El Diario EL PAÍS de España publica en su edición de hoy una entrevista al escritor y guionista norteamericano Richard Price, a propósito de su reciente visita a Madrid para presentar su nueva novela La vida fácil: Price es mundialmente famoso por ser autor de la historia y guión de la serie de televisión The Wire.
"¿Y eso a qué hora fue?
No lo sé, debía de ser más o menos la una.
-¿Y allí qué tal?
-¿Qué tal? A la que llevábamos cinco minutos dentro, Ike desapareció con una chica de la barra.
-¿Dónde desapareció?- preguntó Yolonda.
Eric volvió a mirarla.
-Por eso lo llaman desaparecer".
En diálogos como éste, habitantes de un territorio entre la alta literatura y la sabiduría callejera, se cimenta la enorme reputación de Richard Price (Nueva York, 1949), novelista, guionista de Hollywood (El color del dinero o Clockers) y autor de la revolucionaria serie de televisión The wire.
Gracias a sus dotes para la construcción de personajes, dolorosamente cercanos para cualquiera familiarizado con el siglo XXI, y a su prodigioso oído musical para la decadencia urbana, la crítica estadounidense ha comparado sus novelas policiacas, de realismo social, con Balzac, Saul Bellow o Tolstoi. Price estuvo ayer en Madrid para hablar de La vida fácil (Mondadori), su octavo libro y muy probablemente su gran obra. Una historia sobre el asesinato de un chico blanco en un atraco absurdo. Un tratado sobre el barrio neoyorquino Lower East Side y cómo las diferentes comunidades (los chinos, los negros de las viviendas de protección oficial y los niñatos blancos que duermen poco y creen haber vivido mucho) se relacionan en un barrio en pleno proceso de aburguesamiento para regocijo de las inmobiliarias y las revistas de tendencias. La entrevista se celebró en CaixaForum, poco antes de que Price dictase una conferencia sobre la escritura en estos tiempos audiovisuales. La misma fluidez de su literatura impregnó su conversación, brillante, provocadora, llena de giros y anécdotas.
Pregunta. ¿De dónde viene su talento para el diálogo?
Respuesta. Paso tiempo con gente sobre la que quiero escribir. Les escucho hablar. Trato de dilucidar cómo construyen sus frases y cómo ven el mundo. Pasar tiempo en la calle es la parte del trabajo que más me gusta. No me interesa tanto ir a casa y ponerme a escribir. Pero sí, supongo que es un talento. Como conducir rápido. Sabes o no sabes.
P. ¿Por eso ha tardado cinco años en entregar esta novela?
R. No tengo tantas ideas. Y tengo que trabajar de guionista para pagar la luz. Cuando gano lo suficiente para pasar dos años escribiendo una novela, me pongo. Ahora estoy con dos series para la tele porque no hay dinero en el cine para mis historias.
P. ¿Le interesa la revolución de la última narrativa televisiva?
R. El cable lo ha cambiado todo. Hay libertad creativa. Me siento orgulloso de mi trabajo en The wire. Pero sólo era uno más de la cadena de montaje. Cogía un episodio y seguía donde el anterior lo había dejado. Me parece un poco hipócrita que ahora todo el mundo la adore, cuando no la veía nadie. Nunca le dieron un premio, y mira los que acumula Perdidos. Yo podría escribir esos guiones dormido y con las manos esposadas a la espalda.
P. ¿Qué hace tan interesante al barrio de Lower East Side?
R. Es sobre el que más se ha escrito en la historia de la literatura americana. Su memoria, muy asociada a la inmigración, es apasionante. Mis abuelos vivieron allí. Pero no quería hacer una cosa sobre el pasado, ya leída cien veces. Quise escribir sobre lo que sucede allí ahora. Cómo uno de los barrios con memoria más infausta del país se ha convertido en el patio de recreo de niños bien llegados de todas partes del mundo. Es como el viejo Montparnasse, sólo que todo el mundo tira de tarjeta de crédito.
P. ¿Esos chicos no respetan el pasado?
R. Van allí a divertirse. Yo vivo en Harlem, y mis hijas bajan al barrio a conciertos todo el rato, en esquinas en las que su bisabuelo fue arrestado por robar para poder pagar el alquiler. Lo ignoran, eso es todo. Cuando llegaron los artistas, el barrio se regeneró, echaron a los pequeños comercios para abrir enotecas y pijadas de ésas. Y los artistas se fueron a Brooklyn. Pasa en todas partes. El día menos pensado las inmobiliarias los empujarán al océano.
P. ¿El aburguesamiento de los suburbios no es positivo?
R. Supongo que debe haber un punto intermedio. Lower East Side era la capital estadounidense de la heroína y eso no tiene nada de auténtico. Lo que es negativo es la ventaja que de ello toman las inmobiliarias.
P. ¿Existe la novela del siglo XXI?
R. No estoy seguro. Sólo sé que yo no soy moderno, ni posmoderno, ni un realista social. Probablemente sea un realista lírico. Traslado la música de las calles al papel.
P. ¿Sería diferente este libro de haberse escrito con Obama en la Casa Blanca?
R. No creo, la realidad no ha cambiado tanto. Lo bueno es que en Europa no tengo que empezar todas las conversaciones disculpándome por ser yanqui. Ahora es más bien. "¡Obama! Sí, no está haciendo una mierda pero al menos es negro". Estuve en Harlem la noche en que venció. ¡Las prostitutas invitaban a la gente a champán barato!
P. ¿Siente especial simpatía por sus personajes?
R. Es necesario ser compasivo con los asesinos. Tienes que arrancarles la maldad para destapar al ser humano. Y el personaje de la poli puertorriqueña me gusta. Está inspirada en una amiga mía. Una máquina, consigue hacer creer a los peores criminales que es la madre o la hermana que nunca tuvieron. Llora con ellos. Les hace confesar y sale de la sala de interrogatorios y dice: "¡Paf! ¡Otro mochuelo en el nido! A éste le caerán de treinta a perpetua". Es una psicópata brillante. La clase de personaje que aguarda en las calles. Dios es un novelista frustrado.
P. Usted hizo un vídeo para Michael Jackson en los ochenta. ¿Qué hacía el día en que murió?
R. Estaba en Harlem, todos lloraban y pensé: "Vamos, si era un maldito pederasta". Un viejo verde que quería ser una mujer blanca. ¡Por Dios Santo!
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