Quién manda
Por Francisco Durand (*)
No hay peores tuertos que los que se tapan un ojo y no quieren abrirlo. Solo ven una dimensión de los problemas y no las tres que deberían. Hablan de inversión, pero no se percatan de la enorme concentración del poder económico y de los privilegios que tienen. Otros hablan de democracia, y representantes del pueblo, pero no del efecto que tiene el poder económico en el gobierno, que goza de acceso privilegiado.
Para los que quieran abrir los ojos, la clave es la teoría de la “captura del Estado”. Nos permite observar realistamente lo que sucede en el capitalismo actual, sea el global (crisis de Wall Street), o la versión Tico que aquí practicamos (ese capitalismo aparentemente novedoso, barato, chiquito en lo social, y sin ningún chasis que lo defienda cuando se desbarranque).
Véase al respecto el blog de Daniel Kauffman, que habla de la “captura” en la economía mundial, y las dos modalidades de corrupción (la ilegal, tipo Rusia, o la legal, tipo EUA). Mejor aún, leáse el libro de próxima aparición en Londres de Peter Utting y Carlos Márquez de Naciones Unidas de Ginebra (Research Institute for Social Development). Sostienen que la crisis global del 2008-2009 indica un problema de captura.
En efecto, los congresos y los ejecutivos de los países desarrollados están tan penetrados por el capital financiero que los han paralizado desde dentro. Lograron un salvataje que les conviene porque salva a los bancos, y a los malos empresarios que provocaron la debacle abusando de la desregulación neoliberal que ellos mismos promovieron. Hoy siguen al mando con todos sus privilegios, violando una de las leyes fundamentales del mercado, que el que fracasa sale. También se habla de “captura regulatoria”. Ocurre cuando los intereses económicos penetran los aparatos estatales de supervisión del poder económico. Para el caso peruano, me remito a los artículos de José Távara.
La puerta giratoria es un concepto clave en el análisis de la captura a nivel global y local. Su accionar se observa cuando los intereses económicos se proyectan al Estado para que una serie de personajes entren y salgan del sector público al privado, o viceversa, manteniendo siempre una agenda privada. La puerta giratoria es un flujo organizado, donde las corporaciones manejan los nombramientos al influir en los políticos, a quienes financian y cortejan. Es así como se perpetúa una situación de subordinación del interés público al privado. Estas actividades de “captura” se complementan con el lobby, donde se actúa desde afuera del Estado en función a causas más concretas. Digo complementario pues lo central es la presencia corporativa de personajes al interior del Estado.
Bien vistas las cosas, este “manejo empresarial del entorno” es más completo, al punto que el capitalismo actual, por primera vez, ha logrado tener una visión de conjunto para tomar control de todos los problemas que puedan afectar el clima de negocios, y atacarlos con su ejército de profesionales, sean sicólogos o antropólogos.
Hay más. Se han formado grandes corporaciones mediáticas (a veces propiedad de corporaciones como GE o Disney en los EEUU), que pautan los temas, e informan y comentan siempre a favor del mercado y en contra de las protestas sociales. Hacen denuncias, pero se concentran en revelaciones de políticos y celebridades, no de los grandes empresarios y propietarios, salvo una que otra figura que cae en desgracia, caso del estafador neoyorquino Bernard Madoff.
No olvidemos la proyección de las corporaciones hacia la sociedad civil con logos que defienden un modo de vida consumista. Es la nueva forma de felicidad, amoral e individualista. Véase en el Perú el centro comercial de Asia, el lugar más feliz del país. Allí incluso los parques están llenos de arte empresarial de mal gusto. Nos niegan el placer estético de una verdadera obra de arte y se nos agrede visualmente con toda clase de propaganda. El consumismo mantiene a la población sumergida en deudas y políticamente pasiva, al punto que muchos no se dan cuenta qué interés pagan, por qué les hacen cargos o recargos, ni cómo pueden priorizar sus necesidades y superar la condición de deudores eternos.
Finalmente, una mínima inversión de las corporaciones en proyectos de “responsabilidad social” que ningún observador independiente puede evaluar; las obras de una que otra fundación, con el gigantesco logo respectivo; terminan de cerrar el círculo de este nuevo “sistema de dominación global”.
Allí el Perú está sumergido en profundidades oceánicas porque el poder económico está más concentrado y extranjerizado que influye sobre un Estado permisivo y empírico. Si todavía se duda de esta realidad, abra los dos ojos y observe las decisiones que en el Perú han tomado los políticos cuando se trata de intereses económicos: las exoneraciones tributarias con alto costo fiscal, los contratos de estabilidad tributaria negociados discretamente, cuyo contenido no se publica (aunque tiene “rango de ley”, y que con excepciones las empresas suelen renegociar a favor suyo); la renta básica telefónica, las comisiones de las AFPs, o el caso aún más emblemático, el “óbolo” voluntario minero, que evitó aprobar el impuesto a las sobreganancias. Más recientemente, la rebaja inconsulta y abrupta de los aranceles del actual gobierno, las concesiones portuarias de Ancón y Paita o, para mencionar un caso dramático, las normas que privilegian la expansión del sector privado sobre tierras comunitarias ancestrales que dieron lugar al Baguazo del 2009. Esto no quiere decir que “todos se venden” y que son omnímodos, pero aspiran a la intocabilidad y en condiciones normales son el sector no solo más privilegiado de la sociedad sino el más influyente.
¿Alguien puede dudar todavía quién tiene la sartén por el mango? Por si todavía no lo sabe, nos referimos a las grandes corporaciones transnacionales y unos cuantos grupos de poder económico nacionales políticamente conectados. La consecuencia de esta “captura del Estado” es que se pierde el sentido de la identidad nacional y del interés público porque se subordina a la lógica del gran inversionista, así sean extranjeros.
Y si no me creen, observen con cuidado la próxima elección. Harán competir a los políticos para ver a quién financian. Los llevarán en avionetas privadas a sus mítines públicos. Luego los harán viajar a Washington y Nueva York, apenas elegidos.
(*) Sociólogo graduado en la PUCP. Ph D. por la Universidad de Berkeley, California. Ha estudiado las relaciones entre el empresariado y el poder político, sobre lo cual ha escrito numerosos libros y artículos. Actualmente ejerce la docencia en la Universidad de Texas en la ciudad de San Antonio.
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