MI HERMANA Y NICOLE PILLMAN (Por Hugo Contreras y Oscar Contreras)

UNO

Nuestra hermana -como tantas hermanas y mujeres en el mundo- conoció en vida alegrías, logros, penas, satisfacciones, conquistas, retrocesos, emociones, descubrimientos, decepciones. Su actitud frente a la vida fue muy simple y valiente: mirar siempre hacia adelante.
El anuncio de una enfermedad maligna, avanzada, cuestionó severamente esa actitud. Los médicos arriesgaron una prognosis de vida de seis meses, en el mejor de los casos. No más.
Entonces nuestra hermana ajustó su proyecto de vida a unas cuantas metas: más cortas, inmediatas, realistas y a la vez signadas por la incertidumbre. Esas notables metas revelaban sus ganas vivir.
Empezó para ella un "debo ser" muy comprometido: ser (aún) mejor esposa, mejor nuera, mejor hermana, mejor hija, mejor profesional, mejor ciudadana, mejor persona.
Y las horas se transformaron en días, en semanas, en meses. Pasó un año, dos, cinco, siete, nueve. Y las angustias se disiparon por misiones cumplidas e insatisfacciones saludables.

DOS

La enfermedad le pasó factura desde temprano: los trabajos permanentes debieron convertirse en consultorías cortas; el cuerpo se resentía por cosas tan simples como caminar o estar de pie; y ese dolor sacrificado se ofrecía diariamente al altísimo y se sublimaba a través de labores de bien social, voluntariados, prestaciones por el honor de servir.
Una noche descubre en la televisión por cable un programa de talentos artísticos musicales de alcance continental. Allí reconoce a una jovencita limeña, dueña de una voz formidable, a la que había visto y escuchado varias veces en un conocido local de espectáculos en Miraflores. La guapa cantante había dejado el grupo musical retro que integraba; y arriesgaba una aventura solista en directo, ingresando semanalmente a millones de hogares latinoamericanos, a través de un reality que la alejaba de su patria y de su público natural.
Nuestra hermana comprendió entonces la importancia de acompañar el nacimiento de una carrera musical desde el lugar que le tocaba. Porque el mundo de la canción es emocionante; porque a todos nos gusta o nos hubiera gustado ser cantantes; y porque en el fondo a todos nos gusta ser mecenas de nuestros ídolos. Eso explica el éxito de esos shows televisivos, su audiencia millonaria, la generación de pasiones enormes. Y también el hecho de que nuestra hermana haya asociado la lucha de esa cantante juvenil con su propia lucha; que se haya visto reflejada en su vocación, en sus ganas de aprender y de ganar. El “debo ser” una vez más.
Al lado de su esposo, de su mamá y de sus hermanos, Patricia -nuestra hermana- siguió todos y cada uno de esos programas; todas y cada una de las intervenciones de su cantante favorita; al tiempo que se rehabilitaba de sus sesiones de quimioterapia.

Veíamos juntos como en Latin American Idol ocurría un cabildeo intenso cada semana: los participantes procuraban el apoyo del público a través del voto virtual (por internet o SMS) luego de sus  performances y de la evaluación de un jurado implacable. Esos muchachos y muchachas cantantes, prospectos de super estrellas, provenientes de toda nuestra America Latina, querían triunfar, consolidar sus carreras, tener su propio club de fans y hacer mejor la vida de millones de jóvenes como ellos, con sueños, con esperanzas y con ideales.

TRES

Estando próxima la irremediable partida de nuestra hermana, Nicole Pillman supo de su gravedad. Dejó ensayos, compromisos, su propia agenda, y una mañana fue a visitarla a la clínica. Su fan número uno agonizaba.
En esa visita, Nicole cantó para mi hermana una de sus canciones favoritas, a la que le siguió otra. Esa sola presencia nos dio tanta fortaleza; reconfortó tanto a la familia -para las horas subsiguientes cuando la condición de Patty devino en crítica- que, como hermanos, nos propusimos registrarla en este texto y conservarla en la memoria después de la partida de Patty, nuestra hermana.

CUARTO

El mundo del espectáculo, en nuestro medio y el exterior, está signado por la crónica amarilla, el escándalo o las maliciosas fabulaciones sobre los ámbitos privados de las estrellas.
El esposo, la madre y los hermanos de María Patricia creemos -en cambio- que existe también otra privacidad de las estrellas, que pocas veces aparece en los medios. Y es aquella que muestra a los artistas en la grandeza de su humanidad, de su compasión por el que sufre; y de su ternura hacia el prójimo.
Nicole Pillman y su mamá, lo demostraron en momentos particularmente dolorosos para nuestra familia.
Por eso queremos tanto a Nicole Pillman. Por eso la seguiremos y apoyaremos siempre, en su carrera artística. Nuestras oraciones y nuestro pensamiento la convocan ahora y siempre. Nicole, gracias por compartir nuestra angustia y dolor. Y por haber conocido a María Patricia. Por mejorar la vida de Patty.

Nicole, no cambies jamás, sigue siendo como eres.