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Hace unos días me invitaron a los estudios de CNN+ para hablar del setenta aniversario del nacimiento de John Lennon. De Lennon, uno de los personajes musicales que más literatura tiene, se ha dicho todo, la verdad. Pero servía mi presencia para dar testimonio de la relevancia de este músico con más vena rockera que Paul McCartney y con mayor conciencia social y política dentro de los Beatles, que a la postre sería su signo más representativo de su etapa en solitario. Pero a la hora de preguntarme si Lennon era el mejor beatle (las comparaciones siempre son odiosas), con la sombra de Paul McCartney planeando (esa lucha de genialidades y egos), tuve que ser sincero: ciertamente, el tandem Lennon-McCartney es de un tamaño estratosférico pero, tal vez aburrido de la repercusión de uno y otro, dije que me quedaba con George Harrison. El bueno de Harrison, siempre en la sombra y, como sus compañeros, con un talento también descomunal.
Algunos amigos y compañeros de redacción me preguntaron cómo es que había dicho que el mejor era Harrison. Tuve que explicar que, realmente, no dije eso sino que me quedaba con Harrison. Era simplemente una opción personal. De alguna manera, su tercera vía me parece tan fascinante como las composiciones firmadas por Lennon-McCartney.
A la muerte del beatle, recuerdo perfectamente el artículo que Santiago Segurola (ahora director adjunto del diario Marca, ex redactor jefe de Deportes y Cultura de El País, y fan beatle declarado) escribió sobre son. Y entonces y ahora suscribo cada una de sus palabras.
En su texto, titulado La tercera vía de Harrison, Segurola escribía: “Su talento fue minusvalorado por McCartney y tampoco encontró el entusiasmo de Lennon, poco convencidos ambos de los méritos del guitarrista para añadirse al laboratorio creativo de la banda. Pero Harrison encontró la manera de deslizar sus ideas, una canción por aquí, un riff por allá, un consejo transformado en una nueva dirección musical, la apertura de algo parecido a una tercera vía. Lo hizo con inteligencia y clase, sin cuestionar la ingente tarea de Lennon y McCartney, aceptando su papel complementario pero sin resignarse a la marginalidad dentro del grupo. Desde el principio de los Beatles se encuentra algún momento llamativo de Harrison.”
Cuando tuve que escribir en Rolling Stone sobre distintos discos de los Beatles, a raíz de la remasterización de todos ellos en formato digital, llegué a sentir muy vivamente (más que nunca) la contribución de Harrison en el gran cancionero de la banda británica. En Revolver, el disco que convirtió a los Beatles en un grupo espectacular y adulto, en una onda magistral, Harrison deja una huella insustituible en el arranque con <
Y, de nuevo, regresando al texto de Segurola, Harrison fue un talento en búsqueda de sonidos norteamericanos, a los que siempre atendemos en esta ruta sonora: “Ninguno se entregó tanto como George Harrison a la causa de Dylan, del Dylan que se refugió en las montañas Castkills, en el norte del estado de Nueva York, para dar cuerpo a su impagable colaboración con The Band. Aquella explosión de creatividad, trasladada a discos como Blonde on Blonde o el excepcional Music from the Big Pink de The Band, sobrecogió a Harrison, artista generoso que jamás ocultó su deuda con Dylan y los músicos americanos que le condujeron a los vericuetos de la música sureña, gente como Delaney y Bonnie Bramlett, núcleo fundamental para el tremendo All the things must pass, el álbum que Harrison lanzó en 1970 tras la ruptura de los Beatles. En la fase final del grupo se advirtió el papel emergente de Harrison, a pesar de los recelos de McCartney y Lennon, sometidos a una relación destructiva que no les impidió forjar canciones memorables”
Si All the things must pass (Todas las cosas pasan) ya fue un disco sobresaliente, igual lo fue el proyecto en el que se embarcó después: los Travelin’ Wilburys. Ese grupo cachondo y maravilloso con Bob Dylan, Roy Orbison, Jeff Lynne y Tom Petty le otorgó, a mi juicio, un estatus admirable.
Unas cosas y otras me llevaron a decir, sin ánimo de crear ninguna polémica, que entre los cuatro Beatles me quedo con George Harrison. Pero sólo es una opción personal, como otra cualquiera.
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