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30 marzo, 2010 - 08:26 - Juan Cruz (*)
La tentación del fracaso
Ayer me decía Juan José Millás que un antecedente literario de lo que ahora llamamos blogs es La tentación del fracaso, el conjunto de diarios del escritor peruano Julio Ramón Ribeiro. La casualidad librera hace que este libro esté al lado justo de donde yo escribo cada día, así que lo agarré en seguida y anoche estuve embebido en esa prosa autodestructiva y diáfana en la que aquel escritor flaco que vestía de blanco pero subrayaba de negro todo lo que veía describe su vida diaria, desde los años 50 del pasado siglo hasta 1978. La edición que tengo es la de Seix Barral, y estuve subrayándola, como si temblara el bolígrafo a medida que se hacía más evidente la despiadada rotura de los espejos en los que se miraba el autor de Los gallinazos sin plumas. Ese carácter autodestructivo, apoyado en una prosa exquisita que él desprecia cada vez más, recuerda ahora la actitud literaria (y vital) de Fernando Vallejo, el escritor colombiano de El don de la vida, que como Ribeiro es delicado de aspecto, enjuto, pero escribe como si fuera una piedra contra los bienpensantes y contra los burócratas. "Mi sensibilidad se ha agudizado en París hasta límites enfermizos", escribe Ribeiro en una entrada de septiembre de 1953. Había dejado los diarios, se hallaba indignado con la vida, y despreciaba la vida cotidiana en aquella ciudad sofisticada y estúpida. En ese momento decía: "No puedo soportar a una persona más de cinco minutos, un resplandor crudo me produce desvanecimientos, una mujer bonita me sacude como un puñetazo, una situación embarazosa me pone al borde del llanto. Parezco un molusco cubierto de pequeños cuernos retráctiles, que se repliegan al contacto del mundo exterior". Los diarios de Ribeiro son así, lúcidas luciérnagas oscuras. "Hay algo que anda mal en mí y que me hace inepto para la felicidad". Sus libros parten de estos materiales; como él dice, a veces los libros son mensajes cruzados con estos diarios. Leerlos es tocar a un hombre que era un escritor, alguien que se sacude la solemnidad de vivir y se apresta a conducirse como un mendigo, desapareciendo, siempre desapareciendo, como si su cuerpo fuera una carcasa y al fin vacío. Un antecedente de los blogs, dice Millás. Un antecedente de los blogs y del propio proceso mental de la escritura: antes de que ésta se produzca él la tacha, con violencia él es el primero que se hiere, a primera sangre.
(*) Juan Cruz, escritor y periodista canario, adjunto a la dirección de EL PAÍS. Su último libro es 'Ojalá Octubre', y el próximo, 'Toda una vida preguntando'. Es autor de 'Una memoria de EL PAÍS'.
"El gran error de la naturaleza humana es adaptarse. La verdadera felicidad estaría constituida por un perpetuo estado de iniciación, de sucesivo descubrimiento, de entusiasmo constante. Y aquella sensación sólo la producen las cosas nuevas que nos ofrecen resistencia o que aún no hemos asimilado. El matrimonio destruye el amor, la posesión mata el deseo, el conocimiento aniquila el placer, el hábito la novedad, la destreza, la conciencia. Ser el eterno forastero, el eterno aprendiz, el eterno postulante: he allí una fórmula para ser feliz. Una fórmula sin embargo difícil. La naturaleza humana reclama la estabilidad. La estabilidad en el amor, en la residencia, en el pensamiento. Hay en nosotros una pesada carga de sedentarismo que nos obliga a vivir en un sitio, querer a una mujer, permanecer fiel a una ideología. Y esto es terrible pero necesario. Necesario porque tiene sus compensaciones, y porque hace posible, además, la vida social. El nomadismo, como lo concibo –geográfico e intelectual- produciría una sociedad anárquica y primitiva, constituida por hombres egoístas y dispersos. Quién sabe, sin embargo, si esto sería lo mejor. Por lo menos cada uno sería feliz –lo creo al menos- y ésta es ya una razón suficiente."
Julio Ramón Ribeyro (París, 28 de enero de 1.954)
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