miércoles, 3 de febrero de 2010

UNA APROXIMACIÓN A "LA TETA ASUSTADA"


Escribe Óscar Contreras.-

La teta asustada es una película hermosa. La narrativa antirrealista, simbólica, correlativa al mundo de la autora (un mundo frágil, hermético, en crisis) determina una infidelidad absoluta con el Perú; y a la vez un maravilloso tributo a sus grandes tragedias y alegrías. La teta... construye su propio lirismo andino-migrante e instrumentaliza el "desborde popular" (el fenómeno social urbano categorizado por José Matos Mar) con fines expresivos.

Con gran poder de síntesis y apelando a elipsis y metáforas, Claudia Llosa ensaya una mirada -entre distanciada y fascinada- sobre unas costumbres y vivencias en un asentamiento humano. Allí vive Fausta (Magaly Solier) una joven triste, con una actitud afectada y en permanente duelo. La teta... no es una película sobre las víctimas de la violencia subversiva; ni tampoco se ocupa del pasado o del presente político peruano. Es solo un filme sobre la "curación" de Fausta, a contravía de los teledramas sobre casos médicos, poblados de minusválidos y enfermos terminales más grandes que la vida misma. Fausta, que le tiene miedo a los hombres, a la soledad y a la muerte, no puede desligarse de su origen y de su pasado doloroso (su madre fue violada por los militares durante la guerra interna). Luego de la muerte de ella comienza a descubrir las paradojas del mundo; a remontar las adversidades; y a reconciliarse con la vida. Descubre de qué materiales está hecha: del pasado andino (la madre indígena, el quechua, las canciones, el sentimentalismo, el campo, sus orígenes violentos) y del presente urbano (la barriada, el arenal, el achoramiento, la cultura chicha, el castellano, la amistad y el amor).

Fausta ha somatizado su inadaptación (los migrantes le llaman la enfermedad de "la teta asustada") pero las responsabilidades para con su madre muerta; el sentimiento de gratitud hacia su tío; y la amistad sincera con el jardinero, la llevan a trasponer el umbral del "susto" y comenzar un proceso de individuación. No puede haber metáfora más bella para representar a un país históricamente adolescente.

Llosa es la primera directora peruana con un mundo autónomo y reconocible. Cuando se habla de Armando Robles Godoy inevitablemente se mientan sus obsesiones y golpes de estilo; sobre Pancho Lombardi es consenso que sus constantes laborales tienen incidencia en su obra; y, recientemente, se dice que el estilo de Josué Mendez se puede reconocer en la absorción total de la esencia de sus personajes a partir de circunstancias límite como las "fugas hacia adelante". Pero con Claudia Llosa todo es distinto. Ella es una directora occidental que mira la sierra peruana y la Lima andina con estilización; manteniendo una relación personalísima, biunívoca, productiva con algo que llamaremos "planeta autoral". Un "planeta" dominado por obsesiones agrestes, preocupaciones elevadas, creencias hondas y visiones distorsionadas. "Planeta" construido a la medida y escala de su interpretación de la vida y del Perú. Lo que es espléndido en un país como el nuestro, con pobrísimos niveles educativos, con un miserable fomento a la cultura y con un desentendimiento histórico del Estado por crear las bases para el desarrollo de la actividad cinematográfica.

Pero el público peruano no se conectó con La teta...  a pesar de los premios y los números que arrojó la taquilla a principios de 2009. En los días del estreno, la gente sufría mucho porque no la entendía. Y no la entendía porque no estaba entrenada. No estaba entrenada porque los negocios de la distribución y la exhibición prefieren alentar la competencia desleal, rentista, con cero abastecimiento de opciones cinematográficas altenativas a las comedias embrutecedoras y al cine catástrofe norteamericano. Y como consecuencia de eso, a la salida del cine se veían centenas de caras largas y desconcertadas.

Creemos prudente plantear la siguiente advertencia frente al reestreno inminente de La teta asutada. Ésta no es un película para ir necesariamente "con la hembrita". No es un cine de grandes explosiones, disparos, escenas de sexo, sangre, decapitaciones o el habitual "concurso de muecas". Es un cine exigente. Los hot-gogs y los "baldes"  de "canchita" están contraindicados. Debe ayunarse la víspera, invocar un "mantra" cinéfilo y declararle la guerra a la mediatización.

Pero no se crea tampoco que es una cinta absolutamente lograda. Presenta serias fallas en su resolución dramática (la desesperación del tío de Fausta quien embriagado le pide que "respire"; y el regreso de Fausta a la casa donde trabaja como sirvienta para recuperar unas perlas). Esta dos secuencias capitales no tienen el suficiente peso dramático ni la verosimilitud adecuada. Pero más allá de su deficiencias La teta asutada es un filme ampliamente recomendable y que justifica su nominación al Óscar a la Mejor Película en Idioma Extranjero de 2009.

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