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En 1543, Copérnico revolucionó la astronomía con su libro De revolutionibus orbium coelestium.
A partir de entonces, la tierra ya no sería el centro del universo,
sino uno de los muchos planetas que giran alrededor del sol.
El 5 de agosto de 2011, Standard & Poors (S&P), con su downgrade de
Estados Unidos a país AA+, revolucionó el sistema financiero mundial.
Estados Unidos ya no es el centro del sistema, sino solo uno de muchos
países, colocado por debajo de Liechtenstein, Luxemburgo y otros catorce
países AAA.
La teoría de Copérnico enfrentó resistencia por parte
de la jerarquía católica, que rehusó descartar su idea antropocéntrica
del universo. De la misma forma, Timothy Geithner, secretario del Tesoro
de Estados Unidos, trató de desprestigiar la metodología de S&P. El
presidente Obama aseveró que el suyo siempre será un país AAA, y Warren
Buffett, el tercer hombre más rico del mundo, declaró: “Para mí,
Estados Unidos es AAAA.”
Los mercados coincidieron con S&P.
En las dos semanas posteriores al 5 de agosto, el índice accionario
S&P bajó seis por ciento, y el oro –máximo indicador de
desconfianza– subió un once por ciento a un nivel récord arriba de 1,800
dólares.
El downgrade va más allá de un trastorno
temporal de los mercados. De un golpe pone en relieve cinco realidades,
relativamente nuevas y relacionadas, que podrían determinar el curso del
siglo XXI.
1. El fin del excepcionalismo de Estados Unidos. En el
acuerdo de Bretton Woods de 1944, Estados Unidos se estableció como el
centro del sistema financiero global. El oro se fijó contra el dólar en
35 dólares por onza, y el dólar se estableció como la moneda de reserva
del sistema financiero global. El rompimiento por Nixon de la relación
oro/dólar el 15 de agosto de 1971 fue la primera grieta en esta
estructura. Ahora, exactamente cuarenta años después, el downgrade la
derrumba. Estados Unidos es como cualquier otro país, sujeto a las
mismas reglas y a los mismos castigos si se las rompe. Por tamaño de
mercado y por usos y costumbres, el dólar sigue siendo la moneda de
reserva dominante, pero parece ser solo cuestión de tiempo (que puede
ser largo: véase la libra que duró treinta años como moneda de reserva
después del ocaso efectivo del imperio británico) para que otra moneda
–o metal u otro invento humano– la iguale, o rebase, en esta función.
2.
La emergencia de los mercados emergentes. Estados Unidos no es el único
país desarrollado con problemas. Japón lleva casi veinte años en
estatus de downgrade (actualmente es AA-). La Unión Europea
está tambaleándose por el euro, una moneda problemática desde su
concepción por ser producto de una unión monetaria sin unión fiscal. En
contraste, los países emergentes muestran una solidez financiera mayor
que los desarrollados y, en su conjunto, están empezando a realizar su
potencial geográfico y demográfico. Este año, los mercados emergentes
representarán por primera vez más del cincuenta por ciento de la
producción global (medido en términos de poder de compra), y en la
última década han representado el 75% del crecimiento global.
3.
La financialización de la historia. Las finanzas siempre han sido
importantes para el poder político –véanse la Venecia de los siglos XI a
XV, la Holanda del XVII, la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX, y los
propios Estados Unidos del siglo pasado–, pero nunca habían sido tan
dominantes como ahora. De repente, el país se siente juzgado como un
fracaso en todo, aunque el downgrade solo haya sido un juicio
sobre su solidez financiera. La confianza de los estadounidenses está
por los suelos. Ahora le llaman a Barack Obama el Downgrade President.
4.
La incultura financiera de los políticos. Estados Unidos llegó a este
punto por la incultura financiera de sus políticos. El proceso
presupuestario es tan complejo que ninguno de los participantes lo
entiende: ni senadores, ni congresistas, ni mucho menos el propio
presidente. No consuela que lo mismo suceda en Europa y Japón.
5.
La corporatización del pensamiento. Esta revolución en el pensamiento no
proviene de un polímata solitario (Copérnico) o un filósofo barbado
(Marx) o de un científico estrafalario (Einstein), sino de una
empresa cotizada en bolsa (S&P), con batallones de analistas y
contadores, escalas y mediciones. Hoy son las empresas –Apple, Google,
McKinsey, Pfizer, Samsung o Tata– las que piensan lo impensable y
cambian nuestras vidas, incluso más que las personas.
Copérnico
tuvo un efecto inmediato sobre la religión: sus ideas heterodoxas
abrieron camino al protestantismo. Pero su efecto más revolucionario y
duradero fue sobre la ciencia. De la misma manera, el efecto inmediato
del downgrade ha sido sobre los mercados. Pero las
implicaciones más profundas y duraderas de este acto sorpresivo de una
empresa norteamericana tardarán mucho más en asimilarse. ~
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