martes, 26 de octubre de 2010

EL GRAN COMBO (Por Nelson Manrique)


Por Nelson Manrique

La bofetada que Alan García propinó a un joven voluntario de salud por llamarlo “corrupto” ha vuelto a poner en jaque la credibilidad de la institucionalidad en el Perú. Se ha señalado con razón que el joven que lo injurió debería haber respetado su alta investidura, pero la reacción del presidente fue a todas luces desmedida e inadecuada. Esta razonable posición no es, sin embargo, compartida por todos. El presidente del PJ, Javier Villa Stein, ha aplaudido la reacción de García, congratulándose de que el primer mandatario no sea un “marica”, invitando así a todos los peruanos a hacerse justicia por sus propias manos. Supongo que un magistrado consciente habría sugerido demandar al agresor por desacato –es un decir–, pero tal alternativa sería cosa de maricas, según el machazo Villa Stein. Es de preguntarse para qué diablos necesitamos un PJ y, por supuesto, un presidente que lo encabece.
La irritabilidad de García parece haberse desbocado por una acumulación de reveses: el fracaso de su plan para deshacerse de Lourdes Flores como rival para el 2016 promoviendo a Alex Kouri (llevándose de encuentro la candidatura de Carlos Roca, con la consecuente indignación de las bases apristas). Luego su giro espacio-temporal para apoyar a Lourdes, cuando apareció Susana Villarán en el horizonte, y su asociación con la candidata derrotada. El triste saldo de su movida maquiavélica es que le ha salido una seria rival para el 2016, y la posibilidad de una auditoría de pronóstico reservado a la gestión de su delfín, Luis Castañeda. Súmese a esto el Nobel de MVLl y se comprenderá que los nervios presidenciales están apenas para oír adagios. O quizás sea simplemente que hemos entrado en el tramo maniaco del ciclo y entonces deberemos prepararnos para más novedades durante los meses que vienen.
A pesar de todo, la magnitud de la indignación presidencial sigue siendo llamativa porque obvia hechos tan elementales como que García se amparó en la prescripción en los juicios que tenía abiertos en el PJ por presuntos delitos económicos cometidos durante su primer gobierno –o sea corrupción–, a pesar de que disponía de la opción de someterse voluntariamente a la justicia para que ésta lo absolviera de esos cargos. Olvida asimismo que hasta la fecha no se ha explicado las misteriosas visitas realizadas por su secretaria personal y por el secretario de Palacio a la suite del dominicano Canaán, o la alusión de Rómulo León a cien correos cursados con el presidente, que presuntamente se habrían perdido del disco duro de su computadora. Indicios que yacen yertos en el vientre oscuro y fresco del PJ, esperando piadoso olvido.
Toda persona debe ser reputada inocente mientras la justicia no demuestre su culpabilidad. Desgraciadamente este buen principio jurídico suena algo hueco cuando se burla la ley copando las instituciones encargadas de ejercer justicia. A menos que alguien crea realmente que el presidente de la Corte Superior de Lima César Vega Vega, correligionario y gran amigo de García, y los jueces que investigan los escándalos de los petroaudios y del espionaje telefónico están empeñados en descubrir la verdad, y no, como se viene viendo, en encubrir a los culpables e impedir que se haga justicia. Por allí sólo les queda a los ciudadanos como alternativa la sanción moral, que por fortuna no está sujeta a la lotería de encontrar un juez justo en el Perú.
A la agresión física Alan García sumó la mentira para intentar encubrir el incidente. Se trató después de engañar a la opinión pública presentando a un supuesto trabajador del hospital como el verdadero agresor, un personaje que inmediatamente fue desenmascarado por Diario 16 como integrante del equipo que escolta al presidente. Un rosario de torpezas suficiente para armar un escándalo mundial, que deja malparada la credibilidad de la presidencia del Perú (puede verse la nota de CNN siguiendo el enlace http://www.youtube.com/wath?v=Kbu3MP01j8c).
Y 15 días después no se termina el conteo de los votos de Lima. Así vamos.

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