http://elcomercio.pe/impresa/notas/efectos-viraje-humala/20111127/1339957
Escribe Víctor Andrés Ponce.-
La decisión del presidente Ollanta Humala de respaldar el proyecto Conga en Cajamarca y enfrentarse a los chantajes extremistas ha modificado el panorama político. Echando mano de viejas geografías, se podría decir que hoy la ‘derecha’ respalda al régimen y la ‘izquierda’ está desconcertada. Un sector radical, inclusive, se declara en guerra contra el Estado. Sin embargo, considerando que en los últimos diez años la democracia se ha sacudido hasta los cimientos con estas protestas (Arequipa y Bagua, por ejemplo), ¿cuál es la fórmula del régimen para resolver los más de 200 conflictos sociales que reporta la Defensoría del Pueblo?
Humala no tiene un partido propio y sus relaciones con la izquierda entran en observación clínica. El Estado está fragmentado bajo una regionalización que ha creado 24 presidentes regionales, muchos de ellos malos gobernantes, que tienden a culpar a la administración central hasta de la falta de lluvias. El margen de maniobra del régimen es estrecho, sobre todo, si recordamos cómo Toledo y García sudaron la gota gorda con el asunto y, al final, se remangaron la camisa y se lavaron las manos. En este contexto, ¿es descabellado pensar que Humala militarice la respuesta al conflicto social? Hasta por leyes físicas de espacio es una real posibilidad. El tema ya está sobre la mesa y el propio Alejandro Toledo acaba de anunciar que saldría a las calles si el gobierno se inclina por semejante opción.
La militarización de cualquier respuesta no solo sería ineficaz para resolver los conflictos sociales sino que resucitaría los fantasmas autoritarios que rondan el Perú desde las elecciones del 2006. La propia gobernabilidad del país pasaría a cuidados intensivos. Sin renunciar a la autoridad y al ejercicio de la ley contra los extremismos, quizá el único camino que tiene el régimen es desarrollar un gran pacto con fujimoristas, toledistas, apristas, pepecistas y demás fuerzas políticas, de modo que el Estado vaya a la provincia y, mediante una política de diálogo, se demuestre que los dirigentes radicales no defienden el medio ambiente ni a los pobres sino que representan un proyecto bolivariano y autoritario.
Es evidente que la decisión de Humala, de respaldar el proyecto Conga, seguirá causando explosiones nucleares en el tablero político. No sería nada extraño que Alejandro Toledo y Perú Posible se corran a la izquierda y, por momentos, se mimeticen con los discursos extremistas. Tampoco sería nada extraño que Humala nos sorprenda con una alianza con el fujimorismo de consecuencias inesperadas. Así suceden las cosas en una democracia sin partidos políticos, pero, en todo caso, existen buenas señales. El presidente parece que ha optado, aunque siempre vale dormir con un ojo bien abierto.
(*) Escritor y periodista consultor ILD
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