domingo, 25 de abril de 2010
EL PAÍS CON DOS PAISAJES (Escribe Alfredo Barnechea)
Alfredo Barnechea
LA MAYORÍA DE UNO - Diario Correo - 25.04.10
http://www.correoperu.com.pe/correo/columnistas.php?txtEdi_id=4&txtSecci_parent=&txtSecci_id=84&txtNota_id=337209&txtRedac_id=Barnechea
Es siempre la misma sensación. Uno viaja, y encuentra el hermoso, y antiguo, país, en movimiento. Regresa, y es esa esfera pública enrarecida, plena de escándalos. Como si fuera un país con dos paisajes: uno, de verdes forestas iluminadas por el sol, y otro, un paisaje lunar, árido y desconsolado.
En el paisaje lunar, a cada paso la grieta de un conflicto local. Casi siempre ligado a un recurso del subsuelo -mineral, hidrocarburo, agua-, o alguna construcción -carretera, o hidroeléctrica-. Es decir, cosas que aumentarían el capital físico del país.
Pero alguien se opone ¿Quiénes? ¿En nombre de qué? ¿Qué representan esos conflictos? De alguna manera, la democracia es la organización de los conflictos en torno al reparto económico. En las sociedades desarrolladas, es la división de los partidos en el Parlamento en torno a la discusión del presupuesto, que no es sino cómo se divide la "torta" de una nación. Donde la política no está desarrollada, ese conflicto se da en la calle.
Sobre todo en los países con recursos naturales ¿Cómo distribuimos la "renta natural"? ¿Qué le toca a cada parte? Detrás de cada conflicto, este es el problema.
Hay dos maneras de responder al problema (si puede llamarse problema a eso) de las riquezas naturales. Una es seguir el camino de los países africanos: Nigeria o Zaire están entre los países más ricos del mundo, pero producen Mobutu. La otra es Noruega, que tiene hoy el segundo fondo soberano más próspero del mundo. Chile quiere imitar el modelo noruego ¿Cuál vamos a seguir en el Perú? Esos conflictos los mueven minorías, pero minorías organizadas. Las mayorías están "sub-representadas", o "des-representadas" si puede usarse la expresión ¿Por qué? Entre otras cosas porque no hay partidos nacionales, que "crucen" el territorio, y comuniquen las demandas locales a las instancias centrales. No hay "correas de transmisión". Y no hay Estado. Ya no hay ni prefectos, palabra que venía del imperio romano -y del latín: praefectus, "estar delante de".
Ese vacío de Estado y partidos, lo llena la "sociedad civil", las ONGs. Partidos sin votantes. Sin representación. "No representamos gentes", parecen decir, "pero representamos valores".
Y esos valores -la santidad de la naturaleza, los derechos humanos- son "universales". Tienen atractivo en los países ricos, de donde viene el financiamiento y la publicidad. James Cameron, el director de Avatar, viaja al Brasil para oponerse a una hidroeléctrica. Nadie le pregunta quién le prende las luces la noche del Oscar.
Aparte del dinero, y los medios ¿por qué las minorías "vociferantes" logran tener frecuentemente éxito? Porque no hay quién "intermedie" los conflictos. No hay partidos. Es una consecuencia adicional de la crisis de la política.
En las elecciones de octubre, volveremos a ver que ganan los frentes regionales, sin conexión con un partido "nacional", y sin conexión además entre ellos mismos. Pero con riqueza natural en las manos, y crecientes recursos públicos.
El único partido "nacional" es el APRA, pero está perdiendo la oportunidad de transformarse en un partido moderno, aprovechando su riquísima historia, en la línea de lo que hizo Felipe González con el PSOE español, y está limitándose a ser una máquina electoral.
El Perú no tiene hoy un problema económico. Por el contrario, China y la India, donde están 4 de cada 10 habitantes del planeta, le da una "ventana de oportunidad" prolongada para "saltar" al desarrollo.
El problema es político. El Estado no funciona bien, la democracia está desacreditada por los escándalos, y hay una brecha de gobierno entre "centro" y "periferia", entre gobierno central y gobiernos regionales y locales.
Por supuesto, esta crisis de la política es mundial. Desde la caída del Muro de Berlín, no hay "utopías", "cuentos" globales, reconfortantes, que contarle a los ciudadanos. Sólo "gestión", buena, regular o mala. Y casi ningún líder mundial, con la excepción de Mandela, tiene la talla de los grandes líderes de antaño. Tony Judt, uno de los grandes ensayistas contemporáneos, ahora postrado con la enfermedad de Lou Gherig, ha escrito en su último libro, Ill Fares The Land: "políticamente, la nuestra es una edad de los pigmeos".
¿Cómo remediar este "déficit democrático"? Cuando una sociedad está fragmentada (y todos los indicios es que la peruana es hoy una sociedad "móvil", en tránsito, con sectores sociales "porosos", no "encuadrada" en ninguna representación política), la respuesta ha sido siempre: o "bonapartismos" para imponer cierto orden, dirección, o, en democracia, construir coaliciones. Viajando intensamente por el Perú este último año, me he preguntado si las regiones pueden servir como la base para una coalición. Porque, ¿cómo acercamos los dos países? ¿Cómo domeñamos el árido y crepuscular paisaje lunar, y potenciamos, "al norte del futuro", el otro paisaje, de grandes horizontes, el nuevo país de grandes clases medias y provincias en crecimiento? Hablamos ya del Bicentenario de la República, pero acaso por primera vez de verdad, en todos estos doscientos años, es ahora cuando tenemos el futuro en las manos.
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