http://www.elpais.com/articulo/cultura/joya/perdida/Beach/Boys/elpepicul/20111106elpepicul_4/Tes
Escribe Diego Manrique.-
Atención: conviene hacer el ejercicio mental de retroceder
musicalmente hasta 1966 y prescindir de lo que vendría después. Los
Beatles reinaban sin discusión pero había un grupo californiano al que
los de Liverpool -especialmente, Paul McCartney- seguían con envidiosa
atención. Lo extraordinario es que los Beach Boys no parecían auténticos
competidores: tenían una imagen de surfistas sin complicaciones. En los
albores de una revolución cultural, los Chicos de la Playa lucían
inocentes y banales.
Los Beatles seguían entonces al grupo californiano con envidiosa atención
Los Beatles, sin embargo, estaban pasmados ante su Pet sounds.
Por las exquisitas voces, naturalmente, pero también admiraban la
brillantez de su producción: en Los Ángeles había estudios mejores que
Abbey Road, soberbios músicos y arregladores imaginativos. Sin olvidar
las sublimes composiciones de Brian Wilson, que ya reflexionaba sobre el
paso del paraíso juvenil a la madurez.
Sin embargo, los Beach
Boys tenían puntos débiles. Su entorno no compartía el anhelo creativo
de Brian, que quería grabar, glup, "la sinfonía para Dios de un
adolescente". Ahora evocamos los sesenta como un Himalaya de cumbres
deslumbrantes pero, en 1966, unos músicos de clase media, como los
hermanos Wilson, confortables con su éxito, podían preguntarse si
estaban cometiendo un suicidio comercial por cambiar tan radicalmente de
registro.
Y luego estaba la frágil psique de Brian Wilson. Alistó
como ayudante al prodigioso Van Dyke Parks, aunque la relación se
deterioró. Seguramente, no ayudó que, durante las sesiones para la
continuación de Pet sounds, consumiera cantidades de marihuana y
anfetamina. Era una situación de alta tensión, con un grupo renuente, la
discográfica alarmada ante un presupuesto desbocado y la intimidante
presencia de algunos de los músicos mejor pagados del negocio.
Brian Wilson no aguantó tanta presión. Tiró la toalla y se olvidó de lo que iba a ser Smile (originalmente, Dumb angel).
Hubo explicaciones absurdas: se registraron varios incendios alrededor
del estudio United Western y Brian temía que fuera culpa de una canción
suya llamada The elements: fire. Eso sí, se rescataron bastantes temas, como Heroes and villains, Surf's up y el pináculo del grupo, Good vibrations.
Así que Smile
quedó como el más famoso álbum inacabado que nunca llegó a escucharse.
En realidad, debemos puntualizar: el elepé tenía hasta portada, un
dibujo naif de una tiendecita que sirvió para ilustrar diversas
ediciones piratas de las legendarias cintas. En 2004, el mismo creador
retomó el proyecto como solista, grabándolo de nuevo y editándolo como Brian Wilson presents Smile.
Ese modelo de Smile
es el que han seguido dos expertos en los Beach Boys, Mark Linett y
Alan Boyd, que han revisado las 70 bobinas -de cuatro y ocho pistas- que
se conservan. Según ellos, entre el 80% y el 90% de Smile ya estaba grabado; solo faltaba el empujón final, que Brian no llegó a dar.
El recién publicado Smile
(EMI) esconde una labor titánica. En 1966, Wilson estaba fascinado por
lo que llamaba "grabaciones modulares", que eran pequeños fragmentos
musicales que luego encajaría en collage. También le encantaban los efectos de sonido o los ruidos aptos para ser integrados en su majestuosa música.
Smile
está disponible ahora en un doble CD y en una caja de lujo, con libro,
cinco CD, dos elepés y dos sencillos de vinilo. En ambos casos, se nos
presenta el puzle ya armado y piezas destinadas al rompecabezas. Podría
pensarse que solo profesionales de la música y la grabación pueden
necesitar un disco entero de fragmentos de Good vibrations pero el éxito de la anterior caja exhaustiva, correspondiente a las sesiones de Pet sounds,
revela que hay bastantes fanáticos felices de, por lo menos, tener la
posibilidad de experimentar a los Beach Boys y sus mercenarios en plena
faena.
Lo que descubrimos hoy es un grupo en expansión, explorando
delicadas orquestaciones, lejos del impacto apabullante de Phil
Spector, el maestro de Brian Wilson. Se trata de un pop fantasioso, que
solo en tiempos recientes se ha convertido en tendencia, con grupos como
Flaming Lips o Animal Collective. Algunos lo llamarán psicodelia pero
en realidad era una extensión del trabajo de clásicos como Aaron Copland
o George Gershwin. Los Beatles tenían razones para preocuparse: de
salir en su momento, en 1967, Smile no habría eclipsado Sgt. Pepper's pero sí habría relativizado sus méritos.
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