semana.

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