El sociólogo Carlos Meléndez ha escrito un sustantivo artículo sobre "la candidatura de Jaime Bayly" a la Presidencia de la República. Un asunto como éste, tan manido y deformado; sobre un personaje mediático; que quiere transitar la calzada del poder; exige una lectura seria, contextual. Un desmontaje analítico . En tal sentido, el texto de Meléndez publicado el 31 de enero en el Suplemento DOMINGO del Diario La República, enriquece el debate.
Este apunte formó parte del dossier ¿Y si no es broma? en donde intervinieron los politólogos Alberto Vergara, Eduardo Dargent, los escritores Javier Arévalo y Ezio Neyra; el comunicador Alexandro Saco y el periodista Enrique Patriau.
La payasada en terno y corbataEste apunte formó parte del dossier ¿Y si no es broma? en donde intervinieron los politólogos Alberto Vergara, Eduardo Dargent, los escritores Javier Arévalo y Ezio Neyra; el comunicador Alexandro Saco y el periodista Enrique Patriau.
Por Carlos Meléndez,
Sociólogo de la PUCP, con estudios de doctorado en Ciencia Política, Universidad de Notre Dame (USA).
El sistema peruano gira en torno a candidatos sin partidos y en muchos casos sin plataformas políticas. Es una democracia sin partidos (pero con candidatos). Una política de baja institucionalización y de alta personalización. Para construir una candidatura exitosa se requieren al menos 3 elementos: un candidato con atractivos personales, una organización política con inscripción válida para competir, y un equipo que elabore lineamientos de gobierno. En un sistema político como el peruano, que gira en torno a candidatos sin partidos y un descontento generalizado, lo primero que se evalúa es el atractivo del potencial candidato. En este caso, la irreverencia y desenfado políticamente incorrecto se convierten en la primera piedra de la candidatura de Bayly. Pero esta no está completa hasta que no intervengan los restantes complementos. Quienes los poseen y los pueden ofrecer como en mercado persa son los que han producido el respaldo existente y creciente a la probable candidatura del periodista y escritor; y son:
1. Partidos inscritos: José Barba madrugó a todos, ofreciendo la inscripción de su organización política “sin nada a cambio”. Similares casos suceden con Kouri (quien ha recibido la invitación de 4 organizaciones políticas), con PPK y la Coordinadora Nacional de Independientes, con Alfredo Barnechea y Jaime Salinas y UPP, con Yehude Simon tratando de convencer a Fernando Andrade a plegarse al Partido Humanista, etc.
2. Plataformas políticas: de derecha a izquierda existe una suerte de operadores políticos, periodistas “influyentes”, asesores e intelectuales que por distintos motivos (ideología, convicciones personales, pragmatismo, negocio) promueven y ofertan sus propuestas políticas. Claramente un sector liberal, tanto en lo económico como en lo social, que no se imaginaba representado por las alternativas existentes, ve a Bayly como un potencial portavoz de su agenda. No es casual el apoyo recibido tan enfáticamente por Fritz Du Bois (ultra liberal en lo económico), Pedro Salinas (liberal en la reivindicación de “derechos postmateriales” como la legalización de la marihuana, el matrimonio gay, etc.), etc. En la izquierda pasa lo mismo, como lo expresa el repentino apoyo de profesores universitarios de izquierda (Sinesio López, Nicolás Lynch) a Humala.
2. ¿Cómo afecta la forma en que está presentando su supuesta candidatura? ¿Banaliza las elecciones?
Los partidos ya no son esas organizaciones estructuradas y disciplinadas, con jerarquías, militantes, planes de gobierno enraizados en sus estructuras, y presencia territorial. Los partidos son vehículos para llegar al poder. Por lo tanto, son altamente dependientes de las candidaturas que las encabezan. En el caso de Bayly, su capital político proviene de la televisión y del espectáculo. Es normal que sea banal. Su banalidad proviene de su intento de generar un vínculo con el electorado, y este vínculo se basa en lo que puede ofrecer para ganarse a la gente: “show”. Mientras otras alternativas políticas pueden ofrecer clientelismo (el fujimorismo) o la garantía de una gestión eficiente en los sectores populares (los hospitales y las escaleras del alcalde Castañeda); Bayly –por la procedencia de su capital político– apuesta a lo que sabe: el intento de vínculo mediático con el mundo popular, pero que llega caricaturizado por la lógica en la que ha estado envuelto a lo largo de su carrera: canciones de Tongo, consultas de chamanes y adivinos, apoyos recibidos de parte de figuras del deporte. ¿De qué otra manera puede una candidatura originada en los sets de televisión luchar por el respaldo popular?
Ese tipo de banalidad existe en política y es, hasta cierto punto, necesaria para restar la seriedad que embarga los gustos masivos (sino recordemos a Tudela bailando cumbia en el 2000 o a Alan García y el reggaetón aprista). (…) La banalidad es el intento (¿frustrado?) de generar un vínculo con lo popular. Bayly no lo sabe hacer sino a través de la caricatura, de la payasada vestida en terno y corbata. Lo cual no es suficiente en un país heredero de la lógica clientelar y de la promesa de un puente o una posta de salud en cada comunidad.
3. ¿Cuáles serían los políticos o partidos políticos que se beneficiarían con la presencia de Jaime Bayly en la política peruana?
Dentro de la opción política de derecha –donde aparentemente se ubicaría la candidatura de Bayly- podemos distinguir a una derecha neoliberal de gran empresariado (PPK), una derecha económica de empresario emergente y empresario interprovincial con enraizamiento social clientelar (Fujimorismo) y sin él (Toledo), una derecha urbana tradicional (PPC),y una derecha pragmática focalizada en la gestión urbana (Castañeda). Dependiendo de su posicionamiento en este esquema, la candidatura de Bayly entraría a jugar en este espacio y terminaría restando apoyo a cualquiera de estas alternativas.
En contextos de transferencia de un gobierno democrático a otro de igual tipo (donde la división democracia/autoritarismo no está en juego como fue en el 2000), son los planteamientos en torno a la economía lo que termina definiendo el respaldo electoral. Por más que Bayly insista con reivindicaciones de derechos civiles liberales (i.e. matrimonio gay), que inclusive podrían ser atractivos para liberales de izquierda; o por más que hayan ciertos “issues” de importancia para cierto sector del electorado (i.e. indulto o no a Fujimori), el clivaje fundamental es el continuismo del modelo económico o no (léase: “sistema, anti-sistema”), y en ese sentido Bayly entra a jugar en este lado de la cancha, disputándose el electorado de derecha que considero es el mayoritario en un país en crecimiento. Las posibilidades que fragmente aun más este sector, por lo tanto, son muy altas.
Dependiendo de la oferta en el otro lado del espectro político, podría ser beneficiosa para una alternativa que aglutine a la izquierda y evite su fragmentación. Pero como es costumbre en este vecindario, quizás este lado sea igual de fragmentado entre Humala, Arana, Simon, Villarán, etc.; lo que es más preocupante dado que su electorado parece ser de menor magnitud.
El APRA, a pesar del desgaste propio de un segundo gobierno, y sin un candidato de peso, pero con la permanencia de la identificación política que genera, terminaría siendo el que menos se perjudica.
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