sábado, 12 de junio de 2010

EL GRAN CÉSAR CALVO, EN EL RECUERDO


Las vivas y entrañables evocaciones del poeta Rodolfo Hinostroza -en dos entregas sucesivas de la revista CARETAS- sobre el genio y figura de César Calvo, nos motivan a reservar un espacio de UN MUNDO PERFECTO a tan vital, creativa e influyente personalidad de las letras peruanas del siglo XX. 
Óscar Contreras Morales.- 

Entrevista (1995)
DOMINGO TAMARIZ LUCAR

CUENTAME de la primera vez que hablaste con Chabuca. -
La conocí en casa de Mané Checa Solari. Había una reunión. Creo que estaba Szyszlo, creo que estaba Blanca Varela, César Durand. Y entonces estaba Chabuca Granda, guapísima, muy hermosa. Sería el año '61. Entonces yo me le acerqué intempestivamente, y le dije: Señora, yo me llamo César Calvo. Me miró medio desconcertada, como preguntando ¿qué?, y yo le dije, sabe, quiero que me disculpe una cosa, yo soy mitómano de profesión. Entonces me miró con terror. Yo ando diciendo que la canción Puente de los Suspiros, que usted acaba de dar a conocer me la dedicó a mí; que yo soy el poeta ahí que la espera en el puente. Yo en esa época vivía en el Puente de los Suspiros, en la bajada, en el 363. Chabuca estaba asustada. Yo quiero pedirle un favor, no me desmienta cuando le pregunten. Y ahí empezó una amistad que no ha terminado nunca.
-¿Qué es lo que te cautivó de ella?
-Mira ve. Un hombre que conoció a Chabuca y no se enamoró perdidamente de ella, no es hombre. Tiene que haberse enamorado de Chabuca. Todos los que la rodeábamos la seguimos amando; hombres, mujeres y patos, estamos enamorados de ella para siempre. Y Chabuca tuvo el suficiente tino de darse cuenta que conmigo iba a ser una pérdida de tiempo lo del romance. Nunca lo aceptó. Me rechazó. Me dijo que prefería mil veces ser mi amiga toda la vida y no ser mi amor eterno de un solo día.

-¿Cómo se desenvolvió la amistad entre ustedes?
-Esto nunca lo he contado. Al comienzo me mortificó, me dolió en mi vanidad, pero después comprendí que era una mujer, además de hermosa, sabia. Porque andando el tiempo me demostró que era mucho más positivo, más bello para nosotros, ser amigos, entrañablemente amigos, y no efímeramente eternos.

-¿Cómo componía Chabuca?
-De la manera más diferente siempre. Pero era perfecta. Cuando decía esto ya está, ésa era una obra perfecta. Yo soy testigo de su evolución, más literaria que musical. Porque musicalmente ella es un genio de nacimiento. Si recibió alguna influencia, creo que es la de Pablo Milanés, a quien escuchó por primera vez el año '66, y a partir de entonces se puede ver un cambio en la melodía de Chabuca. No sé si una influencia musical en Milanés, pero sí un cambio en la dirección hacia donde iba el viento de Milanés.

Cuando Chabuca lo escuchó, me dijo éste es un genio. ¿Quién es? Yo le dije que es un profesor cubano. ¿Qué edad tiene? Tendrá 23 años. Casi se desmaya. Este genio está haciendo lo que yo he querido hacer siempre: los lied, donde la melodía varía de una estrofa a otra, no se repite nunca, varía según la letra, según la intención. ¿Tienes una foto de él? Yo tenía en la maleta una foto de Pablo, donde me está acompañando en la guitarra, yo estoy cantando en La Habana.

-No te creo.
-Yo era cantor. El era mi guitarrista. Allí está la foto, Pablo está acompañándome y yo cantando. Y otra donde está Pablo sólo cantando en una reunión en casa de María Luisa Salsamet, actualmente directora de la Casa Las Américas. Y entonces saqué la foto de Pablo, y Chabuca la puso en un marco de plata.

-Como poeta, ¿qué comentario te suscitan las letras de sus canciones?
-Los últimos temas que yo escuché en Chabuca ya no necesitaban ninguna observación mía. Yo antes le sugería, suponte, el segundo verso no está correcto, no hay un mismo nivel entre el comienzo y el final. Y ella se empeñaba y cambiaba y cambiaba, hasta que yo opinaba que estaba bien todo. Confiaba mucho en mí, como compositor y poeta. Las últimas canciones que me mostró eran poemas perfectos. Como letras solas eran perfectas. Yo le decía no hay nada que tocar, ni una sola coma. Has llegado a la cima de la perfección. Eso fue tres años antes de morir.

-Y la letra de ¿La Flor de la canela? Recuerdo que algunos deslenguados decían que en ella estaba la mano de Porras Barrenechea.
-En esa época yo no la conocía a Chabuca. Yo no puedo darte fe. Pero tengo entendido que la letra y música es íntegramente suya. A Porras Barrenechea lo quería mucho. Tengo entendido que ella le mostraba sus letras. Chabuca tenía dos ídolos en su casa: Raúl Porras Barrenechea, su padre, papá de Chabuca, y luego Dios, a los cuales se sumó Pablo Milanés.

-Tengo entendido que a Heraud le dedicó más de una canción. ¿Cómo explicas ese arrobamiento, digamos, esa exaltación, César?
-Le dedicó diez canciones a Javier Heraud. No lo conoció nunca personalmente, eso es algo que hay que contar porque la gente cree que eran amigos. Lo conoció a través de mis recuerdos y de la presencia de Javier en mi vida y en mi obra. Ella, entre 1963-64, no compone nada, enmudeció. Hizo suyo el drama de Javier. Después de un año la genial Chabuca Granda volvió a romper a cantar. Pero ya era otra voz, con la consabida, digamos ideología, que es lo secundario en un poema pero que existe. Hizo entonces Las Buenas Flores de Javier y después El Fusil del Poeta es una Rosa. Luego una canción que se llama "Silencio" para ser cantada; Una Canoa en Puerto Maldonado. Hizo diez temas a Javier.

-¿Cómo era Chabuca?
-No sé, hermano. El otro día, hablando con Elsa María Elejalde y César Lévano, yo dije una cosa que sostendré siempre, no podemos hablar de las mujeres porque cada mujer es diferente de todas las demás, y es diferente de sí misma, cada mujer es un mitin, un montón de gente, que varía de un momento a otro. Yo tengo la suerte de que la memoria me sea visitada todos los días por algunas de las Chabucas que conocí. Y me alegra la memoria y me la llena de sol.

-¿La acompañaste alguna vez a una gira al exterior?
-Una vez, por ejemplo, partimos rumbo a Río de Janeiro. Presentamos una canción. Compartí la letra, hice algunos reparos, y ella me puso como coautor generosamente. En realidad, puse cuatro o cinco palabras, pero ella era muy delicada en eso. La letra se llama El Barco Ciego, y está registrada supongo, salvo error u omisión de los hijos. La presentamos al Festival Internacional de Río. Viajamos con Patricia Aspíllaga, que la interpretó. Patricia por su belleza no necesitaba hablar. Ella ganó un premio como la más bella intérprete del festival. Patty es una de las mujeres más bellas y generosas que he conocido.

-O sea, acompañaste a Chabuca en más de una gira.
-Sí, hemos estado en Ecuador, en Buenos Aires, en Venezuela, allí es donde ella me presentó a Manzanero, que era muy adorador de Chabuca, y yo le presenté a un amigo mío que se llama Papillón. Chabuca quería conocerlo. Ya había presentado su novela, que fue un best seller. Cuando nos tomaban foto decía: yo soy el poeta Calvo y él es el delincuente. Desgraciadamente ningún fotógrafo avisado le tomó a Chabuca con Papillón.

-¿Por qué te negaste a hablar de Chabuca durante tantos años?
-Si antes no he querido hablar de muchas cosas de Chabuca es porque para mí era particularmente doloroso aceptar su muerte. Pero como el tiempo desgraciada y felizmente pasa con nosotros. Ahora yo puedo hablar de Chabuca como una maravillosa amiga que se ha ido de viaje y por el momento no está con nosotros.

-¿Cómo la definirías?
-¿Cómo se puede definir brevemente al Amazonas? Sabes cómo, zambulléndose en el río. Lamentablemente nunca me zambullí en Chabuca. Chabuca fue un río permanente que sigue arrollándome. No permitió que nadie se humedezca con sus lágrimas.

-¿Cómo recibiste la noticia de su muerte?
-Hasta ahora no la recibo. Alan García me llamó por teléfono. Me dijo ha muerto Chabuca, me dijo vamos juntos. ¡No, le dije, no voy a ninguna parte! No sé nada ni entiendo nada. Me fui a mi casa de Chaclacayo y me encerré. No vi a Chabuca muerta, no vi nada, ni la televisión, ni la radio. No sé nada, primera noticia la que me das.

-¿Qué hiciste durante ese tiempo?
-Me encerré. Me puse a leer, a escribir. Punto. No sé nada. Tú me acabas de dar una noticia que ahora tal vez pueda recibir sin dolor.

-¿Desde cuándo ella manifestaba ese terrible mal?
-Te doy un dato que nadie sabe. Meses después o dos años después de que Chabuca teórica y físicamente partió, me busca Alfredo Granda, que en esa época era presidente del directorio de Faucett, primo hermano de Chabuca. Me cuenta que él recibió un encargo de Chabuca horas antes de morir en Estados Unidos y que se olvidó o no supo dónde encontrarme. Te lo doy ahora me dice Alfredo. ¿Sabes qué pasó? Alfredo llegó a Miami y llamó al hotel donde habitualmente se aloja él y su hijo cuando estaban de paso por Miami, y pidió con Granda, o sea con su hijo, y la telefonista le dio Granda, con Chabuca, que estaba alojada en el hotel, por razones que la casualidad desconoce. Entonces Chabuca le dijo ¡Coco! En estos instantes estoy yendo al hospital, me van a operar dentro de unas horas. Justo a tiempo me llamas. Hazme un favor, apunta un teléfono. Es de la mamá de César Calvo. Dile a César que me despido de él. Entonces Antonio le dijo: no entiendo. El sí te va a entender. No te preocupes, dile que me despido de él... y colgó.

-Premonitorio.
-Fue su último... (la voz del poeta se torna inaudible).

-Finalmente César, a Chabuca ¿cuál de sus canciones la halagaba más?
-Yo creo que ella tenía pasión por todas sus canciones, como por todos sus hijos la misma pasión. A mí, especialmente te digo, la canción que me gusta más es Cantedurías. Cantero, cantera de cantedurías -(se pone a entonarlas). Cantero cantera de cantedurías -(canta con voz magníficamente modelada). Que si no me cantas ya no me cantedurías. (Hace un juego de palabras y dice:)

Todas las puertas cerradas, todas perdidas.
Todas las puertas cerradas, todas perdidas.
Todas las calles ajenas, sordas, todas sombrías.
Para picar la piedra, cantero, si está dormida.

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Escribe Rodolfo Hinostroza
Para CARETAS

".....Lo conocí en el ’61, en el Patio de Letras de la vieja casona de San Marcos, cuando ingresé a la universidad. Era el líder indiscutible de la nueva generación de poetas, que asomaba las narices por San Marcos, la cola por la Católica. Era flaco, alto, muy guapo y carismático, y tenía una fosforescente fama de mujeriego. Se reía alto y fuerte, huracanadamente, y era muy ingenioso, alegre, picante y provocativo, pero con un charme que en lugar de inquietar, encantaba. Siempre andaba muy elegante, con ternos impecables, porque su abuelo era el maestro Soriano, un sastre reputado que siempre lo vistió a la moda. Por eso César se ponía a veces un smoking cuando iba a recitar al Salón General, para gran escándalo de los apristas, que veían en ello una provocación...".

"Una mañana, a eso de las once, estaba yo en la pileta del Patio de Letras, huraño, preocupado por tener tan descuidados mis estudios de medicina, cuando pasó César con cara de mala noche, los ojos rojos y sin afeitar. “¿Y?”, me saludó, “¿qué te pasa que tienes mala cara?”, y yo le solté sin más trámite mi problema: que si iba a ser médico o poeta, que si iba a perder el año, que si podría transferir mi matrícula a Letras sin dar examen, o tendría que pasar otro examen de ingreso el próximo año… El flaco me miraba sin decir palabra, y de pronto exclamó, apasionadamente: “¡Yo lo he dejado todo por la poesía, y si quieres ser poeta, tú tienes que hacer lo mismo! ¡Deja todo lo demás! ¡Si no, no sale, no funciona! ¡No puedes ser al mismo tiempo médico y poeta, olvídate!”. Y acto seguido pasó a contarme que Edgardo Pérez Luna y Gustavo Valcárcel habían sido estudiantes de medicina antes de ser poetas, y el mismísimo André Bretón, fíjate, el surrealista, estudió medicina… “Pero no se puede ser, al mismo tiempo, médico y poeta. No hay tiempo para las dos cosas, que son demasiado absorbentes. Sólo puedes hacer una bien…Tienes que decidirte ahora, hermano”. Y sobre estas buenas palabras, con una cariñosa palmada, el flaco continuó su periplo, dejándome fuertemente impresionado. Esa misma tarde decidí dejar la Escuela de Medicina, con todas las consecuencias que se derivaron de este acto, que sería decisivo para mi vida..."

"....Por la Bajada de Baños pasaron algunas hermosas mujeres que venían a visitar al flaco: recuerdo a una psicóloga argentina que quería reformarlo y casarse con él, a una actriz colombiana muy temperamental que le hacía escenas, a otra monumental argentina que llenaba la casa de quejidos, a una sueca que literalmente enloqueció por él, haciendo honor a su renombre de seductor… Es fama que César se había batido a duelo con un par de maridos cornudos, porque tenía una fatal inclinación por las mujeres casadas que solía terminar mal. Un día, muerto de risa, me mostró un paquete de tarjetas de visita que alguien había depositado anónimamente en su puerta. Decían “César Calvo” y más abajo, bien centradita, su profesión: “Sádico”…"

"Todo lo que se cuenta de él sobre este tema se queda corto, pues César, sin nada en las manos, sin nada en las mangas, sin carro, sin chamba, misio de solemnidad, al puro floro, se levantaba a las mujeres más espectaculares de Lima o de París, o de Londres, o de Buenos Aires, o de Moscú. Era una especie de reflejo automático en él, que se presentaba cada vez que una bella mujer entraba en su campo visual, estuviera donde estuviera: de pronto el macho Alfa olfateaba a su presa, la atisbaba con el rabillo del ojo, e inmediatamente enervaba su columna vertebral, tal como una cobra levanta la cabeza. “Ya se le paró al flaco”, decíamos al verlo en esa pose tan característica, tan posada, que precedía de algunas horas o minutos el zarpazo final del flaco Calvo. A las gringas no les gustaban esas poses, que juzgaban exageradas, casi decimonónicas, y lo paraban criticando, pero es que esas poses no estaban destinadas a ellas sino a las latinas, con las que sí funcionaban a todo dar....".

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Por Juan Gargurevich
El Blog del Tío Juan

¿Cuál será la cualidad principal que recojan sus biógrafos? ¿Poeta o Seductor? Porque es verdad que César Calvo fue notable en ambos aspectos. Los académicos eligen, claro, la poesía, pero reconózcase que sus virtudes de cazador de féminas merecen ser rescatadas para la historia pues, la verdad, no hemos conocido nada parecido.“Dueño de un poder de seducción irresistible para con las mujeres a quienes volvía literalmente sus esclavas. Se trataba de un amante mítico, con carisma irresistible, con instinto y aureola de ángel y demonio. Maya, la esposa de Ricardo Luna, embajador del Perú en Estados Unidos, me contaba que cuando lo alojaban en su departamento de Londres era increíble la atracción que ejercía a las hermosísimas muchachas inglesas que pasaban por la avenida central hasta donde él bajaba del piso en que vivían, justamente para hacer esa caza diaria. No pasaba cinco minutos en que él tardara en subir con una ninfa extasiada contemplando embelesada a aquel loco de mirada torva y de cabellos ensortijados, que no hablaba una sola palabra en inglés...”.

El texto, un poco exagerado en la forma pero absolutamente cierto en el fondo, es de Danilo Sánchez Lihón, que rinde así homenaje a su amigo César, desaparecido hace cinco años cuando solo había cumplido 60.Poco se ha escrito sobre el César seductor pero hace poco se han trazado algunas líneas. Hugo Neira, por ejemplo, que lo conoció bien, se burló de Alfredo Bryce Echenique porque este mentiroso patológico dijo en sus “Antimemorias” que Calvo se le arrimó para que le presentara niñas de sociedad. Falso. Neira le tomó el pelo diciendo que Calvo no necesitaba de Bryce para seducir, “tirarse” es la palabra que usó, a cuanta dama pudiera, sin distinción de clase social.

Pero les voy a contar dos casos particulares de Calvo. Dos mujeres. A una no pudo nunca incorporar a su harén y otra lo plantó.

A la primera, que llamaremos “A” le dedicó uno de sus mejores y más dulces poemas, que ahora no recuerdo bien pero termina con algo así “¿... es verdad que allá en Vermont las muchachas lavan sus cabellos en ginebra...?”Y la otra, “C”, no cedió a su persecución si no regularizaban en el Registro Civil, y fue así como se casaron en París en lo que sería, si no me equivoco, el único matrimonio formal del poeta. Pero él era infiel por naturaleza, imagínense. Entonces “C” lo dejó sin atenuantes.

Cuántas historias memorables conocemos de César Calvo, unos más que otros. Pero al final, me parece, apreciábamos su talento de artista, sensibilidad y generosidad con los amigos, cuando estaba en posición de serlo pues tenía severos altibajos en su vida personal. Era capaz de pasar de una semana a otra de un vertiginoso Ferrari a una mugrosa combi; y sin pestañear.Las chicas de la Católica de los años 60 cuentan que vieron trompearse en la Plaza Francia a César Calvo con Javier Heraud. Ganó el primero, más fuerte y mañoso y dicen que desde el suelo, Javier le dijo:-Bueno, al final Calvo puede ser cualquiera, pero Heraud, muy pocos...César era literato, músico, cantor pero por sobre todo actor. Su voz profunda, el abrigo sobre los hombros, la mirada intensa, la carcajada abierta y ruidosa... eran de todo un personaje teatral de esta Lima, su escenario favorito.

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Por Paco Bardales
Diario de IQT (El año del resplandor)

César Calvo Soriano nació en 1940, en Lima, “entre formidables muchachos, gente hermosa, canillitas de mi edad y de mi pobreza, y otros amigos que me observan desde aquel entonces, parados en su orgulloso asombro”. Ese hombre nacido en la capital de los reyes (y pronto de los Quispe, pero aún no de los Aricari), siempre dijo que había nacido en Iquitos. Siempre había dicho que su lugar de origen tanto tiempo expresado era la selva. Que su patria era la Amazonía.

Su padre era pintor, se llamaba César y se apellidaba Calvo de Araujo. Era uno de los artistas plásticos más importantes de estos fastos, pero también, aparte de padre, era “su hermano”. Amaba la cocina, la cama y el escritorio. Amaba el Perú como amaba a cada mujer que había amado, aunque sea un instante, nunca en su totalidad. Calvo vivía en todas partes. Su primera infancia la pasó en la zona fronteriza con Brasil. Hizo de Magdalena su logar de mataperradas escolares. Dormía en cada lugar donde le sorprendía la noche o el deseo, pero volvía siempre a un departamentito pequeño que rentaba su hermano en el jirón Carabaya. Era fan de la música, de la declamación, hizo periodismo, coqueteó con el cine e hizo amante a la televisión. Hizo canciones para Chabuca Granda y fue militante de la izquierda revolucionaria. Pero, ante todo, César Calvo fue Poeta. Uno de los más grandes y memorables que haya parido este país de desconcertantes gentes y libros que se apolillan en los anaqueles.

El vate pensaba que no escribía solo para demostrar que la poesía no era privilegio de los poetas. Lo pensaba porque sabía que en el fondo no le interesaban los beneficios a largo plazo del oficio, las mieles burocráticas de la pasión. Calvo sabía que lo suyo era crear belleza con cada palabra que salía de su boca y se plasmaba en un papel. Escribió su primer poemario a los 18 años y a los 26 ya había publicado El cetro de los jóvenes, Colección Premio de la Casa de las Américas, en 1966. También existirían Poema a dos voces (escrito conjuntamente con Javier Heráud), Ausencias y retardos, Como tatuajes en la piel de un río, y, claro está, Pedestal para nadie. También el Premio Poeta Joven del Perú, el Premio Nacional de Fomento de la Cultura, el Premio Nacional de Poesía.

Aquél hombre que parecía sonero y amaba como cosaco, aquel poeta estruendoso e imparable, era el mismo que, a los 12 años, avergonzado y solo, contemplando un paisaje de techos ruinosos, escribió a su abuelo una larga carta pidiéndole que no envejezca. Aquel letrista implacable, aquella fuerza natural que creaba poesía como quien vivía a plena luz (y entre sombras), estaba destinado no solo a ser leído. Calvo estaba destinado a ser escuchado. A sentir sus versos como pequeñas historias que se cantaban, que se inundaban de melodía. Como dice Hildebrandt, la de Calvo era poesía galopando en endecasílabos, poesía en combate de armonías y, como toda verdadera poesía, no abría ninguna puerta ni disimulaba ningún concepto. De ahí que lo hayan cantado e interpretado notables como Pelo Madueño, Raúl Vásquez, Susana Baca, Cecilia Barraza, Miki Gonzáles, Rafo Díaz, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, David Byrne y tantos más.

Calvo Soriano era una fuerza de la naturaleza que esperaba cada mañana como si fuera la última. Cada libro, cada poema, cada verso, obedecía a sus propias, intransferibles leyes, tenía su tiempo de luz y su sed de llorar. El poema para Calvo no era el reflejo de la vida. Era la vida. Y en ella, también se reflejaban las dos mitades de su vida, como anotó alguna vez Arturo Corcuera: el de los instantes diáfanos y efusivos, estruendoso, talento y fantasía; y el tocado por la soledad y el dolor, por los presagios y la noche negra, quebrantadamente triste y desvalido.

Ese hombre, repito, universal y cosmopolita, contradictorio y seductor, cautivador de serpientes y multitudes, era amazónico por decisión, por herencia, por justicia, por amor. Ese amor se desentrañaba en un poema-canción llamado Amazonas (Hace miles de lunas/Cuando el mundo era sombra/ Antes que Dios naciera/ Cuando el mundo era sombra/Cayó un rayo del cielo/Sobre un palo de rosa). Ese amor se expresaba en una oda a Sinarahua, que era un canto premonitorio sobre la ausencia (Ah Sinarahua cuya sangre/ a tientas / corre sin alcanzarlo por la hierba. / Sobre el viento tendido, /ya de musgo / abierto el corazón, de huir / los ojos, / ah Sinarahua, entre nosotros, solo). Ese amor se podría representar en todo lo que Calvo sentía por Iquitos, por su gente, por su espacio, en un fragmento de un carta fechada en 1962 (Nunca creí poder amar a esta ciudad. Ahora la siento entrar y salir por mi sangre como un “veneno imprescindible”. Su lluvia, indecisa, mediocre, que tanto he despreciado, me parece ahora la caricia más tierna: como si estuviera tu piel en el aire). Ese amor se reitera en su belleza y su lado femenino (Dicen que en la Amazonía el primer hombre no fue hombre, sino mujer).

Ese hombre, repito, que murió en agosto del 2000, con una septicemia que lo había dejado sordo previamente, que se había ensañado con su cuerpo otrora vital y poderoso, que había transformado su grandeza y gorjeos de dolor y afección, ese hombre probablemente haya escrito el libro más importante de y sobre la Amazonía peruana, Las tres mitades de Ino Moxo: grandilocuente, extraño, poderoso, apasionado, poético, narrativo en extremo, místico, cotidiano, voraz, inabarcable, una suerte de novela-río escrita con aire de verso y corazón de poeta. Un libro de 1981, que no se ha vuelto a reeditar, que contiene todo lo que quisiéramos y no quisiéramos descubrir, pero nos envuelve, nos expresa, nos abarca. Un tratado sobre nosotros mismos, donde encontramos lecciones de vida como ésta:

“Hay cosas que merecemos conocer y que debemos ignorar. Todo es merecimiento.

Cada dolencia, cada enfermedad, viene al mundo tras de su remedio. Hay cuerpos que merecen ser uno con sus propias almas, limpios hasta que ni se notan sus junturas y hay otras que merecen el desequilibrio constante, siempre huérfanos de algo, metidos en sí mismos, como una cueva dentro de otra cueva. Como ciegos que además de ciegos fueran tuertos. Incapaces de darle nada al mundo, sin jamás comprender, que las almas se alimentan de ofrendas, y que son mas conforme mas entregas, y conforme mas das, tu posees mas…”

Ese hombre, que murió, repito, sordo, sufriendo, en la pobreza, fue el gran vate cantor del Amazonas. Tres mitades de Ino Moxo no ha vuelto a ser conocido por los loretanos, por los peruanos, por las nuevas generaciones. Un proyecto editorial para reeditarlo duerme el sueño de los justos en cualquier oficina burocrática, mientras se priva a la humanidad del privilegio de la estética y la emoción. Ese hombre que hace grande el conocimiento de nuestras verdades no tiene su nombre inscrito en una calle (y tampoco le hubiera importado tenerlo), pero tuvo la grandeza de iluminar con sus sueños, sus emociones, su fantasía. Hizo que el mundo, aún gris e irresuelto, fuera mejor, aunque sea un poquito en las mentes y los corazones de tantas y tantos.

Porque aquél hombre, ese mismo, fue quien un día de 1974, en una conferencia de la cual muchos aún tenemos el recuerdo, dejó para la posteridad una declaración de principios sin atenuantes ni intermediarios, sobre la creación y la hermandad cósmica: “Se escribe un poema, finalmente, se escribe un poema para que en algún lugar del mundo, mañana o dentro de veinte años la pareja que está por suicidarse alcance a leerlo, y desista, desista por lo menos unos días, y comprenda que la vida es siempre hermosa a pesar de la vida… y a pesar del poema.”

Una vida digna de un pedestal y un recuerdo imborrable.

3 comentarios:

  1. Osacr,
    Muy agradecido.Un gran abrazo,

    Guillermo,hermano de César

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  2. Poesía no quiero este destino.
    Llévate tus sandalias.
    Devuélveme mis manos!


    Gracias Maestro.

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