Si el jovencito Richard Gálvez -ex conscripto de la Fuerza Aérea Peruana y voluntario de la Asociación Médica "Kúrame"- en vez de insultar al Presidente Alán García (tal parece le gritó "¡corrupto!") hubiera sacado un revólver y le asestaba un tiro ¿Los medios de comunicación habrían lamentado los hechos? ¿Tendrían la capacidad reflexiva suficiente para ponderar un magnicidio más allá de sus componentes escabrosos?
¿Cuál habría sido nuestra reacción si Gálvez sacaba un cuchillo y atacaba a García? Si la seguridad del Mandatario actuaba rápidamente y reducía en el acto a este personaje ¿Habríamos celebrado esta maniobra? ¿Y si Gálvez le arrojaba una piedra, o le mentaba la madre, o le tiraba un pañuelazo o le daba un beso? En realidad eso no pasó, vamos. Pero pudo. Y nadie ha medido esas posibilidades.
Porque no pertenecemos a ninguna organización política o grupo económico de interés queremos expresar nuestra opinión con la honestidad que nos caracteriza.
Maltratar al Presidente, a las autoridades políticas (nacionales, regionales y locales), con razón o sin razón, es un deporte nacional desde que el Perú es el Perú. La gente hace catarsis, elimina toxinas, se siente bien cuando maldice al Presidente. A Alan García y al que sea.
Y como esto es un asunto "contestario", "bien visto", entonces determinados medios y determinados periodistas conducen estas periódicas mentadas contra los mandatarios. Esos periodistas que -como muchos peruanos modosos- proclaman su admiración al Papa, a Pérez de Cuéllar, a García Márquez y, últimamente, a Vargas Llosa también.
Maltratar al Presidente, a las autoridades políticas (nacionales, regionales y locales), con razón o sin razón, es un deporte nacional desde que el Perú es el Perú. La gente hace catarsis, elimina toxinas, se siente bien cuando maldice al Presidente. A Alan García y al que sea.
Y como esto es un asunto "contestario", "bien visto", entonces determinados medios y determinados periodistas conducen estas periódicas mentadas contra los mandatarios. Esos periodistas que -como muchos peruanos modosos- proclaman su admiración al Papa, a Pérez de Cuéllar, a García Márquez y, últimamente, a Vargas Llosa también.
Como ya no vivimos en el absolutismo y las sociedades estamentales son imposibles (la gente se pasaba la vida entera sin verle la cara al Rey o al Emperador) el Presidente del Perú, al 2010, ha devenido en un personaje omnipresente, corpóreo en todos los hogares debido al poder de los medios de comunicación. Todos -de una manera u otra- podemos crearlo, recrearlo o destruirlo, conceptual y culturalmente.
Pero los peruanos no debemos olvidar que el Presidente de la República, además de ser un "tipo" a mano, personifica a la Nación y conduce la política de Estado. Le guste o no a la calle. Es un aspecto desarrollado por la Constitución Política. Que -valga la pena decirlo- con todas sus deficiencias y sesgos es un documento que funda la vida en el país. Y que millones no conocen porque no les interesa o porque no les contaron o porque les parece una pérdida de tiempo leer un texto aburrido, "florero" y sin aplicación práctica.
La desinformación ciudadana y la falta de cultura política explican el gusto del peruano por el despotricamiento público. Persistimos en el error cuando de sancionar y vencer al político se trata; nos gusta personalizar el debate, no empleamos argumentos para atacar las ideas o las falacias del oponente, sino insultos ¿Se ha puesto a pensar que nuestro único referente de polémica es "Laura en América"? Y no es precisamente un referente felíz.
Hasta ahora no sabemos argumentar, no sabemos debatir; nos gusta tomar las carreteras, poner piedras en ellas, quemar locales públicos. Y entonces un suceso como el insulto a Alan García y la cachetada de éste a Gálvez, se convierten en moneda corriente, en pasto para los periódicos de oposición.
Con Alan García se puede mantener distancia en aspectos políticos, ideológicos, económicos y hasta personales (léase, las presunciones de enriquecimiento ilícito y los presuntos crímenes de lesa humanidad). Pero no se le puede faltar el respeto. Simple y llanamente porque es el Presidente.
Alguna vez buchearon a Bismarck, a Allende, a Nehru, a Reagan, a Lumumba, a Nixon, a Velasco Alvarado, a Uribe, a Saddat, a Alfonsín. Pero ninguno tomó la determinación de García. El tortazo que le conectó a Richard Gálvez es vergonzoso. En realidad debió hacer la del torero; es decir ignorar al "respetable" y continuar la faena con dignidad. Volverse un caradura, casi un jugador de fútbol que falla un penal y tiene a la tribuna en contra durante todo el partido .
Por más corpóreo y humano, el Presidente no puede reaccionar así. No puede responder proporcionalmente a un tipo desajustado, conflictivo e inconsciente. Alan García debe tener presente que mientras sea el Presidente (o sea, vitaliciamente) va a tener que enfrentar circunstancias provocadoras como ésta y necesitará contar hasta diez muchas veces.
Y nos parece claro también que no se le puede insultar. No es Luis XIV, de acuerdo. Pero tiene una investidura política y a la medida de ella mecanismos de enjuiciamiento e imputación previstos (los estupendos textos del Dr. Valentín Paniagua Corazao, ex Presidente del Perú, sobre el "Impeachment o Juicio al Mandatario" caen a pelo).
El señor Richard Gálvez tiene todo el derecho de discrepar con el Gobierno, de discrepar con Alan García y/o de denunciarlo penalmente. Su derecho de acción y denuncia están intactos. Pero su malestar, su situación, su indignación o su desajuste emocional no le dan derecho a gritarle al Mandatario y ofenderlo. Y García debe recordar también que es el Presidente del Perú. No un energúmeno.
La desinformación ciudadana y la falta de cultura política explican el gusto del peruano por el despotricamiento público. Persistimos en el error cuando de sancionar y vencer al político se trata; nos gusta personalizar el debate, no empleamos argumentos para atacar las ideas o las falacias del oponente, sino insultos ¿Se ha puesto a pensar que nuestro único referente de polémica es "Laura en América"? Y no es precisamente un referente felíz.
Hasta ahora no sabemos argumentar, no sabemos debatir; nos gusta tomar las carreteras, poner piedras en ellas, quemar locales públicos. Y entonces un suceso como el insulto a Alan García y la cachetada de éste a Gálvez, se convierten en moneda corriente, en pasto para los periódicos de oposición.
Con Alan García se puede mantener distancia en aspectos políticos, ideológicos, económicos y hasta personales (léase, las presunciones de enriquecimiento ilícito y los presuntos crímenes de lesa humanidad). Pero no se le puede faltar el respeto. Simple y llanamente porque es el Presidente.
Alguna vez buchearon a Bismarck, a Allende, a Nehru, a Reagan, a Lumumba, a Nixon, a Velasco Alvarado, a Uribe, a Saddat, a Alfonsín. Pero ninguno tomó la determinación de García. El tortazo que le conectó a Richard Gálvez es vergonzoso. En realidad debió hacer la del torero; es decir ignorar al "respetable" y continuar la faena con dignidad. Volverse un caradura, casi un jugador de fútbol que falla un penal y tiene a la tribuna en contra durante todo el partido .
Por más corpóreo y humano, el Presidente no puede reaccionar así. No puede responder proporcionalmente a un tipo desajustado, conflictivo e inconsciente. Alan García debe tener presente que mientras sea el Presidente (o sea, vitaliciamente) va a tener que enfrentar circunstancias provocadoras como ésta y necesitará contar hasta diez muchas veces.
Y nos parece claro también que no se le puede insultar. No es Luis XIV, de acuerdo. Pero tiene una investidura política y a la medida de ella mecanismos de enjuiciamiento e imputación previstos (los estupendos textos del Dr. Valentín Paniagua Corazao, ex Presidente del Perú, sobre el "Impeachment o Juicio al Mandatario" caen a pelo).
El señor Richard Gálvez tiene todo el derecho de discrepar con el Gobierno, de discrepar con Alan García y/o de denunciarlo penalmente. Su derecho de acción y denuncia están intactos. Pero su malestar, su situación, su indignación o su desajuste emocional no le dan derecho a gritarle al Mandatario y ofenderlo. Y García debe recordar también que es el Presidente del Perú. No un energúmeno.
No nos vamos a ocupar del aftermath -del circo de "bonzos" que se inmolan en nombre de Alan- simplemente porque no resiste el menor análisis. Nos da vergüenza toda la prepotencia del séquito de García. Quizá su "Seguridad" necesita una reconvención, tal vez un alejamiento forzoso. Pero ¿No cree usted -apreciado lector- que Seguridad del Estado hizo bien en intervenir en ese momento y detener a Richard Gálvez? Ningún ciudadano puede ser maltratado por otro, está clarito
Pero el derecho de Gálvez termina donde comienza el del Presidente.
Oscar Contreras Morales.-
Pero el derecho de Gálvez termina donde comienza el del Presidente.
Oscar Contreras Morales.-
Por Óscar Miranda
Óscar Rachumí, el hombre que se inculpó de la agresión a Richard Gálvez reconoce su condición de aprista, insiste en que el presidente Alan García no hizo nada y revive instantes de la golpiza.
Usted es militante aprista. ¿Por qué no lo reconoció ante la prensa?
Es que no soy militante, no estoy inscrito. Yo soy simpatizante.
Es que no soy militante, no estoy inscrito. Yo soy simpatizante.
No figura en el padrón nuevo pero sí en el de 2005, que fue restituido este año en el congreso del APRA.
Yo ingresé al partido hace años y de ahí no me he vuelto a inscribir, y el padrón se depuró o no sé qué. Se puede decir que soy simpatizante.
Yo ingresé al partido hace años y de ahí no me he vuelto a inscribir, y el padrón se depuró o no sé qué. Se puede decir que soy simpatizante.
¿Integra las brigadas de seguridad del partido?
Ustedes tienen fotos, pueden deducir. Yo no puedo decir nada.
Ustedes tienen fotos, pueden deducir. Yo no puedo decir nada.
Entonces sí las integra.
No, no, no, yo no digo nada. Ustedes saquen sus conclusiones.
No, no, no, yo no digo nada. Ustedes saquen sus conclusiones.
¿El partido le pidió que se inmole en nombre del presidente?
No, no, no, porque yo no voy al partido. Yo estoy trabajando.
No, no, no, porque yo no voy al partido. Yo estoy trabajando.
¿Es amigo de ‘Lalo’, el jefe de seguridad de la Casa del Pueblo? ¿Trabajó con él en la Comisión APEC 2008?
No trabajé con él, pero lo conozco hace más de 30 años, de La Victoria. Y del partido también lo conozco, como conozco a Mauricio Mulder, a Wilbert Bendezú, a Omar Quesada.
No trabajé con él, pero lo conozco hace más de 30 años, de La Victoria. Y del partido también lo conozco, como conozco a Mauricio Mulder, a Wilbert Bendezú, a Omar Quesada.
El sábado 9, ¿su labor era proteger al presidente en el Rebagliati?
No, señor. Ese día estuve trabajando y de casualidad llegó el presidente.
No, señor. Ese día estuve trabajando y de casualidad llegó el presidente.
¿Qué hacía al lado del presidente?
¿Como qué hacía? Yo he dicho bien claro que ese señor, antes de que llegue el presidente, se paró a un costado y empezó a lanzar improperios. No había policías. Entonces yo me quedé parado allí, mirándolo. Justo sale el presidente, el muchacho grita, yo no podía hacer nada porque tenía al presidente detrás de mí, no recuerdo bien qué dijo, dicen que “vete al carajo”, el muchacho grita de nuevo y, allí, yo le pego.
¿Como qué hacía? Yo he dicho bien claro que ese señor, antes de que llegue el presidente, se paró a un costado y empezó a lanzar improperios. No había policías. Entonces yo me quedé parado allí, mirándolo. Justo sale el presidente, el muchacho grita, yo no podía hacer nada porque tenía al presidente detrás de mí, no recuerdo bien qué dijo, dicen que “vete al carajo”, el muchacho grita de nuevo y, allí, yo le pego.
¿Fue un cachetadón o un puñete?
Un cachetadón y un puñete.
Un cachetadón y un puñete.
Estoy totalmente de acuerdo con la opinión de Oscar.
ResponderEliminarGregorio Huaroto