sábado, 14 de agosto de 2010
A PROPÓSITO DE VINCERE, EL NOTABLE FILME DE MARCO BELOCCHIO
Por Néstor Tirri
Fuente: ADN Cultura
Más información: www.adncultura.com
Influyó en ciertas decisiones históricas de Italia (como la participación de ese país en la Primera Guerra), pero por poco tiempo. ¿Qué fue lo que determinó que esta mujer de poderoso carácter y firmeza en el actuar acabara en el ostracismo total y en el olvido? Un obsesivo y equivocado amor equivocado por un poderoso, o acaso el destino.
La bautizaron Ida Irene Dalser. Nació en 1880, en Trento, ciudad que entonces pertenecía al Imperio Austrohúngaro. Siendo una veinteañera conoció a un político socialista en discordia con su partido y se enamoró de él "como una loca". "Loca" fue precisamente el rótulo que intentaron endosarle después a Ida Dalser (ya devenida italiana: el territorio de su ciudad natal había cambiado de bandera), antes de que Rachele Mussolini la describiera en sus memorias como "una de las compañeras de Benito Mussolini".
En realidad, fue mucho más que una "compañera", y es lo que en los últimos tiempos se está intentando rescatar, tanto a través del documental que en 2009 difundió la RAI ( Il segreto di Mussolini ), exhibido hace poco en Buenos Aires, como por el libro del periodista Marco Zeni, titulado con categórica firmeza La moglie di Mussolini ( La esposa de Mussolini , Edizioni Effe Erre). La historia fue recuperada también -y con proyección internacional- por un intenso film de Marco Bellocchio, que arrasó con ocho premios David di Donatello: Vincere .
Uno de los puntos salientes de esta ambiciosa producción hay que buscarlo en la composición que Giovanna Mezzogiorno asumió al revivir a la desdichada Ida.
La talentosa actriz se consagró en El último beso. Después fue galardonada por La ventana de enfrente y en Venecia se alzó con la Copa Volpi a la mejor actuación por La bestia nel cuore . Giovanna logró crear, con una figura que la historiografía había esquivado o, al menos, camuflado, una criatura tan convulsionada como contradictoria, pero profundamente conmovedora. Presente en el Giffoni Film Festival para entregar un premio que lleva el nombre de su padre (Vittorio Mezzogiorno, 1941-1994, también actor), la bella Giovanna, más pequeña y tierna que el feroz personaje que compone, revela aristas de su trabajo. "Una historia tremenda, un calvario...". Con esa frase, la Mezzogiorno resume el penoso periplo de una mujer aguerrida pero indefensa.
"Un dato absolutamente comprobable de este personaje que tanto esfuerzo me demandó -continúa la actriz- es que el 11 de noviembre de 1915, cuando Italia ya había entrado en la guerra, Ida dio a luz un niño al que se le asignó un nombre que habla por sí solo: Benito Albino Mussolini. Y Mussolini reconoció a ese hijo, aunque años después, cuando ya era Il Duce, hizo falsificar los datos del registro civil. En diciembre de 1915, Rachele derrotó a Ida: armó el rito del matrimonio civil en un hospital cercano a Bérgamo, donde Benito había sido internado por una herida de guerra. A partir de entonces, el futuro Duce no querría saber nada de la Dalser y ella lograría verlo sólo en el hospital, inmovilizado y vigilado por Rachele. La secuencia del hospital es uno de los momentos de mayor desafío dramático para mí, porque tengo que desahogarme contra mi rival gritándole en la cara que la verdadera esposa soy yo, pero me sujetan entre varios y me alejan del lugar a la fuerza."
Pasión, historia y política
"Es un carácter difícil, intenso y, sobre todo, pleno de corporalidad, de despliegue físico -confirma la actriz, en dialogo con adncultura -. Es decir: se trata de un ser con mucha energía interior, al que le tocó vivir una pesadilla que duró prácticamente hasta su muerte. Sus reacciones son físicas. A menudo en el cine los realizadores olvidan la importancia del cuerpo. No es el caso de Marco Bellocchio."
Las relaciones pasionales de Mussolini con las mujeres y los avatares político-históricos han dado lugar a entrecruzamientos novelescos. Se sabe que el futuro Duce había recibido considerables sumas de dinero de parte de su amante Margherita Sarfatti (notable gestora de artistas y de movimientos intelectuales) para financiar su actividad política en los primeros tiempos; antes de eso, Ida Dalser declaró haber participado de encuentros con agentes franceses que se proponían financiar el diario de Mussolini, Il Popolo d´Italia , a cambio de su campaña a favor del ingreso de Italia en la Gran Guerra (que ya había estallado un año y medio antes) como país aliado de Francia. Lo consiguió y esa postura le deparó a Mussolini la expulsión del Partido Socialista, cuyos dirigentes -como se consigna en Vincere - eran contrarios al belicismo.
La influencia de la Dalser en ese episodio revela uno de los sesgos contradictorios de su personalidad y, acaso, de su identidad: originariamente austrohúngara, esta mujer acabaría promoviendo la financiación del enfrentamiento bélico de los italianos contra Austria.
Pero los componentes políticos de la relación entre la apasionada trentina y el ascendente líder quedaron atrás, sobre todo a partir del momento en que Mussolini asumió el poder en 1922; toda la energía de la Dalser se volcaría en una empresa imposible: el reconocimiento de sí misma como esposa y el de Benito Albino como hijo legítimo. El empecinamiento de Ida, al límite de la locura, es tema central en el diálogo con Mezzogiorno.
-Hay mujeres que se sienten atraídas por el poder...
-¡Casi todas!
-... pero cuando Ida se sintió fascinada por Mussolini él todavía no desempeñaba ningún poder. ¿Qué la atrajo tanto en ese hombre?
-Su personalidad, un carisma que, aun antes de ejercitarlo públicamente en política, ya funcionaba en el plano personal. Era desafiante, enfrentaba a la monarquía y al clero, como un revolucionario. Inteligente y sagaz, sabía manipular a la gente.
-Y al meterte en la historia de Ida, ¿sentiste que ella se enamoraba de verdad, sin otras intenciones?
-Apasionadamente. Vivieron una pasión física enorme, pero en ella ese amor se fue transformando en una obsesión.
-En tu interpretación, ese rasgo obsesivo parece alcanzar niveles patológicos. ¿Fue así o te encargaste de acentuar ese rasgo?
-Creo que no acentué nada: ella desarrolló un síndrome paranoico. Una persona normal habría renunciado a ese hombre y, aun con dolor, habría dejado atrás un amor terminado. Ida no renunció nunca y se encerró en una idea fija hasta el final.
-Hay violencia física en ciertos estallidos del personaje. ¿Cómo trabajaste eso?
-Por un lado, mi padre fue a trabajar con Peter Brook y yo lo seguí. Trabajé con él durante dos años (hice la Ofelia de su celebrado Hamlet ), y Brook se ocupa mucho lo corporal. Para Vincere busqué una coach (una coreógrafa que entrena a actores de teatro) y me preparé durante meses para un personaje como éste, que exige bucear en la animalidad. Ida Dalser era una especie de animal, en cierto sentido. Por otro lado, a Bellocchio le gusta la expresividad física que roza la locura: no olvides cómo manejó a Lou Castell en Las manos en los bolsillos...
Sobre el final del encuentro, Giovanna Mezzogiorno se entera de que Vincere está por estrenarse en Buenos Aires y entonces, con un suspiro, exclama en perfecto castellano rioplatense: "¡Buenos Aires! Adoro esa ciudad mágica. Estuve allá hace diez años, con un novio argentino, fotógrafo". Ahora, la luminosidad de su mirada (ojos transparentes, como un arroyo sereno) ha dejado atrás la sombra de Ida Dalser y su lacerante destino.
MUSSOLINI Y LAS MUJERES
En un librito escrito con ironía y publicado por Sellerio, Mussolini e le donne , Gian Carlo Fusco reconstruye el itinerario sentimental y erótico del Duce, seductor implacable e imparable, aunque acelerado y un tanto displicente. Tal vez Rachele (la esposa oficial) no haya intentado competir con todas las amantes del líder, pero supo de al menos seis mujeres que absorbían la energía de su esposo.
Aparte de Ida Dalser, en la lista principal figuraban Angela Curti Cucciati, sensible y angelical. También la glamorosa Romilda Ruspi y la menos notoria Cornelia Tanzi, poeta. Margherita Sarfatti fue la más importante: era una judía de origen burgués, intelectual y activa en gestiones culturales. La última mujer, Claretta Petacci, ingresó trágicamente en la historia. Mussolini la había conocido en 1933 y fue fusilada (y colgada) junto a él por los partisanos en 1945.
El senador del PDL Marcello Dell´Utri, amigo del actual premier , dice ser custodio de los diarios secretos de Mussolini. Segun él, "en el Palazzo Venecia, con las mujeres, Mussolini apelaba a la técnica de la música y la magia". Barrunta que entre 1935 y 1939 Il Duce no habría tenido amantes, sino "sólo fugaces encuentros". En el periódico romano Il Messaggero hay un comentario irónico de Mario Ajello: "Berlusconi se está revelando como mucho menos hábil que su predecesor".
Vincere (Italia-Francia/2009). Guión y dirección: Marco Bellocchio. Con Giovanna Mezzogiorno, Filippo Timi, Corrado Invernizzi, Fausto Russo Alesi, Michela Cescon, Pier Giorgio Bellocchio y Paolo Pierobon. Fotografía: Daniele Ciprì. Música: Carlo Crivelli. Edición: Francesca Calvelli. Diseño de producción: Marco Dentici. Distribuidora: CDI Films. Duración: 128 minutos. Apta para mayores de 13 años. Salas: 13 (11 en fílmico y 2 en DVD). En fílmico: Hoyts Abasto, Hoyts Unicenter, Patio Bullrich, Arteplex Belgrano, Arteplex Caballito, Arteplex Centro, Showcase Belgrano, Showcase Norte, Multiplex Belgrano, Sunstar San Isidro y Cinema Paradiso La Plata. En DVD: Monumental y Arteplex del Parque.
Escribe Manuel Yañez Murillo para http://www.otroscines.com/
Vincere confirma a Marco Bellocchio como el mejor director italiano del momento, por encima de Matteo Garrone y Paolo Sorrentino, nuevos niños mimados de la crítica. Su más reciente película debe enmarcarse en el prolongado esfuerzo desempeñado por el cine de ese país por desentrañar los mecanismos del fascismo; una historia que evoca, entre otros, los grandes nombres de Roberto Rossellini o Pier Paolo Pasolini.
En cualquier caso, la senda de Bellocchio es autónoma, y sus planteamientos estéticos, únicos y deslumbrantes. Su esfuerzo en Vincere pone en escena una cierta dimensión del subconsciente fascista a partir del doble abordaje a la imagen íntima y a la popular de Benito Mussolini. De partida, cabría destacar que, en el programa de Bellocchio, la narratividad, entendida como progresión lineal, como lógica cerrada, juega un papel secundario.
La fuerza de Vincere surge de la organización libre -torrencial y operística- de los materiales que maneja el realizador: la recreación ficcional, los materiales de archivo y, ante todo, la continua simbiosis y yuxtaposición de ambas fuentes audiovisuales (remitiendo a una concepción tan sofisticada como fundacional del montaje; no es casual que algunas de las imágenes del film pertenezcan al cine de Sergei Eisenstein). El objetivo es dar cuenta, de forma testimonial -poética y visceral- del horror del fascismo: su poder de seducción, su crueldad, integrismo, violencia y monstruosidad.
A pesar de la trasgresión continua del academicismo formal y narrativo, Vincere cuenta una historia, la de Ida Dalser, amante de Benito Mussolini, con quien tuvo un retoño, al que llamó Benito Albino Mussolini. La película toma como referencia la perspectiva de Ida y, como punto de partida, la fascinación inicial de ella hacia la feroz arrogancia de Mussolini (el film abre con una escena sobrecogedora en la que el futuro dictador reta a Dios a que demuestre su existencia).
Así, de forma paralela y sin miedo a alterar el curso cronológico de los acontecimientos, la película forja un doble discurso. Por un lado, la obsesión de Ida por Mussolini, retratada a través del sexo y de su camino hacia la locura. Por el otro, una cierta visión exaltada de la historia oficial, capturada en los noticiarios de la época y evocada mediante la continua sobreimpresión de eslóganes políticos y militares en la imagen (Bellocchio no necesita más de un par de imágenes para dejar constancia del trágico transcurso de la Primera Guerra Mundial). De la articulación alucinada de estos dos registros expresivos, el director consigue construir, sobre todo en la magistral primera hora de metraje, una imagen aterradora, casi abstracta, del poder fascista.
En la segunda hora, Bellocchio focaliza su mirada de forma más directa en el drama de Ida (interpretada por Giovanna Mezzogiorno). De hecho, el actor que recrea al joven Mussolini (Filippo Timi) desaparece de escena al tercio de película, dejando paso a las imágenes de archivo del Duce.
Llega un punto en que el film amaga con desplazarse hacia un drama más convencional; sin embargo, la recta final recupera su condición de tour de force expresivo gracias, en gran medida, al trabajo de Timi, esta vez en la piel del hijo de Ida. A petición de sus amigos, Benito Albino Mussolini accede a representar su desquiciada imitación del Duce (espasmódica, feroz, demente) y, así, Bellocchio apela de forma física al terror de la historia.
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